domingo, 16 de enero de 2022

Japón 2019 - Diario de viaje - Día 9 - Ruta Nakasendo

 

Domingo 17 de noviembre de 2019

Me desperté a las 6:30, antes de que me sonara el despertador, pero me levanté porque quería salir con tiempo, ya que no sabía muy bien cómo funcionaría el metro y si los tiempos de Google eran reales. Me duché y desayuné y preparé la mochila con el sándwich de lomo, el onigiri y un plátano para comer en la excursión.
Tenía que estar a las 9 en el tren, así que salí de casa a las 7:50. Si lo perdía, tenía que esperar mucho al bus de Magome y a esta hora enlazaba sin esperas.

Tardé 10 minutos en llegar a la estación de metro Shonaidori y unos 20 minutos en llegar a la estación de Nagoya, haciendo trasbordo en la estación de Fushimi. Es más caro y mas lejos que el bus pero mas seguro. No me dejaría tirada a mitad del camino sin saber porqué.

A las 8:36 ya estaba en el andén del tren Shinano 5. Tenía que ponerme a esperar en la zona de los vagones sin reserva, pero en el cartel de información no indicaba cuales eran y me llevé un pequeño susto, pensando que serían todos con reserva. Me recorrí todo el andén mirando las señales en el suelo hasta encontrar que los sin reserva eran los dos últimos vagones, el 9 y el 10.A las 8:45 nos dejaron subir al tren, que salía a las 9 de la mañana, dirección Nagano.
Me senté en el lado izquierdo, pero como me daba el sol en toda la cara, me cambié y más tarde me di cuenta del error, ya que las mejores vistas estaban en el otro lado.

El viaje duraba 50 minutos hasta la estación Nakatsugawa, nombre que no recordé cuando pasó el revisor. Al enseñar el JRP me preguntó a dónde iba y como no me acordaba le dije Nakasendo y enseguida supo mi destino. Me pilló desprevenida, ya que nunca había visto revisores en los trenes.

A las 9:50 llegaba el tren a destino y a las 9:55 salía el bus a Magome, por lo que nada más llegar me fui a paso rápido hasta la parada del bus, que estaba nada más salir a mano izquierda. No tiene pérdida por el cartel en el que se puede leer "Magome".
Conseguí sentarme en uno de los últimos asientos que quedaban y en un segundo el bus estaba a rebosar. Había turistas que llevaban maletas enormes y no cabía ni un alfiler. Menos mal que me di prisa, porque el siguiente bus no salía hasta las 10:45.

Se coge un papelito al subir al bus por la puerta trasera, que se mete en una maquina al salir por la puerta delantera, junto con el dinero. El precio se puede ver en la pantalla que hay junto al conductor, que indica el precio que tiene cada parada. A parte hay un cartel con el precio hasta Magome, por lo que puedes ir preparando el dinero antes de llegar sin agobiarte. Hay que poner el dinero justo en la máquina, que eran 570¥.

Llegamos a Magome a las 10:20 y aunque te deja en la calle, hay un wc público justo ahí y justo al lado está el servicio de envío de maletas a Tsumago.
Si tenéis maletas para mandar, podéis hacerlo aquí. En un cartel indicaba que es el mismo servicio que el que hay en el centro de información de Magome, que está dentro del pueblo, tras una cuesta bastante empinada.

Me pasé por el wc y comprobé que es bastante grande, del estilo de las estaciones de tren. De allí salí directa a iniciar la ruta, que inicia atravesando el pueblo, subiendo una pendiente más inclinada de lo que imaginaba.

El pueblito era precioso, aunque estaba lleno de turistas y de tiendas para turistas. En algunos se apelotonaba la gente comprando. Vi muchas tiendas con las galletas típicas de arroz y finalmente me aventuré en una de ella para ver si veía los ingredientes. Le pregunté a la mujer que atendía y me dijo que tenían salsa de soja, por lo que tenían trigo, así que no pude comprarlas y la mujer se apresuró a pedir disculpas.

Siguiendo la calle principal, cuesta arriba, me encontré con el puesto de información turística, donde hay otro wc. Aproveché para coger un mapa con información de la ruta Nakasendo.

A las 10:55 llegué al mirador que se encuentra subiendo el último tramo al final del pueblo. Desde ahí se ven todas las montañas, con los árboles en varios colores, del verde al rojo, pasando por el amarillo y el naranja.
No vi el camino que seguía desde el mirador y me devolví por donde había entrado, que es por donde iba todo el mundo. Salí del pueblo por la carretera, a las 11 de la mañana, siguiendo las indicaciones de la ruta.
Pasé por el aparcamiento del mirador y continué por un camino por el que no parecía ir nadie. Todo el mogollón de turistas parecía que solo estaba en el pueblo y no en la ruta.
Delante tenía a un señor con 3 niños y no venía nadie más detrás de mi.


El camino se inicia cuesta abajo, pero tras la primera campana, que hay para ahuyentar a los osos, empieza a ser cuesta arriba.
El camino es de tierra y discurre entre la vegetación, pero en ocasiones cruza carreteras o tiene tramos en los que hay que caminar por el arcén. Aun siendo una carretera más bien estrecha, algunos conductores van demasiado rápido y hay que ir con precaución en estos tramos.

A las 11:15 pasé por una zona de descanso donde había un pequeño puente y un molino. Un árbol totalmente rojo hacía que la estampa fuese espectacular.
Un cartel indica que estaba a 900 metros de Magome y a 6,8 kilómetros de Tsumago.

15 minutos más tarde el camino me llevó a una pequeña aldea, donde algunas casas tenían secando fuera kakis y nabos daikon.
A la salida de la aldea había un cartel con el mapa de la ruta que te indica por donde vas, apenas en el inicio. Al fondo se veía un tori de piedra sobre una elevación del terreno, con árboles anaranjados alrededor, que lo hacían espectacular.

Cuando estaba haciendo una foto vi que se acercaba un grupo muy numeroso, bajando la cuesta. Debían ser de un club de fotografía o algo así, porque todos llevaban equipos grandes, y se pararon junto al tori. Tuve que seguir mi camino, porque tenía pinta de que tenían para rato.


A las 11:40, llegué al cambio de rasante, junto a la carretera. Me había parecido una subida eterna, pero en realidad no había sido tanto tramo cuesta arriba.
Es más fácil la ruta de Magome a Tsumago que al revés, ya que la cuesta arriba es más corta.
El cartel indicaba que me quedaban 5,5 kilómetros hasta Tsumago y que había 2,2 kilómetros a Magome.
Justo en este punto hay una parada de autobús y una pequeña cafetería, donde el café costaba 400¥ y un helado tipo kakigori, de hielo, 350¥.

La bajada era entre árboles, totalmente en la naturaleza, ni llegaba la conexión de internet al móvil.
Llegué a otra campana que tenía un cartel en el que indicaba que este punto estaba a 777 metros sobre el nivel del mar, un punto de buena suerte. La toqué y continué mi camino.
Empecé a escuchar un cascabel que se movía muy deprisa. Era un chico que subía corriendo por el camino. Pasó a mi lado sin dar ninguna señal de agotamiento.


A las 11:50 llegué a la casa de té Tateba tea house. Es una casita tradicional donde puedes descansar mientras tomas un té gratuito. En el interior había un fuego encendido, mesas de madera donde la gente estaba tomando su té y otra sala con tatami que en ese momento estaba vacía. También hay un espacio donde tienen un sello para poner de recuerdo del sitio, que por supuesto utilicé, y fuera unos bancos y otra zona de descanso con tejado donde poder sentarse a comer.
En ese momento había mucha gente comiendo, pero para mi era aún un poco temprano, así que me paré un momento a comer el plátano que llevaba y continué la ruta tras 10 minutos de descanso.

A lo largo del camino hay algunos carteles donde te cuentan alguna anécdota de la vegetación o de la zona. Lo bueno es que están también en inglés, así que pude leerlo sin problema.
También encuentras las indicaciones de los kilómetros hasta Tsumago de vez en cuando.

Al llegar al punto en el que quedaban 3,7 kilómetros, había que ir por una carretera que solo tenía espacio para un coche, lo que lo hacía un poco peligroso. Los coches no frenan hasta que ven gente y como hay curvas, hay que ir con mucho cuidado.
Justo al entrar de nuevo al bosque, el camino continuaba cuesta arriba, por lo que me sentí un poco estafada, pero al rato de nuevo empezó a ser cuesta abajo.

 

Pasé por un puente con un río que bajaba cargadito de agua y que levantaba un fresquito considerable. Como hacía bastante bueno iba sin la cazadora, pero en este tramo daban ganas de ponérsela.
Algunas zonas tenían pared de rocas por las que bajaba el agua y dejaban el suelo encharcado y resbaladizo.

A las 12:30 atravesé una pequeña población, o más bien conjunto de casitas junto al camino. El suelo estaba asfaltado un pequeño tramo y había más gente. Aún quedaban 2,7 kilómetros para llegar a Tsumago y no parecía haber ningún sitio para pararse a descansar o comer algo, así que continué el camino.
Los árboles en todos los tonos de rojo aparecían de vez en cuando en el camino.

Algunos tramos tenían partes de madera, ya que el camino no era estable, discurría cerca de partes con desprendimientos de tierra o zonas húmedas.
Caminaba tras unas chicas que calzaban manoletinas y tenían que ir mirando bien dónde pisaban. Es importante hacer este tipo de senderos con calzado adecuado, al menos uno con el que no tengas que ir mirando si pisas una piedrita que te haga polvo el pie.

A las 12:50 me acercaba a otra población y en el camino vi unos tubos que redirigían el agua del río hasta las casas. Me llamó bastante la atención, porque me pareció bastante rústico. Había tramos con fugas que creaban chorros de agua a presión, algunos de ellos eran auténticas cascadas hacia el cielo.
Vi algún hotel, pero la zona estaba totalmente en silencio. Al salir de la población había un molino donde llegaba ese agua canalizada.

Caminé totalmente en silencio hasta que alcancé a una pareja mayor que llevaba cascabeles en las mochilas y estaban montando todo un concierto.
Por esta parte de casas había algunos campos de cultivo haciendo como escalera al lado del camino.
Aún me quedaba 1 kilómetro para llegar al destino y no iba muy cansada.


Ya se empezaba a notar que había una población cerca, con casas dispersas y bloques de piedra como los que se ven en los cementerios.
A las 13:15 llegué a Tsumago, encontrándolo tras una cuesta descendente, con sus casitas de madera y rodeado de naturaleza y montañas.
Es tal y como pensé que sería Takayama, totalmente tradicional, entre montañas, con vegetación por todas partes.
Por eso Takayama no nos gustó tanto como esperábamos, porque creíamos que sería algo como esto y no tenía nada que ver.

Aquí ya se nota que hay más gente paseando. Al ser domingo supongo que había muchos mayores de excursión que solo van a visitar los pueblos. Apenas vi turistas extranjeros.

Hay muchos puestos de dulces y artesanías y en los puntos históricos hay carteles en varios idiomas, como en inglés. Tienen kakis colgando en el exterior.
En algunas casas se podía ver a los artesanos trabajando, ya que tenían los paneles de madera totalmente abiertos. Como hacía buen tiempo, supongo que influye. Se estaba bien con manga larga, sin necesidad de más abrigo.

A las 13:45 pasé por la casita de información turística. Tenían muchos folletos en una mesa enorme que había en el centro y un sello para tener de recuerdo, junto a la ventanilla. Aunque no marcaba muy bien, me lo llevé de recuerdo en mi libreta.

Me recorrí el pueblo hasta el final y cuando regresé ví que quedaban solo 4 minutos para que saliese el bus de las 14:09 y aún ni había comido. El siguiente salía a las 15:36. Me pareció que tenía poca frecuencia para la de gente que se veía allí.
Tenía ya mucha hambre con todos los puestos de comida que había visto, así que decidí ir con calma, comer y dar otra vueltecita.
Me senté en unos bancos que encontré casi a la salida del pueblo y me comí el sándwich que llevaba

A esa hora ya se notaba que había llegado más gente, las calles estaban llenas.
A pesar de no ser ni las 3 de la tarde, el sol estaba bastante bajo.
En un puesto de bollos, que tenían una pinta buenísima, había un cartel con los sabores en castellano. Me pareció curioso, porque este cartel era el más grande de todos. En cada bollo había un cartel en inglés con el nombre, pero no indicaban los ingredientes.
Había restaurantes y tiendas con cosas para llevar, pero no vi nada que no tuviese trigo. Me tiré un buen rato usando el traductor sin éxito. En un restaurante hasta vi que tenían carne de caballo. 


A las 14:45 me dirigí a la parada del bus. Había una señal para indicarte por donde tienes que ir, un camino estrecho entre dos casas. Aún quedaba un buen rato, pero como salían cada hora, viendo la de gente que había allí, decidí ir a esperar en la parada.
Las paradas de bus están en un aparcamiento donde había montones de autobuses.
Había gente esperando en dirección contraria a la mía, pero en dirección a la estación de Nagiso no había más que una par de personas.
Hay un wc y una zona de espera en interior. Me senté en un banco junto a la parada a esperar y empezó a hacer tanto frío que tuve que ponerme la cazadora. Parecía que fuese mucho más tarde.
Llegó el bus súper puntual, bastante lleno. Entré por la puerta de atrás y solo había unos 4 asientos vacíos, aún entrando de las primeras. Pude sentarme sin problemas, mirando que no quedase de pie gente mayor.
A la bajada había que pagar 300¥. En este bus había un cartelito pequeño con el precio.

En 10 minutos llegamos a la estación de tren y fui directa para no perder el siguiente.
Me pareció un poco lioso el tren en Tsumago. En Google Maps no indicaba que anden es en el que tienes que esperar (el bus en el que llegas ni existe para Google). Hay que buscar primero el andén mirando cual es la siguiente estación y después fijarse en el suelo para ver cuáles son los vagones sin reserva. No hay carteles luminosos ni más indicaciones que las de megafonía, que solo las dan en japonés.
En la vía contraría había un tren con vagones de carga de mercancía, que no se movió en todo el rato que estuve ahí esperando.

Para entrar no había revisor, ni puerta de entrada. Entré sin más y crucé al otro lado para esperar al tren. No hay ascensor, hay que subir las escaleras y atravesar un puente que tiene una vidriera de lo más curiosa, con formas de todos los tipos de trenes. 

Cuando llegué al andén, me encontré con que los vagones sin reserva dependían de cuantos vagones tuviera el tren. Como no había indicaciones, no tenía forma de saber cuantos tendría el siguiente tren para colocarme adecuadamente.


Un giri me vio con cara de flipe mirando el suelo y me dijo que los sin reserva eran más adelante, que se lo había dicho un japonés. Seguimos caminando hasta que llegamos a una zona donde todos ponían sin reserva, al fondo del todo.
Hay que fijarse en el suelo y que en todos ponga “non reserved”. El giri no entendía cuando le decía que iba hasta Nagoya. Cuando por fin me entendió me dijo que lo decía raro por ser española... Sin embargo a mi me parecía que el que lo decía raro era él. Al menos los revisores me entendían a la primera.

El tren vino finalmente con retraso, a las 16:01. Pude sentarme en un asiento de 2, en el lado derecho. No importaba mucho donde sentarse en esta ocasión, porque ya estaba anocheciendo y no se veía nada.

El trayecto fue de poco más de 1 hora. Llegué a Nagoya a las 17:08.
Como aún era pronto, aunque ya era noche cerrada, cargué 2000¥ en la pasmo y me dirigí de nuevo al metro. De camino pasé por el árbol de Navidad que tenían en la estación, que estaba lleno de gente haciéndose fotos.

En 15 minutos llegué a la Shonaidori, la estación de metro junto al apartamento. Me subí en un vagón solo para mujeres. Pensaba que este tipo de vagones solo los tenían en ciudades como Tokio y Osaka, pero parece que los hay en más sitios.
Del metro a la casa eran otros 15 minutos andando, así que al final era media hora para llegar a la estación de Nagoya. Aún así, prefería el metro que volver a quedarme tirada a mitad de camino con el bus.
Lo malo de esta estación es que no tiene escaleras mecánicas, pero al menos tiene ascensor, así que entraba y salía por ahí sin problemas. Cuanto menos uso haga de las escaleras, mejor para las rodillas. Hay que aprovechar cuando hay alternativa, ya que en otros sitios solo tienes una opción.

La calle principal, donde sales del metro, al ser grande, tenía aceras, pero en cuanto me acercaba al apartamento, al ser calles pequeñas, no tenían aceras y había que caminar por el arcén. Tampoco había farolas ni luces de ningún tipo. Da un poco de miedo que los coches puedan no verte y llevarte por delante, por lo que es recomendable llevar siempre algo reflectante o ir con el móvil de linterna, sobre todo en las partes donde el arcén es inexistente o hay postes que te hacen meterte en la calzada.

En la entrada del apartamento había una maquina de bebidas a 100¥ que tenía hasta bebida de almendras, sopas de maíz y de cebolla.
Mi apartamento era el 206, estaba en la segunda planta, que en realidad es la primera, ya que el bajo es el primero en Japón. Había más apartamentos de airbnb en este edificio. Tenían un cartel indicativo en las puertas. También tiene aparcamientos designados para estos apartamentos, por si alguien viene con coche.

A las 17:45 ya estaba en casa. En realidad era pronto, pero a esa hora todo estaba ya cerrado, salvo los comercios.
Aproveché para poner una lavadora con ropa interior, un pantalón y una chaqueta. Siguiendo las indicaciones en inglés no tuve problema, aunque no sabía muy bien si la ropa saldría seca. Me alucinó lo silenciosa que era, ni un ruido. Al final terminó en 2 horas y la ropa no solo estaba seca, sino que no hacía falta ni plancharla, no tenía ni una arruga.

Como tenía tiempo de sobra, me puse a cocinar las gambas y a cocer los huevos. Hasta me preparé unas tortitas para el desayuno, con el preparado que me compré sin gluten.
La vajilla del piso era como de cerámica pesada y no sabía muy bien si se podía meter en el microondas, así que mandé algunas fotos al chat de familia para ver si  me sacaban de dudas. Como nadie sabía, me tocó meterlo en el micro y estar pendiente por si soltaba chispas. Por suerte no pasó nada y pude calentar la comida sin problemas.
Me puse a cenar a las 19:00, las gambas, pollo con setas y zanahoria y una ensalada de espinacas con zanahoria, maiz y brotes de soja.
Mientras cenaba aprovechaba para ver algo en Netflix, o un capitulo de Terrace House, que aquí ponían los que aún no podíamos ver en España.


Tras meditar un poco el plan del día siguiente, para no desaprovechar tanto la tarde, decido ir por la mañana a ver algún punto de Nagoya que no requiera de horarios, ya que todo abre tarde, luego ir al castillo y a las 12 salir hacia Matsumoto. Así podía comer en el tren, llegando aún con luz y en horario de apertura para ver el castillo y regresar ya anocheciendo.

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