domingo, 13 de febrero de 2022

Japón 2019 - Diario de viaje - Día 10 - Nagoya y Matsumoto

 

Lunes 18 de noviembre de 2019

Me acosté a las 10:30, por lo que me desperté bastante temprano, a las 6 de la mañana. No podía salir tan pronto porque estaría todo cerrado, así que intenté dormir un poco más sin éxito.
Bajé a comprar bebida de almendra en la máquina, pero al pasarle el traductor ponía que tenía leche en los ingredientes. Como no tenía otra cosa, me arriesgué y le puse un poco a los cereales.
Al final parece ser que en realidad no tiene leche, pero el traductor lo lee mal, ya que una palabra está compuesta por el kanji de leche que lleva a confusión. Me enteré más tarde por un comentario que leí en el foro de celiacos en Japón.


Salí del apartamento a las 7:54, y caminé hasta el metro para ir al templo Osu Kannon, al que llegué 20 minutos más tarde. El trayecto me costó 240¥.
En el templo hay un mercadillo el 18 de cada mes, que tienen antigüedades, kimonos y cosas de segunda mano básicamente. Aquí la amabilidad de los tenderos brillaba por su ausencia. Nadie te saludaba, ni intentaba venderte algo, ni nada de nada. Vi como un turista se acercaba a un tendero con el traductor en mano y nada más verle empezó a hacer aspavientos.
Tenían algunos yukatas con muy buena pinta, pero como no vi el precio por ninguna parte y era como invisible, desistí en averiguarlo. Es un mercadillo no apto para personas tímidas.


Entré a ver el templo, que era poco más de lo que se ve desde fuera. Di una vuelta por los puestos y a las 8:45 me adentré en un shotengai por el que había que pasar dirección a la estación del metro Kamimaezu, que me llevaría hasta el castillo.
Las tiendas estaban todas cerradas, así que lo recorrí a paso ligero hasta el metro, al que llegué en 10 minutos.
A las 8:55 me subí en un vagón solo de mujeres hasta la estación Shiyakusho, donde está el castillo de Nagoya. El trayecto fue de 10 minutos, lo pagué con la pasmo y me costó 210¥.

La salida hacia el castillo es la número 7. No tiene pérdida porque en el lado contrario hay unas indicaciones en las escaleras en la que te dice, en inglés, que el castillo está en el lado contrario. En las escaleras de la salida hacia el castillo hay un dibujo del mismo castillo.

 

El castillo abría a las 9:00 de la mañana, por lo que llegué cuando acababan de abrir. Tardé 5 minutos andando desde el metro hasta la entrada este. Me costó 500¥, más barato de lo habitual, porque estaban cerrados los jardines. Además, el castillo no se podía ver por dentro porque estaba en obras, solo se podía ver una torre y el palacio que se reformó en el 2018.

Había un sello justo al entrar, para poner en la libreta, aunque estaba con tinta en blanco y apenas se veía sobre la hoja blanca. Aún así lo estampé para el recuerdo.

Me encaminé hacia la puerta de la muralla interior. En la parte oeste se veía una exposición de flores, pero decidí ir primero a lo importante, aprovechando que habría menos gente a esa hora. Visité primero la torre suroeste, donde había que descalzarse, ponerse unas zapatillas y subir dos tramos de escaleras súper empinadas para ver las tres plantas.
Te dan una hoja con información en varios idiomas, entre ellos inglés y dentro hay algunos carteles con más información. Es una de las tres torres que se conservan hoy día de las 11 que había originalmente.
En la segunda planta se pueden ver unas ventanas en el suelo, estrechas y largas, desde donde tiraban objetos en la defensa o utilizaban para disparar. Desde la tercera la vistas del castillo son geniales, así que hice alguna foto y bajé.
Hay personal en cada planta indicándote por dónde tienes que ir, todos muy atentos y amables.

La sala de baño del palacio Hommaru aún estaba cerrada cuando llegué y la entrada era exclusivamente guiada, justo junto a la torre. Hay que esperar a completar un grupo para entrar, en una zona que tienen acotada.
El palacio fue destruido en los bombardeos de 1945 y estaba recién reconstruido. Lo habían terminado en el 2018.

Para entrar te dan una bolsa para guardar el calzado, que llevas durante toda la visita.
Como la guía solo hablaba en japonés, otro turista chino y yo, terminamos un poco descolgados del grupo y lo visitamos un poco a nuestro aire.
La habitación del baño consistía en un baño tipo sauna con una casetita de madera, rodeada por varias estancias con paneles decorados con pinturas en colores suaves.


De allí caminé rodeando el edificio hasta la entrada principal del palacio, dirección al castillo.
Aproveché para entrar al wc que vi justo en frente, ya que no había mucha cola para entrar al palacio. Menos mal que lo hice así, porque a la salida había cola para entrar.
Mientras esperaba en la entrada al palacio, que también es por grupos, ponían un vídeo de las prohibiciones. No se puede utilizar flash y hay que ponerse las mochilas hacia delante eran las prohibiciones más destacadas.

Al entrar tienes que dejar el calzado en unos casilleros y hay folletos en inglés, aunque también hay paneles de información, en varios idiomas, en cada sala.

A pesar de entrar por grupos, me pareció que había demasiada gente. No se podía hacer fotos y menos grabar vídeo en condiciones, porque te empujaban a cada rato.

Los paneles y puertas correderas del palacio son espectaculares, con dibujos y formas con colores intensos y fondos dorados. Son réplicas de los originales, de los que se conservó información por documentos, pinturas y fotografías, con los que pudieron hacer una reconstrucción fiel a los originales.

Algunos paneles estaban protegidos por un cristal, pero no había información concreta de los paneles y pinturas, por lo que supongo que serían restauraciones de originales o restauraciones de reproducciones antiguas.

Se podía entrar en las estancias y ver de cerca los paneles en muchas de ellas, pero en algunas solo se podían ver desde el pasillo y estaban pobremente iluminadas, apenas por la luz que venía del exterior y unas pequeñas lamparas de papel.
En la zona del final del recorrido, había unas salas con unos paneles de aves en remi 3D dignas de ver.


Salí del palacio a las 10:35 y en ese momento había una fila enorme para entrar. Menos mal que fui a primera hora.
En frente de la entrada había un cartón de esos para ponerte asomando la cara y hacerte una foto, con el fondo del castillo y unos hombres vestidos de ninja.  
Me acerqué al castillo y vi el cartel donde indicaba que la torre principal estaba cerrada. Desde el exterior no se apreciaba que estuvieran haciendo ningún tipo de obra, por lo que podía ver el castillo por fuera sin problemas.
Caminé rodeando el castillo para salir del recinto por la puerta opuesta a por la que había entrado.

Se empezaba a notar la afluencia de gente cuando me acercaba a la puerta. También había estudiantes ruidosos entrando al acercarme a la salida.

Había una exposición de crisantemos y flores espectaculares justo en el camino a la salida. Aunque como de costumbre, me fue difícil hacer vídeos y fotos, ya que la gente, no se porqué, tenía la manía de golpearte por la espalda o ponerse en medio. La mayoría de las veces era gente que no levantaba la mirada del móvil y no sabía ni por donde iba.

A las 11:00 salí del castillo por la puerta principal, camino a la estación de metro Sengen-cho.
Me pareció curiosa una señal que había por toda la acera, con la prohibición de circular con bicicletas, pero por la que pasaban bicicletas todo el rato.

En 10 minutos llegué al metro, que me dejó en la estación de Nagoya a las 11:30. Me subí a un vagón de solo mujeres, que siempre van más vacíos, y como siempre, pagué con la pasmo los 210¥.
El tren a Matsumono, el Shinano, salía a las 12:00. Como ya lo conocía del día anterior, fui directa a la zona de los vagones sin reserva. Pude sentarme sin problema, ya que era la tercera de la fila.

El viaje duraba 2 horas así que ya iba con la comida preparada, y nada más sentarme bajé la mesita disponerme a comer, tal como hacían los demás pasajeros.
Los que iban trajeados tenían una cajita bento en condiciones comprada en la estación, pero yo me tuve que conformar con un onigiri que había comprado el día anterior, que ya estaba desintegrado y me tuve que comer en plan triki con la bolsa debajo para no liarla, frutos secos, un plátano y unas tortitas de arroz con chocolate de postre.

Al poco de salir pasó el revisor, supongo que en prácticas, porque iba acompañado de otro señor más mayor, y entró un poco en pánico al verme. El señor mayor me preguntó dónde iba, el chico lo anotó y siguió su camino.
A la hora volvió a pasar, comprobando los asientos recién ocupados.

Por el trayecto grabé un poco el paisaje, pero como de costumbre ya en este viaje, en una ocasión dejé la cámara encendida y las siguientes veces grababa cuando pensaba que estaba apagada y viceversa. Un desastre. No se como no veía el piloto de grabación, por la luz, cansancio, por no haber leído las instrucciones al comprar la cámara, o una mezcla de todo.
Es un trayecto que no se hace largo. Pasas por paisajes preciosos con todos los tonos del otoño y cuando te quieres dar cuenta ya has llegado.

A las 14:18 llegué a Matsumoto. Hay señales que indican la salida hacia el castillo, que es la salida este y justo al salir del tren hay una oficina de información turística.
Entré a coger algún folleto y me dirigí directamente al castillo.
Caminé unos 10 minutos que no se hicieron largos, ya que el camino es en llano y no hay cuestas.
Antes de entrar, di un paseo por los jardines exteriores, caminando hacia el puente rojo, desde el que la vista en ese momento no era muy buena por las obras que había en ese lado del castillo. No me entretuve mucho y continué caminando hacia la entrada.
Había una zona con árboles de un rojo intenso que enmarcaban la imagen del castillo de una manera súper chula, aunque me tuve que poner en posturas un tanto raras para poder captarlo, que al rato imitaron los que estaban alrededor.
Había bastante aire que complicaba el asunto y el cielo tenía ya más nubes grises de las deseables.
En el agua había patos y algunos cisnes en la orilla del castillo, seguramente resguardándose del viento.

A las 15:00 entré al castillo. En la entrada vi indicaciones en varios idiomas y había varias personas recibiendo a los visitantes, aunque al menos en ese momento estaba bastante vacío y había pocos turistas.
La entrada me costó 610¥ y con ella te dan un folleto en inglés.
Nada más entrar, justo en la puerta que da acceso al recinto, hay unos sellos, que por supuesto utilicé. En un cartel indicaban que había otro sello en la oficina, pero como estaba en japonés, no me enteré en ese momento.

Tras pasar la puerta, está la tienda de recuerdos. Fuera hay unas taquillas junto a unas maquinas de comida y bebida y unas mesas tipo merendero.
En una de las máquinas encontré barritas Soyjoy de plátano y de chocolate. Estas barritas no tienen gluten y la mayoría tampoco leche. Las había estado buscando en el Donqui, que es donde las suelen tener, sin éxito, y me sorprendió verlas aquí. Costaban 130¥, pero para una vez que las encontraba, no iba a mirar el coste extra. La de chocolate no sabía si tendría leche, así me compré la de plátano.

En la puerta del castillo había unos chicos vestidos de ninja haciéndose fotos con la gente. Se me complicó hacer vídeos por el viento que hacía, pero estaban graciosos porque les hacían pegar gritos a los turistas.

Entré al castillo sola, no había nadie más cerca, por lo que pude verlo con calma y en silencio la mayor parte del tiempo.
En la entrada hay que descalzarse y meter el calzado en una bolsa. Definitivamente prefiero cuando hay casilleros, es más cómodo y no estás escuchando el ruidito de las bolsas todo el rato.
Las escaleras de entrada eran súper empinadas y con escalones enormes. En cada tramo había carteles explicando la construcción, el uso de los elementos decorativos originales, las ventanas, armas y herramientas en vitrinas, etc. Casi todo estaba en japonés y en inglés, aunque algunas exposiciones solo tenían carteles en japonés.

Pude ver todo con tranquilidad, tomándome mi tiempo para leer los carteles. De vez en cuando me adelantaban otros visitantes, pero en general estaba sola viendo las cosas.
Cuando estaba en la segunda planta, un trabajador pasó a mi lado mirando al suelo detenidamente. No se si buscaba algo en concreto o simplemente hacía revisión por si alguien había perdido algo.

Algunos datos curiosos del castillo de Matsumoto son que la tercera planta no tiene ventanas, y así por fuera parece que la torre principal del castillo tiene 5 plantas, cuando en realidad tiene 6.
Los escalones tienen entre 55 y 61º de inclinación y los tramos más empinados son complicados de subir sobre todo para los que somos altos, que hay que ir prácticamente a gatas para no darte en la cabeza o quedarte atrapado con la mochila a la espalda.

En la ultima planta te indican la orientación de cada ventana y sobre ella hay una foto que te indica los puntos principales, aunque solo estaba en japonés. El aire en esta planta era tremendo y no apetecía estar mucho tiempo.

 

Al ser un recorrido cerrado, uno de los últimos puntos que se ven es en las plantas inferiores, donde está el balcón del ala de la contemplación de la luna. Un espacio abierto al este, norte y sur que en ese momento ofrecía unas vistas preciosas a los árboles rojos de sus jardines. Una pena que el aire hiciera la experiencia un poco molesta. 

A la salida, me di un golpe en la cabeza con una de la vigas, y eso que iba con cuidado, pero ya bastante tenía con prestar atención a los pedazo de escalones para no matarme en la bajada.

El castillo me encantó. Es mucho más interesante el interior, se ve muy bien toda su estructura y al tener tantos paneles explicativos se hace muy ameno de ver. La ventaja es que no está masificado y no tienes la sensación de que lo han vaciado por dentro como el de Himeji.

Eran ya las 15:50 y se estaba poniendo el cielo un poco negro. Tenía pinta de que se pondría a llover en breve, así que me encaminé hacia la salida.


Cuando estaba ya cerca de la entrada, haciendo fotos al castillo, se me acercó un señor hablándome en japonés. Al decirle que no le entendía me preguntó de donde era y enseguida se puso a hablar en castellano, dándome las gracias por ir a visitar el castillo. La verdad es que chapurreaba pero se hacía entender bastante bien.
Cuando ya salía, le vi de nuevo hablando con unas señoras en inglés, les estaba explicando los escudos de los clanes, que había en un panel, que estaba solo en japonés.


A las 16:05 regresé caminando a la estación y pasé por una calle que ya estaba decorada para Navidad, con los árboles llenos de luces de colores.
A las 16:25 estaba en la estación, pero me tocó esperar hasta las 16:53 que llegaba el tren Limited express Shinano 20, con destino Nagoya.
Pasé por una tiendita nada más entrar en la estación, donde vendían agua. Compré una botella por 125¥.

En esta estación hay carteles luminosos que indican cuantos vagones tiene cada tren, por lo que es más sencillo encontrar el lugar preciso donde ponerte a esperar.
Como tenía tiempo de sobra, entré en una tienda que había en la misma vía, y tras pasar el traductor de Google, encontré unas patatas que no tenían ingredientes de todo lo imaginable, aunque podía tener trazas, por 184¥. Supuse que serían buenas por ese precio y la verdad es que sí, creo que de las mejores que probé en Japón.


El tren llegó con un poco de retraso, a las 16:57. Ya había anochecido.
Aunque iba con bastante gente, aún había asientos libres. Me senté en la venta del penúltimo asiento de la izquierda.
Aproveché el camino para ir mirando la ruta de shinkansen del día siguiente, mientras comía patatas para recuperar calorías perdidas.
Mientras estaba hablando con la familia por whatsapp, para ver que pasaba con la transferencia que me habían hecho a la N26, me llegó el aviso de transferencia. Como no lo había hecho nunca, no sabía que podía tardar varios días y ya estaba preocupada. Ya había dado por perdida la bnext, no la pude usar en el resto del viaje.

Llegué a Nagoya a las 19:05 y fui directa a las oficinas de JR para hacer las reservas de los trayectos de los próximos días y así ir más relajada. Me atendieron enseguida y le di los trayectos que tenía en mi cuaderno de viaje a la chica, así podía hacerlo más rápido. Se tiró un buen rato haciendo las dos reservas, de Nagoya a Kanazawa y de Kanazawa a Tokio.
Más tarde, al ver donde me puso en cada tren, me hizo pensar en si todo lo había planificado de esa forma o fue casualidad, ya que eran vagones que estaban junto a los ascensores o en asientos que me permitían dejar la maleta a mi lado. Todo como muy accesible y cómodo.

Pasé por el reloj dorado de la estación de Nagoya a las 19:15, de camino al metro para regresar al apartamento. De nuevo pagué 240¥ con la pasmo y aproveché para entrar al Aeon a por bebida de soja para hacer pancakes y llevarlos ya hechos. Compré un brick pequeño de almendra por 95¥.
Cuando salí, a las 19:50, estaba lloviznando. Hasta ese momento me había librado de las lluvias, siempre me pillaban durmiendo o en el tren.
A las 20:15 ya estaba cenando. Sopa de verdura y pollo con setas, zanahoria y patata dulce.

 

A las 22:55 ya tenía la maleta preparada para salir temprano. Tenía la reserva para el tren de las 9:18.
Me acosté pasadas las 11, ya agotada, con intención de levantarme a las 7.

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