martes, 28 de febrero de 2017

Japón - Diario de viaje - Día 17 - Miyajima

Miyajima - Tokyo

Teníamos intención de salir del hotel a las 7:30 para que nos cundiera el tiempo que nos quedaba en la isla, pero como siempre mi hermana iba lenta y decidí salir yo sola hasta el tori, ya que empezaban a llegar los barcos y quería verlo sin gente.


Dejé todo recogido y la maleta preparada y me puse en marcha.
Los ciervos estaban aún medio dormidos, tumbados en el suelo, pero como no había gente el ambiente era muy distinto al día anterior. Estuve hasta las 8 grabando un poco, con el sonido de fondo del agua y los pájaros, sin gritos de gente ni pasos en la arena.




La marea estaba subiendo de nuevo, ya que había bajado a las 4 de la mañana. El tori ya estaba con agua, aunque el día estaba medio brumoso, el sol salía por detrás del monte Misen.
Estar allí con esa paz y tranquilidad me pareció increíble.


El santuario aún estaba sin agua, supongo que por eso había poquita gente, ya que todos querrán visitarlo rodeado de agua mientras sea posible.


A las 8:10 llegué al hotel y Laura ya estaba lista. Aprovechó mi llegada para comprarse un café en la máquina de al lado del hotel y fumar un cigarro antes de empezar el día.
Desde allí vio cómo bajaban de un ferry un montón de policías y se distribuían por las diferentes calles.
Mientras la esperaba grabé un poco la habitación y todos los detalles de conejitos que tenía, tanto en la tapicería de los cojines como en las figuras o cortinas de acceso al baño. La verdad es que la habitación nos pareció genial, con poca decoración pero con detalles muy chulos.

A las 8:35 salimos por fin de la habitación. Dejamos allí las maletas, junto a la recepción y nos encaminamos al santuario Itsukushima.
Por el camino vimos salir de un hotel a unos novios que se subían a un rickshaw. Nos quedamos mirando y una de las invitadas nos empezó a hablar, por los gestos nos estaba como diciendo que la novia estaba muy guapa. Nosotras le contestamos en inglés y asintiendo con una sonrisa. Mi hermana se enrolló a hablar con la señora, cada una en su idioma, alabando a la novia.


Como iban en nuestra misma dirección fuimos andando junto a ellos todo el trayecto que hacían hasta el santuario. Se pararon frente al tori para hacerse unas fotos, donde aproveché también a hacerlas, ya que estaban de película. Les precedía, caminando, un monje con una sombrilla roja plegada. Detrás iban todos los invitados.
Todo estaba muy tranquilo y bonito por el camino, salvo cuando pasamos junto a varios barrenderos recogiendo las caquitas de los ciervos. Todo tiene su gracia.


A las 9 entramos al santuario, previo pago de 300¥
Ya estaba rodeado de agua, por lo que el aspecto era bastante distinto. El santuario nos pareció precioso, aunque no era muy grande y se veía rápido, nos entretuvimos bastante con la boda. Se pararon a hacerse fotos con el tori de fondo y luego la familia entera con la pagoda de fondo.


El fotógrafo era una especie de mezcla entre Mr Bean y Pepe Viyuela, no paraba quieto, hablaba a toda leche muy alto con montón de aspavientos y chascarrillos y se iba medio tropezando con el trípode y se aturullaba con las luces y las manivelas. Todos los turistas estábamos alrededor de él con una gran sonrisa en la boca durante el proceso.


Cuando despejaron la zona que ocupaban los novios aquello empezaba a llenarse de turistas y se hacía más complicado ver las cosas, sobre todo acercarse al sitio más bonito para ver el tori, se formaba hasta cola para hacerse fotos.


A las 9:50 salimos del santuario en dirección al teleférico, porque ya se nos estaba haciendo tarde para subir al monte. Hay señales que indican el camino al “rope way” así que no hay pérdida.
Junto a la salida hay un puente que nos dejó alucinadas, ya que era tan empinado que no creímos fuese posible subir en una postura normal. No pudimos comprobarlo ya que tiene el acceso cerrado.


A los 5 minutos hicimos una parada en una tienda del camino para comprar un momiji manju, un bollito con forma de hoja de arce que estaban haciendo en ese momento. Había dos rellenos, de judías con piel y sin piel. Compré el que tenía piel, porque me parecía el más natural.


En el momento en que lo probé no sabía a qué me recordaba, pero ya había probado algo parecido. La parte del bollo era igual que el que me comí en Nakano, pero con el relleno de anko, esta vez menos dulce y mucho más bueno de sabor. Lo malo es que como siempre le ponen demasiado relleno y se hace pesado. Tenía un precio bastante majo, de 85¥.


Seguimos caminando hacia el teleférico, ya dejando las casas y entrando en el monte, cuesta arriba, llegamos a un claro con ciervos tumbados bajo los árboles. Como estaban muy monos, sin gente, pensamos en hacernos fotos dándoles de comer unas nueces que tenía mi hermana, pero cuando se puso a sacarlas, tardó demasiado y cuando me quise dar cuenta venían montones de ciervos corriendo de no se donde. Hasta apagué la cámara de la impresión de verlos venir corriendo y rodear a Laura.


Uno le dio con los cuernos (menos mal que en esta época casi no tienen) por detrás y se le intentaron subir encima. Para colmo solo sacó una nuez, después de montar tal escándalo, y cuando se la fue a dar a uno pequeñito, se le cayó y se la comió otro a la vez que otro ciervo golpeaba con la cabeza al que tenía al lado… Vamos, que aquello era como para sacar la bolsa entera, daban un poco de miedito.


Ahí mismo estaban las taquillas, que en realidad era como una tienda. El ticket de ida y vuelta era 1800¥. Solo ida vale 1000¥ por si se quiere subir en teleférico y bajar andando. Con lo bonito que es el monte, me habría encantado poder hacerlo.  Abre de 9:00 a 17:00.
Nosotras cogimos el de ida y vuelta, ya que el día anterior había empezado a dolerme la rodilla y ya iba un poco perjudicada. Además no teníamos mucho tiempo, ya que queríamos salir de la isla a las 12 para no arriesgarnos a perder el shinkanshen a Tokyo.

Tardamos 10 minutos en llegar a la entrada del teleférico desde la taquilla, era cuesta arriba y encima tenía bastantes escaleras, en las que ya había cola.
A la señora que nos vendió las entradas le entendimos que nos diésemos prisa porque salían ya, pero en realidad van saliendo las cabinas una detrás de otra, por lo que la cola va avanzando rápidamente.

En los carteles indicativos ponía que en cada cabina entraban 8 personas, pero ni de broma, 6 como mucho y yo ya me daba con las rodillas con la persona de delante, por lo que tenía que ir un poco girada.


Nos subimos a las 10:23. Aquello subía en una pendiente muy pronunciada y nos pareció un camino tan largo que no creíamos haber podido hacerlo andando ni estando en buenas condiciones físicas, ya que tenía pinta de ser más de 3 horas de caminata.
El sol empezaba a salir y aquello al estar cerrado se caldeó bastante y nos empezamos a asar, ya que llevábamos manga larga.

A las 10:33 llegamos, justo 10 minutos de trayecto, pero no era la cima, por lo que quedaba coger otro más. De nuevo tuvimos que subir unas escaleras, por lo que casi tenía que ir a la pata coja, agarrándome a la barandilla como los abueletes.


La siguiente cabina era grande, con poco asiento, pensado para ir de pie y para unas 20 personas. Salió a las 10:38 ya por el otro lado del monte. Nada más salir de la estación se divisaron las islas entre la bruma de una forma espectacular que levantaron voces de asombro de todos los pasajeros. Laura decía que parecía la isla de Luke, de Star Wars, friki que es ella.
Este tramo era más pequeño y llegamos a las 10:42. Toda la subida fueron 20 minutos.
De nuevo tuvimos que subir escaleras para salir de la estación.


Nada más salir, encuentras un mapa con tiempo orientativos de las distancias hasta los puntos de interés.
Nos dirigimos antes de nada al mirador y lo primero que ves es un cartel enorme de cuidado con las serpientes y las avispas venenosas. Empezamos bien.
Para subir al mirador hay que subir escaleras y estas además a veces son piedras que hay que medio escalar con cuidado para no matarte.
Lo que nos pareció genial es que no solo te indican donde está cada isla, sino que hay un tubito con el nombre de la isla que se ve si miras por ahí, así no hay equivocación posible.


A las 11 regresamos al mapa para ver por donde ir, pero ya nos estaba dando agobio por la hora que era, ya que el viaje a Tokyo era demasiado largo como para perder el tren.
Supuestamente a 600 metros estaba el primer templo, el de la llama eterna. Decidimos intentarlo, ya que no parecía estar muy lejos. Nos cruzamos con un ciervo con cuernos al que Laura le dio una nuez y nos siguió un ratillo por si caía otra.


Lo curioso del campo es que la gente se saluda, por lo que hay que responder con un "konichiwa" para no resultar groseros.
El camino era en cuesta, bastante irregular, con bajadas de piedras o entre rocas. 20 minutos más tarde vimos que estábamos muertas y no llegábamos a ninguna parte, por lo que abortamos y decidimos regresar.
A las 11:30 estábamos en la estación esperando una cabina. Llegamos abajo del todo a las 11:53.

Después de más de 10 días de viaje por fin se le había quedado a Laura la costumbre de no gritar al hablar y cuando grabé un pequeño vídeo en la cabina escuchaba más a los japoneses que a ella.
En mi casa, como en muchos lugares de España, se habla a voces, menos yo, que ando todo el día diciéndoles que chillen bajito.


Cuando bajábamos la cuesta al salir del teleférico, vimos el bus gratuito que hay para ir hasta el teleférico, pero entre lo que hay que esperar para subir y esperar hasta que sale, pensamos que tardaríamos lo mismo andando, por lo que continuamos a pie. Además habíamos subido con prisas y queríamos ver bien un puente rojo con una cascadita muy mona.
Para nuestra sorpresa, en el río había un hombre barriendo, dentro del agua.


Queríamos pasar también por la tienda donde compramos el bollito a la subida, pero no fuimos capaces de encontrarlo, ya que bajamos por otro lado, pero si que pasamos por un puesto que vendía melonpan con helado dentro. Por 400¥ me parecía un poco caro así que decidí pasar y probar a buscar el helado para ponerselo al que me compro en los desayunos.


A las 12:10 ya pasábamos por el santuario, un poco agobiadas ya con la hora y sin pararnos mucho, porque además queríamos pasarnos a por unas ostras.
A esa hora ya estaba todo muy lleno de gente.


5 minutos más tarde llegamos a la tienda donde vendían las ostras. Eran 2 por 400¥, aunque las que tenían solo limón eran 450¥. Enseñamos el papelito sobre el gluten y nos dijeron que esas no tenían nada y eran seguras, así que pudo comprarlas sin problema. Pagamos y nos dijeron que pasásemos dentro a comerlas.


Estaban ardiendo y aún soplando salía humillo, pero como no podíamos esperar mucho se las empezó a comer. Te las daban con un palillo, por lo que supusimos que se comían de golpe. Así lo hizo y casi se abrasa la boca, hasta empezó a caersele el moquillo del calor que estaba pasando. Entre lo que quemaba eso y la risa que nos dio, no se como no se le cayó de la boca.
Le gustaron mucho y eso que olían a mar, pero luego resultaron estar buenas.


Cuando se las terminó caminamos hacia el hotel por la calle paralela al paseo junto al mar, que es donde está la cuchara gigante. Ya pensaba que no la vería, pero ahí estaba, entre las tiendas.
Íbamos con prisas pero aproveché para ir buscando los bollitos con forma de hoja y alubias, sin mucho éxito, ya que no solo eran más caras, sino que tenían peor pinta. Hasta las vendían rebozadas y fritas. Es sorprendente la de cosas fritas que venden en los puestos callejeros en Japón.
La calle estaba como techada ya que tenían un entramado de toldos, tendidos de un lado al otro de la estrecha calle, que daban sombra durante todo el camino.

Llegamos al hotel a las 12:30, recogimos las maletas, ayudándonos la señora a bajarlas y se despidió de nosotras en la puerta. No tardamos nada en llegar al ferry, ya que lo teníamos al lado. Enseñamos nuestro JRP y nos pusimos a la cola, ya que estaban desembarcando en ese momento. A las 12:44 ya nos dieron acceso. La organización en los transportes, sea cual sea, siempre es muy eficiente.
Nos pusimos de nuevo en la planta de abajo, para poder estar con las maletas, atándolas en una zona que parecía para sillas de ruedas, para que no fuesen dando tumbos.



Si no os da tiempo a comprar bebidas antes, no os preocupéis, dentro del barco también hay máquinas. Laura entró al baño del barco y como me quedé guardando las maletas no pude grabar antes de que zarpase, ni ver apenas las vistas del tori alejándose, aunque con el viento se hacía un poco difícil.
Al llegar, desaté mi maleta y salí rápido para grabar a Laura mientras salía del ferry y me extrañó que tardase tanto, cuando la veo salir con tres maletas. Me había olvidado de mi maleta pequeña, la de mano. La que habría liado de no haberse dado cuenta.


Fuimos sin demora al tren, de nuevo a Hiroshima y allí cogimos un shinkansen hasta shin-kobe para ir a Tokyo. No hay trenes directos a Tokyo desde Hiroshima a menos que sea a primera hora de la mañana. Por lo menos de los que se pueden coger con el JRP.
Fuimos en un Sakura 552, también con detalles en madera, con aspecto más antiguo que el Hikari, con salida a las 13:56 y llegada a las 15:10. Comimos ahí nuestro bento, ya que aún teníamos arroz y sobras de carne, nada más subirnos, como es costumbre.
Es curioso que siempre que nos subíamos a un tren de este tipo, enseguida se pone todo el mundo a comer, sea la hora que sea.

En shin-kobe bajamos y en el mismo andén (solo tiene dos, uno para cada sentido), cogíamos el otro shinkansen, por lo que era muy cómodo. Solo tuvimos que esperar 15 minutos, ya que salía a las 15:25. Laura aprovechó para comprarse un café de máquina.

El siguiente tren era un Hikari 474. En el horario que le dimos al hombre para las reservas de asientos, le puse al lado “fuji side” y cumplió, nos puso en el lado por el que se ve el monte.
A las 17:48 divisamos el Fuji, aunque como la vez anterior estaba nublado y se veía poco. Además estaba atardeciendo, por lo que la luz era escasa. Aunque lo veíamos desde el asiento, preferí levantarme para verlo desde la puerta, ya que se ve mucho mejor.
Si no os lo queréis perder, lo mejor es hacer uso del google maps. Si tenéis bajados los mapas sin conexión, se puede ir viendo cuanto queda para llegar.
Cuando pasamos el túnel, a las 18:13, se veía con el rosado del atardecer, pero fue imposible grabarlo, ya que estaba oscuro y al pasar por vallas se desenfocaba y era imposible. Una pena, porque con esa luz, aunque lejos, se veía precioso.


Llegamos a Tokyo Station a las 19:15 y cogimos el tren para ir hasta minami-senju, donde teníamos el hotel. Esta vez nos alojaríamos en Hotel Palace Japan, un poco más cerca de la estación que el primero.

La señora de recepción hablaba perfecto inglés, el mejor que habíamos visto en todo el viaje y hablaba mucho sobre viajes y se interesó hasta por el origen de mi nombre. Nos comentó que como íbamos a estar en la 5 planta que es mixta, teníamos un wc para chicas y las duchas comunes, pero que nos recomendaba subir a ducharnos a la 8ª planta, ya que es solo de habitaciones individuales para chicas y tendríamos más cosas en el baño, como secadores de pelo, etc. Además podíamos acceder a una terraza con vistas al Skytree.

Cuando se quiso dar cuenta ni nos había dado las llaves de la habitación de lo inmersa que estaba en la conversación. Subimos a las 19:40 y nos instalamos. Nos tocó la habitación 504, con camas en litera y muy poco pasillo, ocupado junto a la ventana por una mesa con una banqueta y la neverita justo debajo. La nevera era mucho más pequeña que la de cualquier otro hotel. Al igual que la habitación, era super estrecha y no teníamos forma de dejar las dos maletas en el suelo. Por suerte había dos taquillas empotradas donde pude dejar la mía abierta. Aquí es donde más agradecí las bolsas organizadoras de viaje, me hicieron más fácil poder sacar la ropa sin desordenar toda la maleta.
La litera era muy alta y como estaba ya con la rodilla chunga, mi hermana tuvo que cogerse la de arriba. Cada una tenía su lamparita, enchufes y una tv con mando.


La kitchenette que ponía en la web que tenía cada planta, era una especie de habitación con un fregadero y una nevera atiborrada de cosas, así que no le vimos mucho uso.
Dejamos las maletas, nos preparamos las mochilas y exploramos un poco el hotel antes de salir a comprar.
El baño tenía luces automáticas, por lo que a veces tenías que mover los brazos cuando te dejaba a oscuras. Y lo más incómodo era la ducha, que tenías que estar pulsando a cada rato para que saliese agua. Tampoco se podían usar entre las 9 y 10 de la mañana, que era la hora en que hacen la limpieza.
Subimos a la octava planta para ver los baños de chicas y las vistas. En esta planta había una bañera y dos duchas, que eran del mismo estilo que en el otro hotel, con un descansillo para cambiarte de ropa y la ducha después. La mayor diferencia es que las duchas estaban dentro del cuarto de los lavabos. En el otro hotel tenían entrada directa desde el pasillo.
En nuestra planta además había un wc con lavabo a parte, solo para chicas, que estaba totalmente automatizado. Según abrías la puerta se encendía la luz y se subía la tapa del wc.


A las 20:00, tras cotillear todo lo que tenía el hotel, nos fuimos al Daiso del pequeño centro comercial que hay junto a la estación. Queríamos comprar algunas cositas para traernos a casa y aquí es donde mejor precio tienen, como un todo 100 pero de mejor calidad. Estuvimos casi una hora, hasta las 9, que salimos rápidamente porque parecía que estaban cerrando, aunque aún había gente en las cajas.

Compramos; una bolsa de chuches variadas, 10 aspitos de distintos sabores, una bolsa de doritos con aguacate y crema de queso, un bolsito rojo con forma de pez, 2 paquetes de papel de origami, posit marcadores con forma de gatitos, un abanico, una cajita de chocolatinas de Milky (yo la llamaba la niña poseída), washi tapes, un reloj de cocina con forma de osito Rilakkuma (que está durando más que ninguno de los que hemos comprado anteriormente), una bolsita de galletas con chocolate, un paquete de papel quita brillos para la cara y una troqueladora pequeña con forma de cara para los onigiris. Nos gastamos 1404¥ en artículos, cada uno a 108¥.


Saliendo pasamos por un super grande, entramos a hacer la compra del día siguiente, pero no tenían de todo, así que compré el Van Houten (93¥) y dos melon pan, normal y con choco (100¥ cada uno).
De allí nos fuimos al hotel. Como no habíamos encontrado el zumo y el yogur, pasamos antes por el super de la esquina y de camino un mendigo se acercó de manera rara a nosotras diciendo algo sobre monedas que no entendimos.
Entramos al super, donde compramos una bandejita de piña cortada, un zumo y un yogur grande. Total 573¥.


Cuando estábamos mirando los zumos, un señor mayor se acercó a Laura para coger un zumo, acercándose peligrosamente a ella. De pronto pegó un salto diciendo: “Que me ha tocado una teta”. Casi nos morimos de risa por lo inesperado del tema.
Parece ser que el de hacía un rato había hecho lo mismo, pero pensó que había sido accidental. Se ve que los mendigos de Tokio no son tan inofensivos como nos los pintan, así que si tenéis curvas abundantes, andaros con ojo, porque lo hacen disimuladamente, como por accidente, pero de accidente nada.

Regresamos al hotel para prepararnos la cena. La cocina en este hotel está al fondo de la planta baja. Es más moderna pero pequeñita y difícilmente pueden estar cocinando dos personas. Tampoco vimos que tuviese hervidor de arroz.
La señora vino con un cliente recién llegado enseñándole la cocina y nos preguntó si estábamos haciendo paella. Toma topicazo, no se parecía en nada a una paella, ya que era una sopa, pero bueno. Mientras se cocinaba Laura salió a fumar con un té que se había hecho (hay té y café gratis), a la terraza que hay justo ahí, aunque no sabía muy bien cómo salir y al final le abrió alguien que ya estaba fuera. No sabemos si necesitaba una llave o algo.

A las 10:45 ya estábamos en la habitación. Pasé fotos y vídeos y nos acostamos, Laura se quedó un rato leyendo y yo viendo la tv japonesa, que así acostadita como que era de lo más relajante.


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