domingo, 21 de noviembre de 2021

Japón 2019 - Diario de viaje - Día 7 - Miyajima

 


Viernes 15 de noviembre de 2019

Me desperté a las 6:30 después de haberme acostado a las 12. Intenté volver a dormirme pero no pude así que me levanté y me preparé para salir.
Como la noche anterior no había podido ver las vistas de la habitación, abrí la ventana y la mosquitera, que se atascaba un poco, y resultó que mi ventana daba a las escaleras de emergencia. Había una especie de puente justo en frente, que terminaba en tierra y escalones en plan diques de contención hacia el monte. Como estaba en chanclas y recién levantada, dejé la exploración para otro momento, no era plan de accidentarme a primera hora.
Me duché y desayuné medio bizcocho de plátano que me quedaba, un muffin de manzana (de los que compré en Nara) y un plátano.
Me puse a mirar los mapas y folletos y vi una página con las alergias alimentarias para marcar la que tienes y mostrarlo en los restaurantes.

Salí a las 8:30 y me fui directamente al templo Daisho-in dónde estaban preparando todo para el festival del fuego “Hi-watari-shiki”, que se celebraba justo ese día.
Cuando organicé el viaje, vi que esas fechas coincidían con este festival, del que no encontré mucha información, pero que me pareció interesante y lo anoté para verlo bien. Este templo además no lo vimos en nuestro anterior viaje, así que me venía de perlas.

Como era temprano, apenas había gente por la calle y todo se disfrutaba mucho más. Pasé por el tori a las 8:45 donde me topé con grupos escolares. Con tanto niño no me pude parar a hacer fotos. Intenté hacer fotos a los ciervos, pero los niños se metían siempre en medio, así que desistí y seguí mi camino.

Al cruzar el riachuelo pasado el santuario Itsukushima, me fui cruzando con ciervos que se dirigían a la zona más turística. En esta parte ya no había gente, ni siquiera niños. Es espectacular visitar sitios donde apenas hay gente.
Llegando al templo, empecé a escuchar como el sonido de un cuerno. Estaba todo vacío y el ambiente era mágico.

A las 9 ya estaba allí.  Estaba totalmente vacío, ya con algunos preparativos para el festival.
La subida es de escaleras empinadas, con una barandilla con rodillos por los que hay que pasar las manos al subir.
De fondo se escuchaba una grabación de un sonido de cuerno que se te metía hasta dentro. Es un sonido que siempre asociaré con este templo.
Una vez arriba, decidí probar fortuna comprando un omikuji por 100¥. Estaba en inglés y pude leer "not so good", todo va mal pero luego mejora. Nunca consigo una buena fortuna en ningún templo, que se le va a hacer.


Aquí los árboles estaban de todos los colores, preciosos. La gente dejaba dinero en las diferentes estatuillas y vi a algunos poniéndoles agua por encima con el cazo. Hay estatuas Jizo con gorritos y baberos a lo largo de los caminos. Todo el templo está subiendo el monte, y más arriba hay una especie de cueva con montones de estatuillas. Unas tienen los animales del horóscopo, aunque en ese momento ni me di cuenta.


En el templo de arriba hay una especie de rosario budista enorme en la entrada y estatuillas de Buda, con monedas a sus pies, que rodean el edificio.
En la parte de atrás también había tablillas ema para dejar los deseos.
Desde allí se veía el mar y los tejados del complejo del templo entre árboles de un intenso rojo.


En la zona principal tenían ya todo preparado para el festival, acordonada la zona, y dentro una pila de ramas verdes con flechas, una especie de altar en uno de los extremos, con barriles con troncos a los lados y unos pebeteros preparados. Al otro extremo un banco con una mesa, unas sillas detrás de este y una sombrilla roja enorme.


Entré en el edificio principal, en la zona de la celebración, donde había gente rezando y una exposición de arte en el interior. Había que descalzarse y dejar los zapatos fuera.
Ya estaba la gente extendiendo sus toallas y mantas por el perímetro para guardar sitio. Incluso la parte del edificio del templo, que tiene como un balconcito y unos bancos abajo, estaban empezando a llenarse.
Bajando descubro un camino a un lado de las escaleras que lleva a un montón de jizo y en la entrada hay una estatuilla de piedra de Anpanman, un personaje infantil.

A las 10:15 salí siguiendo el letrero donde ponía Misen Climbing path Daiso-in Course. Por esta zona pasa un rio y hacía un frío tremendo. Unas escaleras, tras un tori de piedra, inician un recorrido de más de 2 km hasta la cima, en la que pone que son unos 90 minutos.
Decidí bajar por donde subí y me crucé con montones de ciervos acosando turistas y a una pareja preparándose para hacerse fotos.


Seguí caminando por donde me indicaba la señal de Momijidani Park. El camino discurría por el bosque silencioso, pero en seguida llegué a la explanada donde está el puesto de venta de entradas para el teleférico, que ya conocía del año anterior.
El teleférico  está abierto de 8 a 17:00 y la última bajada es a las 17:30. 1840¥ ida y vuelta 1010¥ solo 1 viaje.
En esta zona había ciervos a los que intenté hacerles algunas fotos. Desde aquí ya se veían más árboles rojos y más movimiento de gente.

Pasé por un puente rojo con árboles de hojas rojas. Muy bonito pero era difícil hacer fotos sin gente. Tras el puente había un puesto de té, con unos bancos y sombrillas y más allá unas mesas de merendero. Desde ahí se veían al fondo más árboles rojos.
De vez en cuando sobrevolaban aviones con un ruido ensordecedor. Me apreció raro porque antes nunca había escuchado aviones por la zona.

A las 10:55 ya estaba en el parque. Cuando llegaba me crucé a un perrito es su cochecito. Por más que los veo, no deja de sorprenderme que paseen a sus mascotas en cochecitos, rara vez les ves caminando atados a una correa.
Había unos árboles de rojo intenso y gente haciendo fotos. Unos ciervos a los lejos pero que poco a poco se acercaron al ver a la gente. Quizá me estaban siguiendo por las nueces que llevaba o las habían olido.


Cuando estaba grabando vídeo a los ciervos, toqué algo de la cámara y todo lo siguiente que grabé fue en cámara lenta, sin audio. De hecho estaba grabando cuando creía que estaba apagada. No se muy bien qué toqué, pero tengo varios vídeos a cámara lenta a partir de ese momento. Acostumbrada a cámaras réflex con pocas opciones y cero controles automáticos, era tocar algo sin darme cuenta y ya la tenía liada.
De pronto un ciervo enorme con cuernos llegó corriendo persiguiendo a una hembra, atravesó la explanada y desaparecieron entre la maleza. La gente se quedaba inmóvil para no meterse en su camino. Al rato volvieron a parecer corriendo hasta que la hembra se tumbó cerca de donde estaba yo y el macho se quedó cerca como alerta.
Me quedé un ratillo allí viendo el espectáculo de los ciervos y colores de los árboles.

A las 11:15 pasé por otro puente rojo, donde había una pareja haciéndose fotos y que cruzó otra chica con traje típico y sombrero con velo acompañada de un fotógrafo.
Cuando se fue esta pareja empezó la sesión fotográfica de otra chica y cuando ya me iba llegó otra pareja que se empezó a hacer fotos antes de puente, con ciervos rodeandoles.
Estos puentes están tan solicitados, que hasta da reparo cruzarlos.

Desde allí sigo caminando hacia la pagoda. Es tan alta y el espacio tan pequeño cerca de ella, que es imposible fotografiarla entera.
Decido entrar al santuario Toyokuni (Senjokaku), ya que aunque parece no haber mucho dentro, la entrada solo cuesta 100¥ y tiene vistas bonitas. Abre entre las 8:30-16:30 y a las 11:40, que es cuando entré, había muy poca gente.

En la entrada hay que quitarse los zapatos y meterlos en una bolsa que te dan. Hay alfombrita en la zona de entrada y donde sentarse, pero luego el suelo de madera está frío, así que es preferible llevar calcetines extra.
Desde este edificio se ven unas vista muy chulas, por lo que merece la pena por el precio que tiene.

A la salida me crucé con otra sesión fotográfica de una pareja en la pagoda, con sus trajes tradicionales, sombrilla incluida. las fotos eran en contra picado, por lo que entre el fotógrafo, el ayudante y la gente que rondaba al grupo, llenaban casi todo el espacio.

Eran ya las 12, por lo que me encaminé de nuevo al Daisho-in, para ver el festival que empezaba a las 13:00.
Cuando llegué, la gente ya estaba sentada al rededor de la zona acotada con cuerdas, en las primeras filas, con sus bebidas y comidas. Lo pebeteros a los lados del altar estaban ya encendidos.

Los monjes estaban preparando las tablillas que había presentado la gente. Había algún vendedor ambulante de comida y muchos turistas compraban, igual que los locales.
Me puse en el lado derecho, justo detrás de una fila de gente sentada. Como aún quedaba una hora, casi todos estábamos sentados en el suelo.
Al rato vino un organizador a decirnos que el viento solía ir hacia ese lado, que igual teníamos que movernos si veían que el humo nos cubría. Que no nos quedásemos sentados por si había que salir corriendo.

Estuvimos un buen rato sentados pero como a las 12:30 nos pusimos de pie. Delante de mi, los que estaban sentados en primera fila se pusieron de pie y resultó ser una pareja altísima, así que bloquearon la vista a todos los que estábamos detrás. No soy bajita y aún así me parecieron bastante altos. Los japoneses que estaban a mi lado resoplaron al ver el muro que teníamos delante.
Tuve que hacer todo tipo de maromas para poder grabar y hacer fotos.

A las 13:00 empezaron a sonar cuernos y aparecieron los monjes haciendo sonar unas caracolas. Dieron una vuelta pasando por el altar, donde todos hacían una reverencia, mientras hacían sonar las caracolas intermitentemente. Eran enormes y tenían una boquilla como de tubo de metal. 


Se colocaron rodeando la pila de ramas frescas. Una vez parados hicieron 2 reverencias, dos palmadas y otra reverencia. A continuación uno grita algo y se ponen a tocar las caracolas. El que grita tiene en la cabeza como un tocado dorado, el resto lo lleva negro.

Uno de los monjes se acerca con un cuenco de arroz y tras pronunciar unas palabras esparce arroz del cuenco entre los asistentes en la esquina por donde estoy. A continuación se va a la otra esquina, al otro lado de donde están sentados los monjes mas mayores, al lado contrario del altar. En seguida vino otro monje, pronunciando las mismas palabras y con un cuenco de agua, en el que mojaba una rama y la salpicaba en los asistentes. A continuación vino otro con una rama grande, en la que había atados papelitos en forma de rayo o zigzag (shide) y pronunciando las mismas palabras la pasó por encima de los asistentes. Antes de empezar y al terminar hacen una reverencia que es respondida por la gente.
Después vino otro con un palo y un montón de rayos de todos los colores, que sacudió al son de las palabras.
Supongo que se trataba de un ritual de purificación de inicio de ceremonia.

Una vez pasados por las 4 esquinas, empezó un monje de los mayores, frente a los bancos, a cantar el rezo (sutra).
Una vez concluido, fueron a presentar unas armas al altar, un hacha que luego descargó en cada esquina. Otros dos monjes llevaban otras dos hachas y descargaban sobre la esquina correspondiente de la pira de ramas que había en el centro.
Todos los monjes iban de amarillo, el que estaba sentado frente a las tablillas iba de morado y leía los textos en ellas y luego las lanzaba hacia la pira de ramas, con ayuda de una espada.

Tras las ordenes del monje del tocado dorado, iban actuando.
Otro monje recogió una espada frente al altar.
Mientras seguían el canto, el de la espada se fue a una esquina de la pira y se puso también a decir unas palabras y esgrimió la espada varias veces frente a la pira y la envainó. Pasó por el altar a hacer reverencia y otros recogieron unas flechas que había clavadas en la pira.
El de la espada se colocó cerca de mí y le pasó la espada a uno que estaba a mi lado.


Presentaron frente al altar las flechas y un arco, haciendo reverencia.
El monje del tocado dorado recogía las tablillas que caían fuera y las iba metiendo dentro de la pira, por la parte de arriba.
Dos monjes, uno con las flechas y otro con el arco, fueron pasando por las esquinas lanzando una flecha al aire.  El que lleva las flechas se acuclillaba detrás del del arco y le pasaba la flecha, así en cada esquina. Después lanzó una a la pira y después al frente. Las caracolas paraban de sonar cuando este daba su discurso antes de lanzar la flecha.
Cogieron dos antorchas a ambos lados de la pira y las prendieron en los pebeteros, pasaron por el altar y prendieron fuego a la pira, creando una humareda tremenda.
En 3 minutos estaba todo lleno de humo. Los monjes dieron una vuelta a la pira con una especie de rosario gigante y lo retiraron rápidamente, llevándolo al altar.


Reiniciaron los cantos y empezaron a repartirse cajas con las tablillas, que iban leyendo y tirando al fuego entre varios monjes. Algunas no las leían, porque las pasaban rapidísimo y sin apenas mirarlas. Los que estaban sentados se notaba que sí las leían, pero los demás, bien poco.

Cuando terminaron de echar las tablillas, empezaron a quitar la construcción de troncos que aún estaban ardiendo, quitándolos uno a uno, mientras tocaban de nuevo las caracolas y unos cascabeles (un palo metálico con anillas en un extremo).
Los troncos los iban sacando por el lado en el que estaba, por lo que la gente tuvo que hacer un pasillo. Había un manantial o algo, ahí cerca, de donde iban sacando cubos de agua para apagar los troncos.
Con algunos de los troncos hicieron un pasillo donde esparcieron bien las brasas de la hoguera. El del tocado dorado barría con una rama grande los alrededores del camino.


Empezaron a recoger los bolsos de la gente y los pasaban por encima de las brasas. Hasta los guiris pasaron sus bolsos y mochilas.
Tras esto, el de la túnica morada, dio un discurso y echó agua por el camino de ascuas y los alrededores. Cogió un rosario entre sus manos, subió las manos, las bajó y dio una palmada en el inicio del camino y empezaron a sonar las caracolas. Hizo lo mismo en el otro extremo.
Mientras alguien daba indicaciones al público por un altavoz, fueron colocando ramas verdes rodeando el camino y otro lo allanaba con un palo, deshaciendo ascuas grandes.
El de morado se puso en el inicio del camino y pasó por encima el palo con los rayos de colores, hizo una reverencia, dio un grito y se lanzó al camino levantando mucho las rodillas haciendo unas grandes pisadas, mientras empezaban de nuevo los cánticos.
A este le siguieron el resto de monjes, todos descalzos y portando una banderola que no supe bien qué eran. Estos pasaban más rápido que el primero.
Cuando terminaron de pasar, empezó a pasar la gente que estaba allí. Habían hecho una cola enorme para poder pasar por las ascuas.
En realidad, había un camino sin nada o muy pocas ascuas. Las ascuas estaban en los laterales, tapadas a la vista por el humo que hacían las ramas verdes.

En ese momento recibí un whatsapp de mi primo, que me decía que iban a comer a un restaurante de esos con anguila, que había mucha cola, así que podía llegar a tiempo y decidí bajar a reunirme con ellos. Al salir a las 14:05 es cuando vi la cola inmensa de gente descalza que espera su turno para pasar por las ascuas.

Como me habían dicho que había media hora de fila y no veía filas en ninguna parte cerca del restaurante que me había dicho, les escribí para ver dónde estaban. Resulta que se habían ido a otro sitio pero que cree que solo lo hacen rebozado, así que nada, abortando misión de comer anguila.
Era de las pocas cosas que podía comer, pero justo no la versión rebozada. Preguntaron si podían hacerla sin rebozar y les dijeron que no. Lógico y normal. No esperéis cambios en los menús japoneses y menos si están especializados en algo.

Como pensaban subir al monte a las 3 de la tarde, me fui directa al hotel a comer algo rápido para subir con ellos por verles un rato, aunque era un poco tarde y ya había hecho la subida en el anterior viaje.

A las 14:30 me fui al hotel a comer lo que tenía planificado para ese día, pasta con cerdo frio, tipo bento. Como no hay micro, pues hay que adaptarse.
Antes de las 3 recibí un mensaje diciendo que ya estaban subiendo y que nos veíamos arriba. No tenía mucho sentido subir sola, así que les dije que me avisaran a la bajada, al menos para vernos.

A las 15:40 ya con más relax, salí del hotel a las y caminé por la calle techada con tiendas, siguiendo la dirección de Enmeijizoson, por una carretera vacía y estrecha en la que solo cabe un coche.
Buscaba el Callejón Yamabe Komichi, pero fui por la nada. Por una carretera que va hacia el norte, detrás de toda la población. Antes de llegar al santuario Enmeijizoson, (que no se ve desde la carretera), me metí por un espacio que hay junto a la carretera, tras el puente pasado una placita con un monumento de piedra. No es un camino exactamente, pero hay un espacio liso por el que poder meterse.

 

Desde este camino en mitad de la nada, las vistas eran bastante chulas. Estaba en medio del monte, con ciervos rondando cerca y cuando estaba caminando hacia el final del saliente, apareció un ciervo asomándose desde un montículo, como pensando que hace esta aquí.

Hice algunos vídeos y subí el montículo donde estaban los ciervos. Ahí parece que llega gente, ya que había troncos apilados y se veía un camino. Desde esta altura se veía la pagoda y el tori en el agua, aunque desgraciadamente estaba en obras, pero es un buen sitio al que venir en el futuro.
Vi un ciervito mirándome y saqué unas cuantas nueces para darle, saqué un puñado porque me lo veía venir, se acercó tímidamente, le eché una y acto seguido aparecieron de la nada más ciervos corriendo.
No quise regresar por el camino que se veía, ya que prefería regresar a la carretera por donde había llegado y al bajar vi que todos los ciervos me seguían por el montículo.


Regresé por la carretera y me metí en el primer camino que encontré, llegando a un monumento de piedra, desde donde había una preciosa vista de la pagoda y del Santuario Toyokuni. Eran las 16:20 y el sol ya se estaba poniendo tras la montaña.
Había unos ciervos tomando el sol. Les di unas pocas nueces y continué mi camino.
Desde allí comencé a bajar por una callejuela entre casas tradicionales, dirección a la pagoda.


Las casas en esta zona son todas tradicionales y las vistas son muy bonitas, sobre todo con los árboles ya tiñéndose de rojo.
A las 16:40 llegué a la base de la pagoda, desde donde me dirigí de nuevo al santuario Itsukushima.

Me puse a hacer fotos al santuario desde la zona de los farolillos, aprovechando que estaba sin agua. Como había poca gente, me dispuse a hacerme una foto y mientras colocaba el mini trípode algo me empezó a tirar de la mochila hacia atrás. Cuando me di la vuelta tenía un ciervo tirando de mi mochila y sacando la bolsa de nueces. Me tiró al suelo y tras mi grito de asombro un chico le quitó del hocico la bolsa y me la dio.
No pude hacerme la foto en condiciones porque el ciervo me perseguía todo el rato y se me tiraba encima. Hasta le grité desesperada para que me dejara en paz pero no hubo manera. Ya ni grabé en condiciones porque me estaba desesperando con todo lo que me había babeado el ciervo y viendo que me seguía rondando.
Había dejado la bolsa llena de babas, así que no tuve más remedio que dárselas y seguir mi camino.


Decido bajar a la zona del agua para hacer unas fotos del santuario desde abajo, aprovechando que no hay agua ni apenas gente.
Es sorprendente lo que cambian los sitios según la época en que se visiten. Aunque supongo que también influye que el tori estuviera en obras.


Siguen iluminando el tori aunque esté cubierto de lonas. Había poca gente por esta zona ya que hay poco que ver.
Intenté hacer fotos del santuario con el trípode en la zona de la escalera de bajada al tori. Aquí si que habría estado genial tener un trípode normal, con el que poder hacer fotos nocturnas, pero bueno, tuve que conformarme con lo que tenía. Al menos pude hacer algunas fotos.


Le hice una foto al anochecer al tori tapado para el recuerdo. Anocheció bastante rápido. Sin darme cuenta, ya estaban los farolillos iluminados y empezaba a estar totalmente oscuro el camino de regreso.

A las 17:40 regresé a la zona de la calle de tiendas, que estaban llenas de niños comprando recuerdos y con ciervos aún rondando la zona. Ya había algunas tiendas cerradas, pero las más grandes de recuerdos seguían aún abiertas. Compré un daruma pequeñito (250¥) y un ciervito comiendo un momiji manju (360¥)



De camino al hotel pasé por una máquina de cambio que estaba fatal, a 111 el euro. Un cambio horrible.
Llegué al hotel a las 18:05. Como aún era pronto me di una vuelta para ver el baño compartido y la lavandería.
Están bastante bien, muy limpio todo y amplio. La lavadora cuesta 300¥ y no hace falta poner jabón, se lo añade automáticamente. La secadora cuesta 100¥ y había un cartel en el que indicaba que no se podía utilizar después de las 9 de la noche.
Había una sala común, pero no llegué a verla.

En ese momento recibí un mensaje de mi primo diciendo que perdieron el último teleférico y tuvieron que bajar andando en la penumbra. Ya iban de camino al ferry, así que no nos vimos al final.

Ya en la habitación me puse a pasar fotos al disco duro porque había llenado las tarjetas de memoria de nuevo.
Antes de las 20:00 me puse a cenar la sopa de miso con puré y pan con atún y huevo y un plátano de postre. La sopa miso no me gustó nada, así que la dejé a medias, me comí el tofu y las algas y dejé el caldo.

A las 22:30 aun seguía despierta. Y yo que pensaba descansar en la isla y al final terminaba acostándome tarde y despertándome pronto.

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