miércoles, 23 de noviembre de 2016

Japón - Diario de viaje - Día 3 - Tokyo

Palacio Imperial - Tokyo Tower - Harajuku

Nos pusimos el despertador a las 7:30, aunque yo me desperté antes, pero como mi hermana necesita una hora para estirarse, más la hora de arreglarse… Al final salimos a las 9:45 hacia el Palacio Imperial.
Cogimos el metro de nuevo y me compré una botellita de agua en una vending machine por 100¥. Me la compré con dudas porque en la etiqueta tenía una flor y las había de varios colores. Por suerte sí que era agua.
Llegamos a las 10:30 a Takebashi Station y de ahí caminamos hasta el puente de acceso de Hirakawa-mon Gate, que está al norte del parque. Nuestro plan era ver los jardines de norte a sur para luego ir a la Tokyo Tower, al sur del Palacio.
Por la acera tenían como vallas de obras y al llegar al puente lo vimos totalmente vacío, solo había un par de guardias, por lo que dudamos si se podía entrar o no. Caminamos con cautela y al ver salir a una señora seguimos caminando y que fuera lo que fuese, si no se podía entrar ya nos lo harían saber. Pasamos sin problemas, ya que el acceso es gratuito y libre, pero como no había nadie, nos hizo dudar. Además, tras pasar la puerta, había como una valla y una taquilla, pero enseguida vimos el cartel avisando de que era gratuito. No éramos las únicas, los japoneses también se quedaban en la taquilla como mirando qué hacer.


Atravesamos el parque de norte a sur, pasando por cerezos que aún estaban por florecer y cuando alguno ya estaba florecido, veías a 50 japoneses debajo haciendo fotos.
Y Como allá donde fueres haz lo que vieres, nosotras también sucumbimos a la fiebre del cerezo y nos íbamos parando cada 2 por 3 en cada árbol y planta. Además tenían cartelitos con los nombres, por lo que era bastante interesante.
Antes de que fueran las 12 ya teníamos hambre, por lo que nos comimos una barrita de las compradas en Don quijote, mi hermana una soyjoy y yo una calorie mate.
Las barritas soyjoy, sin gluten, pensábamos que serían tipo cereales, pero no, era como un bizcocho denso y secote. La Calorie Mate, supuestamente era de chocolate, pero tenía poco sabor y era una especie de galleta densa y seca, de aspecto a galleta de perro. La verdad es que lo de mi hermana de chocolate con naranja sabía mejor que lo mio.

En pocos minutos llegamos a la puerta de salida, la Ote-mon Gate, pero nos dimos cuenta que nos habíamos saltado el jardín este, donde se encuentra el jardín Ninomaru, por lo que retrocedimos un trocito, hasta la bifurcación anterior.
En este lugar fuimos conscientes de hasta qué punto llevan al extremo las fotos las japonesas y lo estudiadas que tienen sus poses. Llegaban a cada punto de interés y realizaban las misma secuencia de poses en bucle.
A la 1 de la tarde nos dirigimos de nuevo a la puerta de salida, pasando por el museo de la colección Imperial, un edificio chiquitito donde exponían tapices y artesanias varias.
Al salir del recinto nos encontramos con una furgoneta verde con una especie de torreta sobre la que estaba un poli con megáfono dando direcciones a la gente. En japonés, claro. No entendimos nada, pero parecía que estaban simplemente diciéndole a la gente dónde tenían que ponerse para cruzar la calle. Muy raro… Nos quedamos un segundo preguntándonos si podíamos ir por la acera hacia el sur, para ver la otra entrada. Menos mal que a esas horas ya había más gente y nos limitamos a seguir al resto.


Seguimos caminando hacia el puente Nijubashi y empezamos a ver una gran cantidad de gente por la zona de la entrada al palacio Imperial.
En Internet había estado pendiende para reservar una visita guiada y cuando salieron para esa semana que estábamos en Tokyo aparecía como todo cerrado.
No sabíamos si había algún acto especial, el caso es que aquella zona estaba toda acotada con conos, policías y muchísima gente.
Las reservas hay que hacerlas con mucha antelación en la web http://sankan.kunaicho.go.jp/english/index.html. En la página no ponía nada cuando estábamos en Tokyo, pero ahora escribiendo el diario he buscado el día y parece ser que del 25 de marzo al 3 de abril abren al público la calle Inui, que pasa entre el palacio y el jardín.

A la 13:45 llegamos al puente y no pusimos a hacer una fotillos. Se nos acercaron unos turistas preguntándonos si sabíamos que había ahí, pero estábamos igual de perdidas que ellos. Me puse a grabar hasta que una horda de turistas, no sabemos si chinos, tailandeses, o de dónde exactamente, llegaron como locos empujando de mala manera. Hasta ese momento no había apenas nadie y de golpe se convirtió en una especie de concierto de urracas.
Por desgracia sufrimos a este tipo de turistas, que se presentaban en grupos ruidosos, durante todo el viaje.


Seguimos nuestro camino hacia el sur, hacia Hibiya e intentamos, antes de salir del recinto de los jardines, entrar a un baño, pero tuvimos que abortar porque aquello olía fatal.
Lo bueno de Tokyo es que hay baños públicos por todas partes, gratuitos y generalmente bastante limpios. Cuando tienen wc japonés es cuando hay más probabilidades de que esté sucio, ya que parece que no muchos atinan en el agujerito.
No tuvimos problemas en encontrar papel en todos ellos, aunque no había con qué secarse las manos.

Cuando llegamos a Hibiya Park, mi hermana ya estaba desesperada por fumar, así que al encontrar un rincón habilitado nos paramos allí y como eran las 14:30, aprovechamos para comer.
Había bancos en la parte alta del parque, junto al estanque. Solo tuvimos que esperar 5 minutos que desocuparan uno y allí que nos pusimos a comer.
Nuestro bento del día era jamón serrano con huevo duro y un onigiri. Lo que nos habíamos podido hacer sin cocinar.
Impresiona ver a los japoneses con su trípodes y unos teleobjetivos profesionales haciéndole fotos a los animalitos. Estaban en cada parque.


A las 15:00 nos pusimos de nuevo en marcha, pasando primero por los baños del parque. Cogimos el metro en Hibiya Station hasta Onarimon Station, ya que antes queríamos pasar por el templo Zōjō-ji. Eran solo dos paradas, pero con el pase diario no nos suponía nada y nos ahorraba una larga caminata.
Aún así nos tocó andar un poco para dar con la entrada al metro de la Mita Line, que es de la Toei Line, no de Metro.
En algunas estaciones se escuchan pajaritos en bucle, en esta no paraban de sonar y aún no hemos averiguado el motivo de estos sonidos en las estaciones japonesas.


Cuando llegamos al destino buscamos como siempre un ascensor. Lo bueno de los metros de Tokyo es que siempre suele haber ascensor o escaleras mecánicas, pero hay que buscarlas, ya que a veces están escondidas.
Además en las estaciones con puntos de interés cercanos, suelen señalizar muy bien las salidas. No hay pérdida posible.
Lo malo es que hay veces que subes con escalera mecánica y el siguiente tramo hay que subirlo andando, como nos pasó en esta estación. No tiene mucha lógica pero bueno.
Salimos del metro a las 15:30 y ya estaba empezando a refrescar.
Al llegar ya atardeciendo, el sol nos pillaba justo de cara y fue un poco difícil verlo bien, sobre todo poder hacer fotos y grabar vídeos decentes. Pero como anochece tan pronto, no quedaba más remedio.
Es un templo pequeñito pero tiene su encanto con las filas de estatuas Jizō, pequeñas estatuas que representan a los niños no nacidos. Mi hermana se adelantó en esta parte y vino diciendo que le daban mal rollo, porque nada más acercarse se habían puesto en movimiento todos os molinillos de viento que estos portan. A mi sin embargo me parecieron muy monos.


Atravesamos el templo para salir por detrás hacia la Tokyo Tower pasadas las 16:30, solo la vimos por fuera, ya que la entrada es cara para nuestros bolsillos y a mi hermana no le seducen nada los miradores, ya que tiene vértigo.
Seguimos caminando hacia la Kamiyacho Station, que estaba metida entre edificios y si no te fijas ni la ves y nos dirigimos hacia Harajuku, bajandonos en la Meijijingu-Mae Station. Llegamos en unos 25 minutos desde donde estábamos, siendo ya las 17:35, casi estaba anocheciendo. Mientras mi hermana fumaba justo a la salida del metro (salimos en el ascensor que da cerca al puente de acceso al Meiji ), vi cómo tenían ya una valla puesta en la entrada del santuario Meiji, para que no entrase nadie más. Sonaba una sirena para advertir a la gente del cierre inminente.
Cuando mi hermana terminó de fumar nos encaminamos a Takeshita dori, de camino vimos cómo estaba la estación de tren, llenita de gente. Me agobié solo de verlo, la gente aplastujada en los vagones y a saber cuanto tiempo estuvieron esperando en la entrada para poder entrar a los andenes, porque la fila no parecía moverse.
A las 17:45, ya era casi de noche y la calle estaba llena de gente.
Nos metimos en el Daiso, aunque no vimos todas las plantas porque había mucha gente y tenían muchas estanterías vacías. Salimos de allí a las 18:30 con una compra pequeña de chocolatinas, pestañas postizas de 3 tipos, cinta adhesiva para ojos y pegamento de pestañas. Todo por 648¥
No es que nosotras usemos todo eso, pero como era tan barato, queríamos probarlo y reirnos un rato.
Al salir ya era noche cerrada y se notaba menos gente por la calle.


Estuvimos mirando varias tiendas de crepes, de esos que tienen mil cosas dentro. Finalmente me decidí por uno de Angel Crepes. Tras un susto en el que no encontraba la cartera, pagé los 540¥ que valía y me dispuse a comerlo. Como está mal visto comer mientras se camina y esto caminando es un peligro, nos quedamos allí hasta que pude terminarlo. Me pedí uno con plátano, helado de chocolate, brownie y nata. Estaba bueno, pero el brownie no era tal, se parecía más a una soyjoy que a un brownie.
Buscamos la tienda de crepes sin gluten, pero tras meternos por un callejón totalmente deshabitado lo dimos por imposible. Se ve que esa tienda cerró hace meses y es que según fuimos descubriendo, muchos negocios no duran nada abiertos.


Atravesamos entera la calle de Takeshita y caminamos hacia Omotesando, girando de nuevo a la derecha en la esquina del Tokyu Plaza. Quería haber subido a la terraza del Starbucks que hay allí, ya que sale en varios doramas, pero me habría gustado hacerlo de día, para poder apreciar las vistas. Lo dejamos para otro día si pasábamos de nuevo por allí.
Encontramos el metro enseguida, aunque esta vez una entrada distinta de Meijijingu-Mae, con escaleras. Ya estábamos agotadas, y apenas eran las 19:30. Entre que viene el tren que es y se hace trasbordo, tardamos casi una hora en llegar desde Harajuku a Minami-senju, por lo que llegamos a las 20:20.

Cuando llegamos a nuestra estación caminamos por la acera de enfrente para poder ver los super mercados y aprovechamos para hacer compras de comida y cena en el que está tres calles antes de llegar al hotel, llamado Shimadaya, ya que era el más grande y con mejores precios.
Compramos la cena, desayuno y cosas básicas con las que hacernos la comida. Nos gastamos 2900¥ en 2 bollos, piña, melón, tempura, algo (que aún no se lo que era) rebozado listo para comer, sashimi, un yogur grande, ternera, pollo, lechuga, 3 zanahorias gigantes, 3 latas de maíz y 4 aguacates.
Algunas cosas tenían el 40% de descuento, ya que por las noches bajan los precios de las comidas preparadas y productos diarios.


En Japón casi no vimos productos enlatados y congelados, la mayoría era fresco y hasta la bollería tiene caducidades muy cortas, de dos o tres días como mucho. Suponemos que por eso hasta en los super grandes los carritos de la compra eran muy pequeños, porque hay que comprar más a diario.

Como el día siguiente comeríamos en el Curry house, no teníamos que cocinar, así que cenamos rapidito con lo que habíamos comprado rebajado en el super, aunque tampoco tenía mucha hambre después del crepe. Al final cenamos a las 10 de la noche, siempre se nos hacía tarde. Por más que intentábamos cenar pronto no había manera.


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