domingo, 19 de mayo de 2024

Japón 2023 - Diario de viaje - Día 10 - Kioto

Viernes 3 de marzo de 2023

Salí de mi hotel de Tokio a las 7:45 camino a la estación. Era sorprendente la poca gente que había por la calle, parecía un día festivo. 
Cada pocos metros me cruzaba con bolsas de basura formando montañas en el borde de la acera. No sé a qué hora pasarían a recogerlas, pero no termina de convencerme este sistema que tienen de dejarlo todo tirado, al alcance de cualquier animal.
En menos de 15 minutos llegué a la estación de Ueno y a las 8:15 ya iba en un tren hasta la estación de Tokio.
Tenía reserva en el shinkansen de las 8:33, en el hikari 635, asiento 19-D del coche 12.
Estaba todo reservado en ventanilla cuando hice la reserva, pero no quería arriesgar a ir sin ella y que estuviera muy lleno por ser viernes. Cuando llegué, mi coche estaba super lleno y mi asiento daba al pasillo. 
Aún no había emprendido la marcha, quedaban más de 5 minutos. Cuando vi que ya estaba todo el mundo sentado, me levanté y caminé hasta los vagones sin reserva, para ver si había algún asiento libre en ventanilla, en el lado que se ve el Fuji. Como viajaba con tan solo una mochila, pude moverme con tranquilidad.
Según avanzaba hasta los primeros coches, fui cotilleando lo que había en cada uno. En el 11 estaba el carrito de comidas y después varios green car, que estaban bastante vacíos.
Pasado el 8 había un espacio con varios empleados, donde había baño, lavabo y otros espacios comunes. En el 7 empezaban los coches sin reserva. Había un empleado en la puerta dando paso. El primero estaba muy lleno, así que continúe caminando.
Había asientos libres en la ventanilla derecha, pero como había más vagones, seguí por si estaban más vacíos los siguientes. Del 6 al 5 había baños, por lo que me parecía un buen lugar parar en el 5.
Estaba mucho más vacío que los vagones reservados, así que decidí quedarme en el coche 5, asiento 7E. Por suerte los asientos estaban agrupados de 2 a la derecha y 3 a la izquierda, así que fui sola todo el viaje.

Sobre las 8:45 pasó el carrito de comidas. Llevaba café, entre 350 y 400¥, botellitas de agua, galletas, bentos y sándwiches de cerdo empanado y tortilla. El único precio que tenían a la vista era el de café.
Cuando alguien lo paraba, le enseñaban cada cosa para que pudieran verlo bien. Este sistema lo han cambiado por uno de petición desde una app, aunque no tengo claro que funcione en todos los trenes.
Son muchas más las opciones de comida y bebida que hay antes de subirte al tren, y sobre todo, mucho más económicas que las que hay a bordo. No compensa comprar durante el viaje, a menos que hayas llegado sin tiempo de nada.
Como no había desayunado, aproveché para hacerlo en ese momento. Me comí el muffin de chocolate, que estaba un poco duro pero estaba bueno, la fruta con descuento, a la que le había añadido arándanos, y un zumo.

 

Sobre las 10 de la mañana pasamos por Nagoya. No se había visto el Fuji porque estaba nublado, pero 15 minutos más tarde, casi a las 10:30, se divisó a lo lejos.

A las 11:12 llegamos a Kioto. De camino al ascensor, aproveché para tirar la basura nada más salir al andén, donde había varios cubos de reciclaje, para no ir cargándola todo el día.
La estación estaba super llena de gente, así que no me entretuve y fui directa a la salida norte, pasando por la oficina de información turística, donde venden los pases diarios de bus.
Compré solo para un día, en la máquina que había justo en la puerta, con efectivo, porque no acepta tarjetas. El precio es de 700¥, por lo que compensa si haces más de 3 viajes. 
Estos pases han dejado de venderlos desde finales de 2023, por la saturación de turistas que hay en los buses. Como si esto fuese a solucionar el problema.

Eras las 11:38 cuando salí de la estación y hasta las 11:46 no salió el bus 206, que me llevaría a mi primera parada, el santuario Kitano Tenman-gū.
En este santuario había un festival de ciruelos que duraba hasta el 25 de febrero, pero esperaba encontrar aún algunas flores, ya que había visto que muchos ciruelos iban con retraso este año.

Como era mi primer viaje con la tarjeta diaria, la pasé por la máquina antes de salir, mientras la conductora me señalaba el espacio de la tarjeta IC (pasmo, suica, etc). En el primer viaje hay que pasarla para que imprima la fecha y hora en el pase y ya después solo hay que enseñarla al conductor, antes de bajar.
El viaje fue de media hora. Siempre se me olvida lo lento que es el transporte en Kioto.
Desde la parada del bus al templo fueron unos 10 minutos andando a paso ligero, que aproveché para comer una barrita soyjoy de plátano. No había nadie por la calle, estaba todo silencioso y tranquilo.


A las 12:25 ya estaba en el santuario. Entré por uno de los laterales, donde hay un tori de piedra, flanqueado por dos estatuas de leones y un ciruelo que aún estaba florecido.
El camino de entrada tenía varios ciruelos con lámparas de piedra. El suelo era de piedritas, por lo que había un ruido constante al pasar la gente. No había mucho turista, eran mayormente japoneses de edad avanzada.

 
Los ciruelos estaban florecidos, incluso algunos aún estaban llenos de capullos a punto de florecer. Los había en varios tonos del blanco al rosa fuerte.
Caminé tranquilamente, disfrutando de los colores de las flores, en contraste con las diferentes partes del santuario.


Había una zona con caminito pequeño de toris rojos, con varios paneles donde poner tablillas, que estaban abarrotadas. Me sorprendió que pudieran tener tantas sin que aquello se derrumbara.


Sobre las 13 llegué hasta una de las puertas de entrada la, Sanko-mon, donde justo en frente había unas esculturas de bueyes a ambos lados del camino, a los que la gente se acercaba para acariciarlos. Algunos les tocaban la cabeza y se tocaban luego la suya. 
Hay bueyes en diferentes puntos del santuario y siempre se acercaba alguien a sobarlos, tanto a los de piedra como a los de bronce.

 

Seguí caminando hasta llegar al jardín de ciruelos, que no era de acceso gratuito, costaba 1200¥, incluyendo té y dulces. También había un pase especial nocturno de 1100¥ para verlo iluminado.
Se veía desde fuera, así que hice alguna fotillo, ya que no me parecía que mereciese la pena sin poder disfrutar del té y los dulces.
Había bastantes ciruelos por todo el templo, aunque ahí había mucha más cantidad y estaban todos juntos.


Por todo el recinto se veían carteles para el uso de mascarillas, y dispensadores de gel hidroalcohólico. Japón estaba siendo mucho más conservador que el resto del mundo y aún tenían medidas estrictas para prevenir los contagios. Se notaba que apenas hacía pocos meses que habían abierto su país al turismo extranjero.
Por el camino de la salida principal, había puestos de comida y otras cosas, como kimonos de segunda mano. El camino es bastante largo y hay varios toris en el camino, con faroles de piedra a ambos lados.

 

Según salía del recinto, vi una puerta en una valla que daba al jardín de los ciruelos y pude verlo desde el extremo final. El jardín tiene un caminito de tierra y farolillos pequeños como pequeños globos transparentes, colgados de algunas ramas, que se iluminaban por la noche. De haberlo sabido igual habría dejado el templo para el atardecer. Los jardines iluminados suelen ser preciosos en estas épocas de floración o en otoño, con el cambio de color de hojas.

 

A las 13:45 ya estaba en la parada del bus 205 que me llevaría hasta Daitoku-ji Nedo.
Llegué a las 14:00 y caminé por el recinto sin entender muy bien en qué consistía este templo. No había ni un alma y la sensación era de que estaba todo cerrado.


Es como un espacio donde hay varios templos, en los que cobran entrada individualmente. Ni siquiera veía por dónde se entraba a muchos de ellos, ni al principal, que era al que quería entrar, que parecía cerrado. Tampoco se veía nadie dentro, ni se escuchaba un alma.
Tras 20 minutos de confusión, ya habiendo atravesado todo el recinto, decidí seguir a otro punto de los que tenía anotados en mi mapa.
Al salir, por el lado contrario al que había entrado, vi una caseta de información, cerrada, donde había un cartel con la información sobre el pago en cada uno de los templos que quieras visitar.
Ahí cerca había un banco, donde me senté un momento a descansar un poco y comer unas patatas fritas y algunos frutos secos. Una de las desventajas de viajar con intolerancias, no poder parar en cualquier sitio a comer cualquier cosa. 


A las 14:40 estaba esperando de nuevo el bus 205, en otra parada más adelante de donde me había bajado. En esta parada no había un indicador de minutos para la llegada del bus, sino un poste donde los diferentes buses cambiaban de posición en el panel, de forma mecánica. Me pareció super curioso.
En 5 minutos llegó el bus y por suerte pude encontrar asiento, ya que sería un trayecto de media hora.
Sobre las 14:50 se subieron montones de niños de uniforme con sus mochilas, que llenaron el bus hasta los topes.

 

Pensaba haberme bajado, en Shimogamo Shrine, donde había otro jardín de ciruelos y me pillaba de camino al siguiente punto, pero como se me estaba haciendo tarde, decidí ir directa al barrio de geishas.
Cuando me acercaba a la parada, en la calle Sanjo dori, me levanté y empecé a caminar hacia la salida. No parecía que la gente se moviera en absoluto al ver pasar a alguien camino a la puerta, ni diciendo sumimasen, así que me costó un poco poder salir de allí.

Caminé hasta la orilla del río Kamo, donde había un kawazu sakura justo al empezar el paseo desde esa calle. Justo debajo estaba un abuelito sentado en un banco, comiendo algo.
A lo largo del paseo hay varios bancos de piedra donde poder sentarte a descansar. En todos mis viajes a Kioto no había pasado por aquí caminando y me pareció un lugar bastante majo para relajarse un rato.
 

Desde ahí caminé hasta una callecita paralela, que forma parte del barrio de geishas de Pontocho. Eran las 15:30 y me parecía que aún era pronto para poder ver alguna, pero cuando estaba haciendo fotos de la calle, casi me llevo a una por delante al moverme hacia un lado. Caminaba tan deprisa, que ni la escuché acercarse y casi me embiste por detrás.
Unos 15 minutos después, vi dos maikos salir de una casa. Intenté seguirlas con discreción pero fue imposible porque iban casi corriendo, así que simplemente las vi alejarse y entrar a un restaurante cercano. 


Seguí caminando hacia el sur por el canal que tiene farolillos rojos, hasta llegar al puente Shijo-ohashi.
Esta es otra de las calles donde se suelen ver maikos y geishas, con casas tradicionales.
Las entradas tenían decoraciones de sakuras con farolillos rojos cubiertos con plásticos. Para mi gusto pierde un poco de encanto las remodelaciones que están haciendo a muchas de las casas, pero es un sitio agradable para pasear, sobre todo porque no se ve ni un solo turista.
El teatro de Miyagawachō estaba en obras y parecía que habían derribado el edificio entero, ya que había un espacio vacío, detrás de las vallas de obras.


Pasé junto a un crepería en la que tenía un cartel que era todo sin gluten, se llama Waco Crepes. No la tenía anotada, aunque en el grupo de celíacos hablan mucho de ella. Tenía muy buena pinta y decidí entrar al ver que tenían opciones veganas. Tenía intención de comer en un sitio de ramen, pero como se me estaba haciendo tarde, decidí parar a comer primero el postre o una merienda temprana.
Se podía comer en el sitio o pedirlo para llevar. Como estaba un poco cansada de caminar, me quedé allí. Apenas había gente, así que pude sentarme en cualquier parte. Me dieron el menú, todo en inglés, con todo explicado y las opciones veganas, con un suplemento añadido.

 

Los hacen de cero en el momento que lo pides. Tardan un  poco pero en unos 5 minutos ya tenía mi crepe de plátano con chocolate. El precio es de 1400¥, con un extra de 300¥ al llevar chocolate vegano.
Era carillo, pero mereció la pena porque estaba buenísimo y era muy grande. Bastante más grande que los que había comido en otros viajes. Acabé tan llena que no sabía si podría comer después un ramen.
Salí a las 16:45 y continué caminando por el barrio, con la ayuda del mapa de japonismo.
Desde allí llegué hasta el barrio de Gion. Vi los carteles de prohibido hacer fotos, justo en calles donde había gente grabando vídeos de sus bailes y otros esperando con teleobjetivos en algunas esquinas de esas mismas calles. Me paré unos minutos, por si estaban esperando alguna salida inminente, pero parecía que estaban ahí apostados indefinidamente.


Al rato vi un cartel que no había visto en el anterior viaje, prohibiendo tocar puertas, vallas y farolillos.
Me quedé bastante sorprendida, porque esto significa que más de uno ha estado abriendo puertas a lo loco en estas calles. Normal que en 2024 hayan prohibido el acceso a muchas de estas calles.

 

Desde allí caminé hasta Tatsumi Bridge. Es una zona que siempre se me olvida que existe en todos mis viajes y esta vez la tenía apuntada en el mapa para no irme sin verla.
Hay un pequeño santuario que aparece en la serie de Makanai, el Tatsumi-jinja Shrine, junto a un canal con farolillos rojos, donde hay montones de sakuras, en ese momento aún pelados.
Era casi las 18:00, por lo que estaba anocheciendo y la luz era escasa. 


Cuando estaba haciendo fotos, pasaron una geisha y una maiko, como siempre, a paso ligero. Decidí  ir en su dirección cuando las perdí de vista, por lo que estaba muy alejada de ellas, pero en un punto del camino, se dieron la vuelta y vinieron hacia mí, riéndose entre ellas. Supuse que se habían confundido de dirección y estaban retrocediendo.
Aproveché para echarme a un lado y quedarme quieta esperando que pasaran para grabarlas de espaldas.
Cuando ya desaparecieron, fui en su misma dirección, ya que me dirigía hacia esa misma calle, la principal que va hacia el santuario Yasaka, por donde estaba el restaurante de ramen sin gluten.
En esta calle me adelantó otra geisha con el turbo metido. No recuerdo que en otros años fueran todas tan rápido. Quizá es que ahora hay más turismo y van así para que nadie ose a pararlas.


Cerca de allí está Engine ramen, un restaurante de ramen donde tienen opciones sin gluten.
Está en una casita tradicional, en el piso superior, al que se accede por unas escaleras estrechas y empinadas.
Eran las 18:15, muy tarde para comer y muy pronto para cenar. Aún no tenía mucha hambre, pero estaba cansada y quería regresar al hotel desde allí. Hasta ahora no había podido ir a este restaurante y no quería dejarlo pasar otro año más.
Me senté en la barra, donde aún había sitio, hice mi pedido y me dispuse a esperar, ya que lo hacen al momento, justo delante de ti.
Me pusieron un vaso con hielos y lo que parecía agua. No me quedó muy claro, porque no era transparente. Aunque la luz no era muy buena en el local y no estaba segura si sería por el color del vaso.

 

Eran las 18:50 cuando me dieron el ramen, que estaba a temperatura infierno, así que lo estuve meneando un ratillo para que se fuera enfriando, y a las 19:10 terminé de comerlo, dejando el caldo, de lo llena que estaba. Me apreció que estaba muy bueno, aunque un poco fuerte para mi gusto. Teniendo en cuenta que me pica hasta el pimentón dulce, no estaba mal.
Me cobraron en la caja al salir, 1800¥.
Había pedido el ramen de 1200¥ de la carta, con el extra de 200¥ de fideos sin gluten, pero supongo que me pusieron el ramen de 1600¥, no se muy bien porqué.

Quería regresar pronto al hotel para madrugar, así que fui hacia la parada del bus que salía cerca de donde estaba, y me dejaba una calle antes de la estación de Kioto, cerca de mi hotel.
De camino al bus, un chico me paró para preguntarme si podía fotografiarme. Me dijo que le gustaba hacer fotos de gente que veía por la calle. Primero me habló en japonés y cuando vio mi cara de circunstancias lo hizo en inglés.
Parecía majo, pero no entendía porqué me estaba parando este año la gente por la calle, para cosas tan aleatorias. Soy de poco hacerme fotos y apenas me hago en los viajes. Me disculpé y rechacé su propuesta. Intentó convencerme hasta que le dije que también me había dedicado a la fotografía y que nunca me gustó hacerme fotos. Fue muy amable e intentó establecer una conversación sobre fotografía, pero ya estaba muy cansada y no sabía si pretendía venderme algo, soy bastante desconfiada, así que me despedí agradeciendo el ofrecimiento y seguí mi camino.


Eran las 19:25 cuando me subí al bus, para un trayecto de 10 minutos que me llevaría hasta el hotel JP INN Kyoto Ekimae Izutsucho, donde tenía que hacer el check-in para mi hotel, que era el JP INN Kyoto Ekimae Mongakucho, que está a menos de 200 metros del primero. Por el covid redujeron personal y donde me iba a alojar no tenían a nadie en recepción. 


Estas calles son estrechas, de casas bajas, sin farolas, ni aceras y donde apenas se ve nada. Las luces que hay son las de las casas. Según me acercaba, la calle se volvía más solitaria y llegó un punto en el que no había nadie a mi alrededor.
Llegué a las 19:45 y me tocó esperar unos minutos que atendieran a otra persona.
Me hicieron rellenar un formulario, me explicaron cómo se accedía al otro hotel, hicieron una fotocopia de mi pasaporte y me dieron la llave, atada a una botellita de gel hidroalcohólico.
Caminé unos minutos hasta mi hotel, al que entré encontrando la recepción vacía. No había nadie atendiendo pero había muchas cosas disponibles, como café y té, cepillos de dientes, tapones para los oídos, tenedores, palillos, toallas de varios tamaños, maquinilla de afeitar, peine y un bote con varios productos de limpieza. También había botes grandes de basura.
Eran las 20:00 cuando subía en el ascensor. Mi habitación era la 206, estaba en el segundo piso. La puerta tenía acceso con una llave normal, no electrónica.
Como el hotel lo había reservado a última hora, estaba muy bien de precio, 40€ una habitación para 4 personas, con microondas, hervidor de agua, nevera grande, lavadora y baño completo. Tenía dos camas muy grandes, aire acondicionado y purificador de aire, que estaba encendido cuando llegué. La tele también era grandota.
Lo único malo es que no había ni pijamas ni yukatas. En el baño había de todo, hasta cepillo del pelo. Estaba todo muy nuevo y moderno, con wc de chorritos y bañera programable.
También había un manual de uso de las cosas de la habitación; aire acondicionado, wc, bañera, incluso de las lámparas, y de cómo salir y entrar del hotel, cómo comunicarte con recepción, separación de basuras, con dibujos o fotos con ejemplos de lo que va en una basura o en otra. También alguna información de comportamiento en la ciudad, servicios de emergencia, taxis y otras cosas útiles. La verdad es que toda la información que había en el libro era muy interesante.

 

Cuando estaba mirando todo lo que tenía en mi habitación, me llegó un mensaje por booking preguntando cuando iba a llegar a hacer el check-in. Les contesté que ya estaba en la habitación. Nunca me había pasado algo así, debe ser que no les aparecía aún en el registro.

A las 11 me acosté y estuve un rato mirando qué hacer al día siguiente, mientras tenía de fondo, en la tele, Pretty woman en japonés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario