domingo, 3 de abril de 2022

Japón 2019 - Diario de viaje - Día 11 - Kanazawa

 

Martes 19 de noviembre de 2019

Me desperté a las 6 de la mañana y tras pasar un ratillo intentando volver a dormirme me levanté para ponerme en marcha.
Desayuné cereales con arándanos, pancakes y un plátano. Recogí todo lo que tenía preparado en la nevera para llevarme de cena. Un táper con ensalada de atún y huevo y otro de pollo con setas. En el siguiente hotel habría cocina, pero para no perder tiempo llevada ya todo listo para solo calentar.


Salí del alojamiento a las 7:50, caminando hasta el metro con la maleta. A esas horas estaba bastante lleno y ya estaba sudando como un pollo.
Llegué a las 8:30 a la estacón de Nagoya, pagando con la pasmo los 240¥ del trayecto.
Me quedaba un buen rato hasta que saliese el tren, así que aproveché para comprar un onigiri por 140¥ y me senté a esperar en el andén.
El shinkansen Hikari 503 salía a las 9:18, hasta Maibara, donde tenía que hacer un trasbordo para ir hasta Kanazawa en poco más de 25 minutos. Mi coche era el 11 y mi asiento el 8c, en el asiento del pasillo de un grupo de 3 asientos.
Llegó El tren con bastante antelación, así que pudimos subir tranquilamente y colocar las cosas. Puse la mochila en el compartimento superior y al hacerlo me dio un tirón en el brazo que tenía mal. Me quedé un rato encogida del dolor. Menos mal que no tenía nadie al lado esperando.
En tren iba totalmente lleno, pero a mi lado no se sentó nadie, así que pude llevar la maleta a mi lado todo el trayecto.


A las 9:45 llegamos a Maibara y me fui directa al siguiente tren, el LTD. Exp Shirasagi 3, que en teoría salía a las 9:56. Digo en teoría, porque se retrasó, y a las 10 aún estábamos esperando en el andén a que los coches, que habían llegado vacíos, se acoplasen al resto del tren.
De nuevo me tocó sola en mi fila de asientos, aún estando lleno el resto. Estaba en la fila 17, la última de todas, en el lado izquierdo. Pude dejar la maleta detrás del asiento y llevar la mochila conmigo.
La chica que me hizo las reservas lo hizo a conciencia para que el viaje fuese cómodo y que no entorpeciese al resto de pasajeros, poniéndome no solo sin acompañantes, sino en lugares donde podía dejar la maleta sin problemas. Por eso debió tardar tanto en hacerme las reservas. Mereció la pena la espera.
Este trayecto era más largo, de 150 minutos, así que me dio tiempo a subir algunas stories, chatear con la familia y ver el tiempo de estos días, que no auguraba nada bueno, lluvias y vientos fuertes. También auguraba lluvia en la zona del Fuji para el jueves. Estaba pendiente de esta zona para poder hacer una excursión cuando estuviera el Tokio.
Al poco de subirme, a las 10:15, me comí los pancakes que llevaba y unos barquillos tipo huesito de chocolate Colombianos. Con el trajín del viaje ya había gastado las calorías del desayuno y necesitaba reponer fuerzas.
A las 11:29 pasé por la estación de Kaga Onsen, desde donde se veía la enorme estatua dorada de Kannon.


Llegué a Kanazawa a las 11:57 y salí buscando un bus que me acercase hasta el hotel. Vi un mapa de un bus que entraba en el JR, con dos rutas, pero la que me llevaba hasta allí solo tenía uno cada hora y justo acababa de pasar a las 12:10. Mi parada era la de Owaricho, en la línea roja de este servicio de bus.
Di unas cuentas vueltas buscando otro bus de los que me ponía el Google Maps, pero en las paradas no ponía los números de los buses, así que no sabía donde hacer cola. Como había un puesto de información, me acerqué a preguntar y me dijeron el número de la dársena donde tenía que esperar al bus.
El bus salió a las 12:30 y en 8 minutos ya estaba en mi parada, al lado del hotel Emblem Stay Kanazawa, que tras la pandemia cambió de nombre a Linnas Kanazawa.
Como el checkin era a las 15:00, dejé la maleta y aunque estaba empezando a llover, me dispuse a ver  lo que tenía más cerca del hotel, que era el castillo.

Entré al parque del castillo por la entrada norte , donde había un cartel que indica una iluminación especial en Kenrokuen del 2 al 24 de noviembre, de 17:30 -20:45, con entrada gratuita. Además había un show de luces los sábados a varias horas del día.

Al entrar me encontré una gran esplanada, con una elevación al fondo, donde se veía alguna torre del castillo, pero no se veía el castillo como tal. Las zonas verdes estaban entre amarillas y anaranjadas y según avanzaba se puso a llover con más fuerza, lo que sumado al viento, hacía complicado caminar y más aún grabar o hacer fotos.
Pasé por una casetita de descanso y paré un momento. Como ya eran las 13:00, decidí comer algo y hacer tiempo para ver si dejaba de llover tanto. Me comí el onigiri y aunque tras 10 minutos seguía lloviendo, ya no lo hacía con tanta fuerza, por lo que continué caminando hacia la entrada.

Entré por la puerta Kahoku-mon, donde había unos arboles de rojo intenso. Era imposible grabar del viento que hacía. Las abuelitas pasaban a mi lado con el paraguas de lado, firmemente agarrado.
A pesar del tiempo, había unos hombres trabajando en el jardín, uno con un sopla hojas que hacía un ruido tremendo y otro barriendo. Tarea complicada por el viento que hacía.
Al pasar la puerta me encontré con un espacio enorme abierto y una estructura alargada sobre un muro de piedra. No había leído nada de este castillo y me sorprendió, parecía que no hubiese castillo y solo una muralla. No vi ninguna opción para entrar al castillo, ni señales ni personas indicando, aunque tampoco busqué mucho, ya que solo quería ver los alrededores.

A las 13:25 entré en una pequeña casita de información, donde había una maqueta y un cartel con información de una app gratuita con un tour por el castillo. Me la descargué, pero viendo que escampaba un poco, decidí seguir directa al jardín Kenrokuen.


Atravesé los terrenos del castillo hacia el este, dirección los jardines. Estaba bastante cerca de la salida, así que tras atravesar otra de las puertas y pasar por un pequeño puente, crucé una calle y ya estaba en la entrada del jardín.
Entré a las 13:35, tras pagar 320¥ en la taquilla. Me dieron un folleto en castellano tras preguntarme de donde era.
En ese momento había dejado de llover, aunque lloviznaba de vez en cuando, no era necesario el paraguas. Lo bueno de que el día estuviera tan nublado y con lluvias es que no había mucha gente.


Estaban colocando tiras de cuerda alrededor de algunos árboles, preparándolos ya para el invierno y las nevadas. Había numerosos operarios barriendo y recogiendo hojas y los árboles tenían toda la gama de colores del otoño.
Las zonas destacadas tenían un cartel con un breve texto en inglés, así que al menos no te perdías los puntos más importantes. 
El estanque con la linterna que dio origen al jardín, me pareció precioso, con los árboles rojos y naranjas se veía espectacular. El sonido de la cascada al fondo daban ganas de sentarse ahí y ver pasar el día sin hacer nada más.

En el estanque grande, donde se encuentra la linterna más conocida de este jardín, se me hizo un poco complicado hacer fotos, ya que además de ser bastante popular, había parejas de novios, con trajes tradicionales, haciéndose sesiones de fotos, que impedían el paso de los turistas y hacían que se llenara con gente esperando poder pasar o hacerse su foto.
Estaba muy nublado, pero de vez en cuando salía algún rayo de sol que intensificaba los colores de los árboles y se reflejaba en el agua.


Los árboles más grandes de este estanque ya tenían las cuerdas creando un cono. Sobre todo los que tienen estructuras que dirigen sus ramas, que seguramente los hará mas sensibles a las nevadas copiosas.
Mientras estaba haciendo fotos de la famosa lámpara, empezó de nuevo a llover y me permitió hacer alguna foto sin gente, aunque era un poco incómodo. Lo mejor fue que a los pocos minutos empezó a salir el sol tímidamente y el ambiente cambió una barbaridad. 

Con ayuda del mapa intenté verlo todo. Continué el recorrido y llegué a la estatua del Príncipe Tamayo Takeru. Estaba sobre un montículo de piedras y sobre él, en el aire, sobrevolaban motones de cuervos graznando sin parar.
De allí pasé por una zona con ciruelos, que en el inicio de la primavera debe ser un espectáculo, pero que en ese momento estaban ya sin hojas.


A las 14:50 llegué a la Tea house, una casa de té del periodo Edo que se restauró en el año 2000, pero estaba cerrada por un evento privado y solo pude ver desde el exterior.
Pasé por la puerta de la Maeda Madam Palace, pero como la entrada costaba 700¥ y no conseguí saber muy bien ni qué había en su interior, seguí mi camino.
Subí por un caminito hasta un especie de casita de descanso y pasé al lado de unos trabajadores con sombrero que estaban de cuclillas espulgando el suelo para quitar hasta la más mínima hoja del musgo.


Al final el jardín me resultó más pequeño de lo que imaginaba. Había visto muchos reportajes de este jardín y no se porqué me lo imaginaba más grande. Aún así salí de allí casi a las 4 de la tarde.


Caminé de regreso al hotel, atravesando por la explanada del castillo. Aprovechando que ya no llovía, me acerqué al castillo. Tras atravesar una puerta de entrada, me encontré caminando por una senda cuesta arriba en medio de un bosque por el que no hay nadie. En una de las bifurcaciones di con una especie de mirador desde donde se ve el jardín y una parte del castillo.


El bosquecillo daba como una vuelta de subida y bajada y me dejaba de nuevo cerca del castillo, en el otro extremo por el que había entrado.
Desde ahí regresé por donde había entrado hacia el hotel, pasando por una cafetería vegana, con opciones sin gluten, que hay en esa zona, llamada Los Ángeles.
Es una cafetería que vende también para llevar y no me costó nada encontrarlo siguiendo las indicaciones de Google. Me pillaba de camino al hotel, así que era perfecto.

Me atendió un chico en practicas que se equivocó al darme el cambio. A pobre creo que le compliqué un poco la vida, ya que le di un billete y el suelto, para que no me devolviese todo monedas.
Me tuve que quedar con la mano extendida con el dinero hasta que la señora mayor, que le supervisaba, se dio cuenta que lo estaba dando mal.
El dinero hay que entregarlo en una bandeja, pero la vueltas suelen darlas en la mano.
Salí de allí a las 16:20 con 2 muffins (manzana y chocolate), un trozo de tarta de chocolate y 1155¥ menos en el bolsillo.

 

A las 16:30 estaba en el hotel haciendo el registro de entrada. Tenían un folleto con las nuevas tasas turísticas, por las que cobran un porcentaje según el precio de la noche.
Me costaba 5850¥ la noche, que sumado a los 200 de la tasa, hacía el total de 6050¥ que pagué con la bnext. Al cambio fueron 51.23€.
Fue el hotel más caro de todo el viaje, por encima de lo que suelo gastar en alojamientos, pero no había muchas opciones con cocina y habitaciones privadas que estuvieran bien situados.


La habitación estaba bien, con aire acondicionado, tv, baño privado tamaño mini y un lavabo que estaba entre la ventana y el baño, en un huequito, con una luz cenital horrenda. Ni modo de arreglarse con esa luz. La ventana era enorme y tenía una especie de terraza que daba a un tejado de casa tradicional con un montón de cuervos revolotenado.

El hotel no es muy apto para minusválidos, ya que me tocó en la 5ª planta, la habitación 503, que daba justo en frente del ascensor, pero había como 4 escalones del ascensor a las habitaciones.
En el pasillo había una zona de amenities y un cuarto de lavadoras.
En la cocina había dos microondas, arrocera, 2 hervidores de agua, nevera, dos fregaderos, dos vitrocerámicas y mesas con sillas para comer.


A las 17:10 salí a ver uno de los barrios de geishas que tenía cerca del hotel, Kazuemachi. Di una vuelta sin cruzarme con apenas nadie, intenté hacer alguna fotillo, pero estaba demasiado oscuro. No parecía haber nada de movimiento, no se escuchaba sonido alguno procedente de las casas y tan solo vi un coche de un repartidor llegar, mientras estaba haciendo fotos en la calle junto al río.


Estando allí recordé haber visto un cartel del evento gratuito de iluminación nocturna en los jardines, así que cambié de planes y me encaminé de nuevo hacia los jardines.
Atravesé el parque del castillo y en unos 20 minutos llegué de nuevo a los jardines, aunque esta vez me tocó andar un poco más, ya que la entrada no era por el acceso cercano al castillo. Seguí las señales que indicaban el acceso, que no tenía pérdida. No había mucha gente, pero tampoco estaba sola, así que era bastante agradable.

No estaba abierto todo el jardín, había como un camino marcado con poca luz y zonas cerradas con cuerdas. En los puentes había un operario con una linterna para evitar caídas, ya que se veía poco o nada. La iluminación era muy tenue y en algunas zonas ibas un poco en tinieblas.
Intenté hacer algunas fotos con poco éxito, ya que sin trípode se complicaba la cosa. Intenté utilizar las mini vallas de bambú, para apoyar el mini trípode, pero la gente se apoyaba y las movía, así que me resultó imposible. Mi móvil tampoco es muy bueno, así que pude rescatar pocas fotos y con una calidad cuestionable.


Salí del jardín a las 18:50, totalmente helada. Entre la humedad y que ya era noche cerrada, la temperatura había bajado considerablemente.
A las 19:05 estaba ya en el hotel, preparándome la cena. Como ya tenía comida hecha, que guardaba en la nevera de la habitación, bajé a la cocina para calentarla en el micro. No había más que un par de personas comiendo algo y nadie cocinando, así que se podía cocinar sin problemas.
A las 19:20 ya estaba cenando un pollo con setas y zanahoria y ensalada con de todo y un plátano.
Dejé los muffins que había comprado para el desayuno, que no me quedaba nada más que los frutos secos y barritas de cereales.
Me puse Netflix y me acosté pasadas las 10. Muy temprano, pero así aprovechaba mejor el día siguiente.


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