martes, 21 de febrero de 2017

Japón - Diario de viaje - Día 16 - Hiroshima y Miyajima

Hiroshima y Miyajima

Madrugamos bastante para recoger las últimas cosas y salir temprano, con tiempo de sobra para evitar que mi hermana se retrasara, ya que teníamos asiento reservado y no podíamos perderlo.
Por suerte no llovía y como ya conocíamos de sobra el camino con ascensores, no tardamos mucho.
Llegamos antes de la hora y mientras esperábamos Laura se compró un café de máquina para el desayuno. Total, tenía el mismo sabor que el del tren y se ahorraba los 300¥.




El tren esta vez era un Sakura 547, el primero que cogíamos de este tipo, que salía a las 8:04 con llegada a las 9:34 a Hiroshima.
Acomodamos nuestras maletas arriba sin problema. El tren era como más viejito que el Hikari, con detalles en madera y una tapicería un poco más feucha.
A las 8:10 ya estábamos desayunando, melon pan con zumo y Laura un yogur con dátiles traídos de casa. El zumo tenía un aspecto extraño, como si tuviese leche y nos asustamos pensando que podría tener gluten, por lo que tuvimos que hacer uso del traductor de google para estar seguras.
Esta costumbre japonesa de según se entra a un shinkansen ponerse a comer, nos gusta mucho.

Cuando llegamos a Hiroshima salimos buscando las taquillas, ya que íbamos a dejar las maletas para pasar allí la mañana, y enseguida se nos acercó una señora ofreciendo su ayuda. Había unos cuantos voluntarios y equipos de tv, que hasta nos grabaron mientras hablábamos con la señora. Ni idea de para qué sería.
Nos comentó que las taquillas estaban todas llenas, porque había una parte de la estación en reformas y había mucha gente por conferencias o algo del estilo, pero que podíamos llevarlas a una empresa que guardaban maletas, un poco más caro de lo que sabíamos que costaban las taquillas grandes.

No recuerdo muy bien si fue otra persona o la misma la que nos indicó que había dos zonas de taquillas, en la misma planta en la que estábamos y en la de abajo.
Le dimos las gracias, diciéndole que intentaríamos primero las taquillas, ya que nos venía mejor porque perdíamos menos tiempo, y que si no encontrábamos volveríamos para que nos indicase.


En la misma planta estaban todas las taquillas grandes llenas menos una, pero en la planta de abajo había varias vacías. Elegimos dos que estaban juntas. El precio de las taquillas grandes era de 700¥. El dinero hay que meterlo antes de cerrar la taquilla con llave, para que nos deje girarla y retirarla. Hay que meterlo todo en efectivo, en monedas de 100¥. Junto a las taquillas de la planta baja hay una máquina para cambiar billetes de 1000¥.
Nos entraba perfectamente la maleta grande y la pequeña en la misma taquilla, por lo que no tuvimos que coger una extra.

Preparamos las mochilas para pasar el día, con la cámara y la comida y pasamos por el wc antes de ponernos en marcha. Como siempre, los wc de las estaciones son los más limpios de todos.
Salimos a la calle buscando el bus gratuito con el JRP. Como estaban en obras tuvimos que dar un poco de vuelta pero en el camino vimos un puesto de información turística donde aprovechamos para coger mapas y la info del bus.


Encontramos sin problema el autobús. Las paradas están indicadas con una hoja de arce o momiji. Había dos líneas, verde y naranja, a distintas horas y con recorridos un poco distintos. Cogimos la línea verde, el que primero llegó, ya que ambos pasaban por el Hiroshima Peace Memorial Museum, que era por donde queríamos empezar y desde ahí ya caminaríamos.
El autobús tiene un indicativo de la ruta que hace y al entrar el conductor le hace una foto al JRP. Suponemos que es para tener constancia de la gente que lo coge con este pase.
Si no tienes JRP, el viaje cuesta 200¥ o 400¥ el pase diario.

Salimos a las 10:15 y llegamos a las 10:40. No había mucho tráfico, al menos en comparación con Kyoto.
El museo estaba en reformas, por lo que tenían una zona cerrada. Cuando entramos había un grupo enorme de turistas, así que que nos tocó un poco de aglomeración.
La entrada se compra en el edificio de la derecha, viniendo desde el sur. No había cola y pudimos comprarlas enseguida.
El precio de la entrada era de 200¥, no de 50¥ como habíamos visto en todas partes. debe ser que lo habían cambiado recientemente.


Estuvimos dentro una hora que se hizo bastante angustiosa. Los objetos expuestos venían acompañados de la historia de sus dueños o sus familias, y la mayoría eran niños. También había vídeos y maquetas.
En la salida había libros de firmas y una mesita donde te enseñaban a realizar grullas de papel.
La verdad es que se sale con el alma en los pies, pero es un museo que las dos queríamos visitar.


De ahí caminamos por el parque hacia el monumento de la Paz, pasando por la llama de la paz y el monumento a la paz de los niños.
Había equipos de tv grabando en diversos lugares y hasta días después no nos enteramos que estaba próxima la reunión del G7, que se realizaba justo allí, en Hiroshima.
Nos pareció curioso que la palabra castellana para las grullas que utilizaban era cigüeñas. Me temo que casi todo lo que había es español había sido traducido desde el inglés.


A las 12:10 nos paramos a comer el bento en uno de los muchos bancos del parque que había entre los árboles, cerca del monumento de los niños. Mientras comíamos vimos de cerca uno de los cuervos enormes caminando al lado de un perro bulldog y era del mismo tamaño. Los cuervos de Japón son de otro mundo, tienen un tamaño considerable.
Al terminar seguimos nuestro camino hacia el norte.
Cuando estábamos cruzando el puente vimos a un mendigo bastante perjudicado que estaba siendo escoltado por dos polis para que saliese del parque, aunque apenas podía andar, estaba totalmente encorvado. No era la primera vez que veíamos un anciano tan encorvado, parece que los mayores pasan de un estado perfecto y juvenil al total encorvamiento, como si no hubiese término medio.


A las 12:50 llegamos al Monumento de la Paz de Hiroshima. Había varios carteles de información turística en varios idiomas. Recorrimos los alrededores observando lo que quedó de la construcción y continuamos caminando hacia el castillo, cruzando unas vías de tranvía.
Nos paramos en una zona de fumadores junto a un parking de alquiler de bicicletas. Este era de los cerrados, en plan pecera, por lo que me quedé fuera esperando.


Llegamos a las 13:20 a las puertas de entrada tras el foso. Como es reconstruido, no teníamos intención de entrar, pero queríamos verlo por fuera.
Nada más cruzar el puente vimos que se podía acceder al edificio de la entrada, así que nos descalzamos y nos dimos una pequeña vuelta.
Llegamos al castillo a las 13:45, tras las fotillos de rigor nos dispusimos a buscar la parada del bus incluido en el JRP para regresar a la estación de tren. A las 14:05 llegamos a la parada que había junto al castillo, pero tras un rato esperando vimos que no llegaba y decidimos irnos a otra más alejada, que nos llevaba más directas y estaba más al norte. Llegamos pasadas las 14:20 justo cuando llegaba el bus, tuvimos que pegarnos una pequeña carrerita para no perderlo.


A las 14:35 estábamos ya en las taquillas recogiendo nuestras maletas. Teníamos prisa porque estaba a punto de salir el tren, que aunque no requería reserva, no queríamos esperar 15 minutos al siguiente.
Cogimos el tren JR de la línea San-yo Line, a las 14:45 corriendo porque estaba en el último andén, como nos solía pasar a menudo, y llegamos a Miyajimaguchi Station a las 15:15.

Al salir hay que coger un ascensor (o bajar escaleras) para ir al otro lado de la calle. Hay un cartel bien grande que indica donde está el ferry de JR, así que no hay perdida posible. Además, todo el mundo va hacia el mismo sitio.
Nada más llegar al ferry estaba ya allí, por lo que no tuvimos que esperar. Este ferry pasa cada 15 minutos, al menos a esa hora y es totalmente gratuito con el JRP.
No tuvimos grandes dificultades para ir con las maletas, ya que no hay que subir escaleras si no se quiere. Mi hermana se quedó sentada dentro y yo estuve dando vueltas por el barco para verlo bien desde todos lados.
El viaje se hizo muy corto. Tanto que ni me dio tiempo a hacer fotos, solo grabé en vídeo.


A las 15:25 salió el ferry y a las 15:40 entramos en la estación. Pasamos por la taquilla de información turística para coger planos y demás info y nos encaminamos al hotel, Oyado Tsukiusagi, que estaba justo al otro lado del parquecito a la salida de la estación, a menos de 2 minutos.
La verdad es que fue un acierto coger un hotel tan cercano al ferry, ya que la zona no está muy adaptada para ir con maletas y vimos a algunos turistas sufrir lo suyo arrastrando o llevando en brazos las suyas por las zonas cercanas al santuario.


El hotel fue fácil de encontrar, entramos y llamamos a un telefonillo que había al pie de las escaleras, porque vimos que había zapatillas en el descansillo. Salió una mujer a recibirnos que nos explicó que teníamos que dejar allí nuestro calzado y utilizar unas zapatillas. Todo en un inglés totalmente macarronico y por señas, pero muy amable y haciéndose entender a la perfección.

Subimos con las maletas y nos ayudó con una de ellas. Las escaleras eran un poco empinadas, pero al ser un solo tramo no era tan tremendo. Tras pagar por la estancia, nos enseñó la habitación dejándonos dentro para que nos acomodásemos.
Este hotel solo tiene 3 habitaciones, por lo que siempre estaba muy tranquilo.

 

A las 15:55 estábamos ya en la habitación, grabando un poco todo antes de invadirlo con nuestras cosas.
Cuando estábamos grabando en la puerta la mujer se acercó para ver si necesitábamos ayuda, ya que Laura nunca atinaba con la dirección de las llaves, porque suelen ser al revés que en España y pensó que no podíamos entrar.


Fue el hotel más caro de nuestro viaje, aunque no superaba los 100€. Era de estilo tradicional, con futones y un espacio con mesita para el té dentro y otro en la terraza cerrada con vistas al mar, o más bien al parque entre el mar y el puerto, porque con los árboles no se veía del todo el mar. Tenía baño privado y estaba todo impecable. Desde la ventana veíamos a los ciervos acosando turistas y justo abajo teníamos un bar y una heladería.
En este país siempre hay gente comiendo helados a cualquier hora, y eso que son carillos, 350¥ de una sola bola y bastante pequeños. En esta heladería vendían un curioso helado llamado “deer poop”, es decir, caca de ciervo. Dimos por hecho que era en plan broma, pero no quise arriesgar, que nunca se sabe.


A las 16:15 salimos del hotel y fuimos caminando tranquilamente hacia el tori. Pasamos por tiendas con venta de ostras por 400¥, que dejamos como pendiente para el día siguiente, ya que Laura quería probarlas y era muy probable que fuesen sin gluten.


Había ciervos por todo el camino, hasta en la playa comiendo algo entre el agua y la arena. Este fue en el primer sitio de Japón que sí olía a mar. No tan fuerte como en España, pero sí que olía.
Había gente recogiendo algo entre la arena, ya que estaba la marea baja. Había bastante gente, aunque no era excesiva como para que resultase agobiante.
Como estaba atardeciendo, el sol se ponía detrás del tori. Estaba totalmente despejado, por lo que se veía precioso.


Vimos que había muchísimas monedas en el suelo cerca del tori y al llegar a su base aquello ya era exagerado. Estaban por toda la estructura hasta donde llegaba la mano.
Tuvimos que devolvernos hacia el santuario para poder cruzar al otro lado del tori, donde había unas rocas colocadas como si fuesen un puente, porque había un pequeño río que no permitía el paso.


Estuvimos un buen rato dando una vuelta observando a las marisqueras y haciendo un timelapse.
Nos acercamos a uno de los cubos que tenían para ver lo que recogían y era algún tipo de almeja.


En el suelo había montones de mini cangrejitos que salían al pisar, cuando nos dimos cuenta ya nos daba miedo caminar por ahí por si los aplastábamos, por lo que salimos casi de puntillas y mirando bien donde pisábamos, despacio para darles tiempo de huir.
A las 17:25 fuimos hasta la otra orilla opuesta y caminamos en dirección al santuario.


Pasamos junto a un descampado vallado con un ciervo dentro, junto a unas casas en el otro extremo. Se escuchaba un ruido como de chirrido, como el de un muñequito de plástico al que se le escapa el aire. Me quedé alucinada con el ruido que hacía el ciervo y mi hermana diciendo que no, que eso sería una puerta o algo, que no podía ser el ciervo. Más tarde descubriríamos el origen del ruido.


Pasamos por la salida del santuario, donde había gente colándose para hacerse fotos de hasta que llegaron unos polis a echarles.
Vimos alguna tienda de recuerdos de la zona, pero no compramos nada porque era todo bastante caro. Rodeamos el santuario hasta llegar a la puerta.


Ahí aprovechamos para mirar el horario para el día siguiente, que era de 6:30-18:00 y hasta te indicaban las horas de las mareas, aunque yo ya las había mirado previamente en Internet para visitarlo cuando estuviese con marea alta.


Estaba poniéndose el sol tras el tori y había mucha gente sentada mirando y haciendo fotos. Decidimos hacer lo mismo, sentarnos y mirar la puesta de sol hasta que nos cansásemos. Lástima que el sol ya se hubiese puesto, pero aún así los colores del cielo seguían cambiando.
Aproveché para hacer un time lapse, ya que estaba todo el mundo apostado ahí con trípodes. Cosa que también me sorprendió, yo llevaba un mini trípode tipo pulpo, pero había turistas con trípodes de los grandes.


A las 18:30, nada más pararnos, empezamos a escuchar de nuevo el ruidito. Había un grupito de ciervos detrás de nosotras, y uno de los pequeños empezó a chirriar a lo loco, alto y claro. Por lo que el ruido que habíamos escuchado antes si que era un ciervo y no una puerta. Laura llegó a grabarle con su móvil a pesar de que el ciervito huyó sintiéndose acosado.

La mayoría de la gente era bastante respetuosa y hablaba con normalidad, por lo que el ambiente era bastante tranquilo. No había tampoco mucha gente ya que la mayoría de turistas se habían ido a esas horas. Había algún grupo de extranjeros que no paraba de gritar, entre ellos uno de españoles, a los que les escuchábamos todo lo que decían de lo que se gritaban entre ellos.
También vimos a algunos incautos dándose un baño al empezar a subir la marea, con el frío que estaba haciendo.


Nos quedamos allí hasta que anocheció totalmente y nos fuimos a las 19:25. Las luces del tori se encendieron, al igual que las lámparas que teníamos al lado, dándole un aspecto de lo más increíble al lugar.
Ya hacía bastante frío y nos habíamos puesto las cazadoras. El camino al hotel estaba bastante oscuro, pero la paz que se respiraba en el lugar era tremenda. El camino al hotel era de solo 10 minutos, por la orilla del mar.

En una máquina aproveché para comprarme un zumo de melocotón para el desayuno, por unos 100¥.
Llegamos al hotel, dejamos las zapatillas en el armario, aunque nos daba apuro, ya que estaban un poco sucias de arena, y subimos a la habitación a descansar.

Como no había tenido tiempo de organizar las cosas que ver, me puse a mirar para el día siguiente, que aunque queríamos ir al santuario y subir al monte Misen, no quería dejarme nada importante. Cuando vi que por las noches ponían una iluminación especial al santuario, que supuse aún no estaba puesta cuando nos fuimos, le dije a Laura de salir, pero ya se había puesto el pijama y estaba tumbada leyendo, por lo que no quiso ir a ninguna parte.
Mientras cargaba fotos y vídeos al portatil vi pasar a algún grupito en yukata, de los que te dan en el hotel, hacia el tori. Era bastante tarde, y como la zona estaba muy oscura ya me dio cosa salir sola y me quedé con las ganas.

Aproveché para hacerme un sopinstant, ya que veníamos con frío y había hervidor de agua. No me gusta ni el café ni el te, por lo que las sopitas calientes son mi reconstituyente.
Mi hermana enseguida se quedó frita, pero yo estuve despierta hasta un poco más tarde, disfrutando de las vistas mientras pasaba las cosas al disco duro.


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