martes, 14 de febrero de 2017

Japón - Diario de viaje - Día 15 - Osaka

Osaka


Como el día amaneció lloviendo, nos lo tomamos con calma y salimos a eso de las 9:30.
Durante el desayuno aproveché para grabar un poco de la tv japonesa, que es de lo más extraña. Siempre ponían cosas tipo cámara oculta, de recreación de hechos delictivos o programas en los que charlan varias personas o comentan algo mientras les muestran en cuadros pequeños para que veamos sus caras de lo que están viendo y comentan.

Como esta vez no cogeríamos un shinkansen, nos tocó andar más dentro de la estación ya que es enorme y los trenes de cercanías nos pillaban en la otra punta.
Cogimos un tren en shin-osaka hacia la estación de Osaka, con una sola parada, y ahí íbamos a coger la loop line, pero vino primero un rapid service y nos subimos, aunque tuvimos que bajarnos más adelante, para esperar el de la loop line, ya que terminaba el servicio antes de llegar a Osakajokoen Station, la estación que más cerca nos dejaba del castillo. Hay que tener en cuenta que por la misma vía pasan distintos trenes con diferentes destinos, por lo que hay que fijarse siempre en el nombre del tren o en los carteles de las vías.




Nos movíamos eligiendo líneas de JR para no gastar más dinero en transportes, mirando el itinerario en el Google maps.
A las 10:25 llegamos a la estación de Osakajokoen, y salimos por una gran escalera dirección al castillo. Llovía a mares y estaba todo encharcadísimo, pero no nos quedaba otra si queríamos ver algo.
Habíamos llevado paraguas a Japón, pero preferí utilizar uno de los que nos dejaban en el apartamento, de los transparentes, para así poder ver todo mejor. Lo malo es que no los venden plegables. Los fui buscando durante todo el viaje para traerme uno a casa y no deben existir.


Nos dispusimos a caminar el más de 1 kilómetro hasta el castillo. Aunque no teníamos intención de entrar, sí queríamos verlo por fuera.
Por el camino todos los cerezos estaban perdiendo las flores y el agua arrastraba los pétalos. La verdad es que era bonito, aunque llovía con intensidad y era difícil moverse. La calle estaba con ríos de agua, en los que te veías atrapado sin esperarlo. 


Pasamos por un campo de baseball y giramos a la izquierda para encontrarnos con la parte exterior del castillo y seguir hacia el este hasta el puente. El camino al castillo estaba bien señalizado y no éramos las únicas que estábamos allí, aunque sí éramos muy poquitos.
Cuando llegamos a la primera puerta, a las 10:45, ya teníamos empapados los pantalones más arriba de las rodillas. Laura tenía los pies totalmente mojados, pero como a mi se me habían roto las zapatillas hacía un par de días, llevaba las de montaña y al menos no sentía humedad en los pies.


Aprovechamos el cobijo de la puerta para descansar un segundo antes de seguir bajo la intensa lluvia. Era bastante complicado grabar y hacer fotos sujetando a la vez un paraguas.
Continuamos hasta el puente, donde nos detuvimos un momento para hacer unas fotos.


A las 11:05, poco después de atravesar el puente y casi a punto de llegar al castillo, decidimos abortar misión porque Laura empezaba a tener mojada la espalda y ya peligraba su salud.
Cuando atravesábamos el puente de regreso, nos dimos cuenta que los edificios que se veían desde ahí desaparecían entre las nubes. Hasta pudimos ver cómo un avión pasaba super bajito, atravesando unas nubes entre edificios. Tan bajito que daba miedo, aunque fue bastante espectacular verlo. 


A las 11:35 llegamos a la estación y nos encaminamos a uno de los centros comerciales que hay en la estación de Tennoji, siguiendo el recorrido en la loop line de JR. Nos vimos todas las plantas, mientras nos íbamos secando un poco. En la última planta estaban los restaurantes y ojeamos un poco, pero al final no nos decidimos a entrar ni en el Starbucks porque Laura tampoco tenía muchas ganas. Buscamos la sala de fumadores y descansamos allí un ratillo, admirando las vistas que teníamos desde la ventana junto a la sala.


No vimos nada interesante en el centro comercial, ya que era casi del estilo del corte inglés, salvo por las librerías con montones de mangas y las tiendas de productos de belleza. Ni que decir que Laura se compró unas cuantas cosillas en una de estas tiendas.

Estábamos intentando encontrar un sitio donde poder comer nuestro bento, pero no había bancos en los centros comerciales donde poder hacerlo y quedaban descartados los restaurantes, ya que no había opciones sin gluten y eso que los había estado buscando la noche anterior por Internet.

De allí nos fuimos a Shinsekai, un barrio donde había leído que recordaba mucho a Blade Runner, cogiendo el tren para hacer una sola parada en Shin-Imamiya. Llegamos pasadas las 14:00 y de camino entramos en un Daiso, en el que no vimos mucha cosa. De hecho solo nos gastamos 216¥.


A las 14:40 llegamos a la zona de los restaurantes donde se veía ya más cerca la torre Tsūtenkaku. Estaba bastante vacío todo, por la lluvia. Dimos una vuelta, luchando no solo con la lluvia sino con el viento, que ya si hacía imposible ver nada. Lo único bueno era que al estar tan oscuro, tenían encendidas las luces y se veía todo mucho más bonito.


Con el aire empezamos a ver cada vez más a gente peleando con paraguas rotos o en bici con un paraguas al que le faltaba la mitad o estaba prácticamente cerrado de lo destrozado que lo tenían.
A las 15:00 regresamos a la estación, atravesando el techado que tenía el edificio del Spa World, para ir un poco más resguardadas.


Cogimos el tren hasta la estación de Osaka, completando así casi el círculo que da la loop line por la ciudad, para ir a la zona del Umeda Sky Building. Llegamos a las 15:30.
En la salida del tren nos topamos con una escalera mecánica que cambiaba de escalones a parte lisa y de nuevo a escalera. Mi hermana se reía de mi, pero me pareció de lo más curiosa.

Nos tiramos un buen rato buscando la oficina de cambio de Travelex, ya que quería cambiar 100€ que aún me quedaban. Dimos mil vueltas por los centros comerciales subterráneos y elevados, que se unían entre ellos con puentes. Tuvimos que salir a la calle con ayuda del gps para encontrar la entrada, que era en el centro comercial Grand Front Osaka, en la zona subterránea, pero justo bajando por la puerta exterior, que fue donde por fin vimos el cartel.
Fue un poco agobio dar vueltas con esas condiciones climáticas.


Tampoco habíamos encontrado ningún sitio para comer y ya eran las 16:00. Hasta nos habíamos planteado coger un shinkansen ida y vuelta para poder comer resguardadas, ya a la desesperada. Ir a casa no era una opción porque Laura no querría volver a salir, ya que estaba muy cansada.
El cambio era bastante peor que los anteriores, a 118,03¥ pero no conocía otro lugar y este fue el que me indicaron en el foro de los viajeros. Aquí ni me pidieron pasaporte ni me hicieron rellenar nada, simplemente entregué el dinero y me dieron los yenes con un ticket y listo.
Justo en frente de la taquilla de cambio había un lugar para sentarse donde estaban comiendo varias personas con niños. Después de tanto buscar ambas cosas, las teníamos juntas, no dábamos crédito.

Estuvimos ahí hasta las 16:30, donde comimos, y salimos de nuevo a la calle para no perdernos, dirección a un Mister Donut, que aún no había tenido la oportunidad de probar y había uno cerca. En 10 minutos estábamos allí.


Estaba lleno a más no poder, pero encontramos una mesa vacía y nos sentamos antes de que nos la quitaran. Había bastante ruido, todo lleno de grupos de jóvenes bastante ruidosos.
Me acerqué al mostrador para ver que me llamaba la atención y tras un rato de indecisión pedí dos distintos, con señas, porque no sabían nada de inglés y un café solo para mi hermana, que me costó hacerle entender que lo quería solo, black, only coffee...ya no sabía cómo decirlo, pero al final me lo dio bien y Laura no tuvo problemas.
El café eran 302¥ y los donuts 140 y 162¥. El total fue de 604¥

Uno de los donuts era glaseado con forma de bolitas en círculo. Estaba como gomoso, mitad donuts mitad mochi. El otro era una especie de mezcla entre donuts y hojaldre, con una especie de nata dentro y chocolate por encima. La verdad es que no estaban malos, pero no eran nada del otro mundo y en comparación los melon pan están mucho más buenos.
El café sabía igual que el de lata, pero por el triple de precio. Se ve que en Japón el café es todo de este tipo y solo se puede tomar café decente en Starbucks.

A las 17:15 ya íbamos camino al Umeda Sky Building. Cuando salíamos del centro comercial donde estaba el Mr donut, vimos una tienda de gatos. No de animales, sino de todo relacionado con gatos, incluso la música era de gatos y tenían máquinas gachapon de gatos en la puerta. La fiebre con los gatos de este país es de lo más extraña.


Caminamos entre la lluvia y el viento hacia el famoso edificio. No pensábamos subir al mirador, ya que mi hermana no tenía interés y el tiempo tampoco acompañaba. Pero el acceso al mirador interior es gratuito y allí que nos fuimos.
Llegamos a las 17:35, tras pasar por un túnel que atraviesa las vías de tren, bastante lleno de gente por la lluvia, salimos casi a la base del edificio.

Laura aprovechó para fumar antes de entrar y siguiendo las señales del mirador “floating garden”, entramos, subimos unas escaleras mecánicas al primer piso y ahí cogimos el ascensor. Ya desde ahí se pueden apreciar las vistas, pero lo interesante está en el último tramo, la escalera flotante que hay entre las dos torres del edificio. Si se tiene vértigo puede ser un poco estresante, porque se ve bastante a los lados, aunque no tanto como para obtener una vista panorámica.

Estas escaleras desembocan en una planta en forma de anillo que une los dos edificios y hace de mirador. Hay restaurantes y una zona con ventanas de acceso gratuito a ambos lados de la zona donde venden recuerdos y los tickets del mirador. Son unas pequeñas ventanas redondas, que no son igual que una ventana panorámica, pero es gratis y merece la pena. Nosotras no pudimos disfrutarlas porque estaba lloviendo demasiado y no se veía mucho. Además cuando estaba grabando se me acercó una pareja para preguntar por el mirador, porque no tenían muy claro si estaba abierto o no.
Supuse que el mirador al aire libre estaría cerrado, pero eran dos pisos y para ver lo mismo que desde esas ventanitas, tampoco merecía mucho la pena hacer el gasto.


Por la distracción no grabé casi nada desde allí, ya que además Laura estaba con ganas de irse a casa, porque estaba agotada y es poco amiga de las alturas. No vi, hasta después en el vídeo, que había dos zonas de ventanas, por lo que solo vimos Osaka por un lateral del edificio y nos perdimos el otro, si es que este también tenía acceso gratuito, que no lo pudimos confirmar.


Bajamos por las escaleras mecánicas a las 17:55. Cada vez estaba más oscuro y seguía lloviendo. Mientras bajábamos, no se le ocurre a Laura nada mejor que decir que qué pasaría si hubiese un terremoto en ese momento, bajando en una escalera en medio de la nada. Ahí, para que le dé más miedo aún.

En menos de 4 minutos que tardamos del edificio al túnel nos volvimos a calar enteras, por el tremendo viento que hacía. Los paraguas no servían de nada, porque venía la lluvia por los lados.
Hasta vimos paraguas destrozados tirados en el suelo del túnel, abandonados totalmente, ya inservibles.


Volvimos a la estación de Osaka, lo más rápido que pudimos y cogimos un tren a shin-osaka. A las 18:30 ya estábamos en el Lawson de al lado de casa comprando el desayuno para el día siguiente, que haríamos seguramente en el tren camino a Hiroshima.
Compramos un zumo de medio litro, un paquete con dos melon pan, un yogur y una botellita de agua, todo a 108¥, menos el agua que fueron 59¥. Total 383¥

Llegamos a casa y como a la hora Laura salió a la tienda grandota de enfrente a mirar cremas y maquillaje. Regresó a las 20:30 con 4000¥ menos.
Cuando se dio cuenta tenía el pantalón roto en la entrepierna y tuvo que ponerse a coser con el kit de costura que habíamos comprado en Tokyo. Está claro que estábamos andando más que en 5 años seguidos y nuestra ropa ya estaba diciendo basta.
Preparamos la cena y la comida del día siguiente, recogimos todo un poco e hicimos maletas.

Yo no se como se las apaña Laura, pero su maleta seguía llena de comida y no quería dejar nada ahí, por lo que le costó más cerrarla que antes de venir. A las 23:00 mi hermana seguía trajinando y yo ya quería irme a dormir, porque teníamos que estar a las 8 en la estación para coger el shinkansen a Hiroshima.

Aunque el apartamento no estaba todo lo limpio que debería y el baño y la cocina necesitaban una reforma, nos gustó mucho la experiencia y la zona dónde estaba la casa. Nos pareció un acierto haber cogido un sitio cerca del shinkansen, que al fin y al cabo era el tren que más utilizamos y no solo ahorramos dinero, al ser más económico que otras zonas más turísticas, sino tiempo. Y ganamos por el ambiente residencial con sus comercios más asequibles.


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