martes, 24 de enero de 2017

Japón - Diario de viaje - Día 12 - Kyoto

Kyoto (Ginkakuji - Palacio Imperial - Kiyomizu - Gion)

Teníamos reserva hecha para ver el palacio Imperial de Kyoto a las 14:00. Como queríamos ver algunos templos antes, madrugamos y a las 8:30 ya estábamos en la estación de tren.
Reservamos con mucha antelación en la web http://sankan.kunaicho.go.jp/english/index.html. El acceso es gratuito, pero hay que hacer reserva.

A las 8:40 salía un Hikari 460, que es de los trenes que podemos utilizar con nuestro JRP, que llegaba a Kyoto en 15 minutos. Vamos, casi que te sientas y te tienes que levantar.
Como siempre nos pusimos en la parte del andén de los vagones sin reserva y no tuvimos problema en encontrar sitio.
Llegó puntualmente, como siempre y nos dirigimos sin perder tiempo hacia la salida. De camino vimos un centro de información turística y entramos para coger algún plano y folletos. Los shinkansen llegan a la planta superior, así que bajamos las escaleras siguiendo las indicaciones. Justo al salir de la estación, a mano derecha, nos dirigimos al Bus ticket center, que es una especie de edificio pequeñito de una sola planta, donde puedes comprar los pases diarios de autobuses. Está junto a las paradas de buses, por lo que no tiene pérdida.

 



En Kyoto la mejor manera de moverse es en bus, ya que los trenes tienen pocas paradas prácticas y son menos económicos. Lo tickets de un solo viaje de bus en Kyoto valen 230¥, por lo que si vamos a hacer como mínimo 3 viajes, conviene comprar el pase diario, que vale 500¥
También se puede comprar en unas máquinas junto a las paradas o al mismo conductor.
La primera vez que se utiliza hay que meter la tarjeta por una ranura al salir del autobús, por la puerta delantera, para que se marque la fecha. Las siguientes veces hay que enseñarlo a la salida al conductor.
También se puede pagar con pasmo, suica o en efectivo. Da cambio, pero tened cuidado, porque si en ese momento no tiene cambio os quedáis sin poder salir hasta que la máquina os pueda dar algo.

Estaba el día muy nublado y llovía a ratos. Teníamos una idea general de lo que íbamos a ver en función del tiempo, ya que no había podido planificar tiempo de buses y demás, por falta de tiempo libre y fuimos tirando con la wifi portátil para ir mirando en google que buses coger desde el punto en el que estábamos en cada momento.


Como todo estaba muy lleno, nos tocó esperar para comprar el pase y luego hacer una larga cola en el autobús. Hasta las 9:40 no pudimos subirnos al autobús número 100 dirección Higashiyama Jisho-ji, más conocido como Ginkaku-ji o pabellón de plata.
En las paradas de autobús de la estación de Kyoto te ponen además los templos importantes a los que va cada ruta en el cartel del número de bus.
Llegamos a las 10 de la mañana y al templo en menos de 10 minutos andando desde la parada.
La entrada costaba 500¥

 

El primer cartel que vimos nada más comprar la entrada fue uno bien grande indicando que no se podían utilizar trípodes ni palos selfie, pero enseguida vimos cómo la gente se lo pasaba por el forro, sobre todo ese grupo de asiáticos que no sabemos exactamente de dónde son pero que la van liando allá por donde van.
Aquí es donde empezamos a ver la cantidad de gente que hay en Kyoto en esas fechas y eso que en comparación, este templo era más tranquilo que los siguientes que veríamos.


El recinto es pequeño, pero precioso, con un jardín espectacular, con sus bajadas de agua, su musgo totalmente despejado de hojas, el jardín de arena y como no, escaleras. Desde arriba hay unas vistas preciosas y a pesar de estar el día nublado, nos pareció un templo precioso.


Habíamos estado especulando sobre la forma de limpiar el suelo en ese jardín, ya que veíamos caer hojas, pero el suelo de musgo estaba limpio.
Al dirigirnos hacia la salida vimos a un señor acuclillado junto al camino, recogiendo las hojas del suelo a mano, una a una. 
Si alguna vez os habíais preguntado cómo hacen para mantener los jardines zen, así lo hacen, con mucha paciencia.


Salimos a las 10:55, hacia el paseo del filósofo, pero en lugar de bajar por la calle principal, atestada de gente, no encaminamos por una calle lateral, siguiendo el gps del móvil y disfrutando de la soledad y del sonido de los pajaritos.
En 10 minutos dimos con el canal de agua, rodeado de cerezos y nos dispusimos a seguirlo.


A lo largo de este canal hay varios templos, pero para no perder mucho tiempo, decidimos andar sin mayor planificación.
Había un par de templos que quería ver por esa zona de Kyoto, pero como teníamos que ir eligiendo según el tiempo y el dinero, primero fuimos viendo nuestros imprescindibles.

El paseo estaba con todos los cerezos en flor. Caminábamos por un lado, que daba un poco de miedito, ya que era estrecho y cuando te cruzabas con gente solo faltaba un tropiezo para caer al agua. Y no hacía precisamente calor. De hecho nos llovió por el camino, aunque con poca intensidad.


Caminamos por el paseo hasta las 11:30 más o menos. Cuando ya llegamos a un punto más feillo buscamos un bus que nos llevase al santuario Heian, famoso por su tori gigante y de acceso gratuito.
Este bus no tuvimos problemas para cogerlo y llegamos en 15 minutos. 
Como por esta zona no había lugares habilitados para fumar, o al menos no los encontramos, a Laura le tocó guardar su colilla en el bolsillo, ya que tampoco había papeleras.


Lo vimos por dentro tranquilamente y a las 12:10 nos dirigimos a coger otro bus, el 201, que estaba como a 10 minutos andando, que nos llevaría al Palacio Imperial.
Como no había tenido tiempo de planificar las visitas, no sabíamos que justo detrás hay un jardín muy chulo. No recuerdo si llegamos a la puerta y vimos que era de pago y por eso no entramos o es que no lo vimos directamente.

 

Llegamos al Palacio Imperial en 30 minutos a la esquina noroeste de los jardines, ya que es por donde nos habían indicado que estaba la entrada al palacio.
Entramos al recinto y buscamos un sitio donde poder comer tranquilamente hasta que fuese la hora de la visita. Teníamos que estar en la entrada 20 minutos antes, pero aún teníamos tiempo. Encontramos una zona cubierta con bancos y máquinas de bebidas y nos sentamos a comer los onigiris caseros.


A las 13:20 nos dirigimos hacia las puertas. Había gente preguntando cómo entrar y parece que hay una de estas oficinas donde se pueden obtener las entradas, si aún hay libres. Los guardias de la puerta nos dijeron que esperásemos ahí mismo, que nos llamarían en un rato.
A las 13:40 (ni un minuto más tarde) nos hicieron entrar. Como nosotras teníamos reserva por Internet, tuvimos que enseñar el pasaporte en la ventanilla, donde nos dieron un folleto y nos indicaron que entrásemos a un edificio con bancos, una tienda de recuerdos, máquinas de bebidas y taquillas.
Allí nos pusieron un vídeo informativo de lo que veríamos en la visita. Todos los edificios por fuera, menos la zona de las mujeres.


A las 14:00 llegó la guía y tras una pequeña introducción de 5 minutos empezamos el recorrido.
Como todos los tours, todo era a paso ligero y sin tiempo para respirar. A mi me gusta ir un poco más a mi aire y pararme a mirar lo que me llame la atención, pero ya nos habían advertido que no nos podíamos alejar. De hecho, como te quedases rezagado venían los guardias a achucharte para que avanzases.


No se podía acceder a los edificios, pero pudimos ver algunas zonas con las puertas abiertas, como las zonas de los tapices, que parece ser no tienen siempre abiertas y estaban así por un evento próximo.


Esa misma semana tendrían la jornada de puertas abiertas, pero como solo son unos pocos días al año, supusimos que estaría lleno y preferimos hacer el tour guiado. Si no recuerdo mal creo que era el último día de tour guiado que había esa semana, ya que cierran un día para prepararlo todo.


Los jardines también eran preciosos. En uno de ellos había una garza posada que hasta parecía de mentira. La guía nos tuvo que decir que era de verdad, porque todos la miramos con sospecha.


En general nos gustó mucho la experiencia. Es algo que no todo el mundo puede ver y las visitas son limitadas, pero lo bueno es que es gratuito, por lo que solo hay que tener en cuenta hacer la reserva con tiempo.
A las 15:00 terminamos el recorrido y salimos del parque por la zona sudoeste. Tardamos unos 15 minutos en llegar a la parada, que estaba en la calle ancha justo al sur del recinto del palacio imperial.

 

Esperamos al bus 202 para ir a Kiyomizu-dera, pero nos tocó esperar bastante. La cola en la parada era grande y los buses venían a reventar. Al final llegamos al templo a las 16:00.


Nos dejó al lado de la calle que sube al templo, Matsubara Dori, llena de gente que bajaba, pero también había mucha subiendo. No solo llevaban trajes tradicionales las chicas, también los chicos, tanto japoneses como turistas, ya que por la zona hay muchas tiendas de alquiler de kimonos y yukatas.


Según íbamos subiendo, la calle se estrechaba por la cantidad de gente y de tiendas que ofrecían sus productos.
El consumo de comidas en la calle, llueva o truene, es increíble. Hay mucha cultura de comer en puestos callejeros o mercadillos de este tipo. Como no está bien visto comer andando y además no hay papeleras, la gente come frente a la tienda o algún espacio destinado a tal efecto.


Nos paramos en un puesto en el que había mucha gente donde me compré un beef bun, por 350¥.
Dentro de la tienda, aunque venden más artículos, tenían unos bancos para poder comerlo. Tuve que esperar un poco a que se enfriase, ya que quemaba mucho y estaba recién hecho. No aguanto mucho el calor, así que lo pasé un poco mal al principio.


Tenía ternera y cebolla con especias que me hicieron sentir el picante desde el principio. He de decir que me pica hasta el pimentón, soy muy sensible al picante, por lo que cualquier rastro de especia picante ya lo noto mucho. Como casi siempre, la ternera era lo que menos tenía de relleno. El bollito era entre un bollo de pan y algo más gomoso, como un pan denso y húmedo. Estaba bastante bueno.
Tras 5 minutos soplando como una loca para poder terminarlo, seguimos ascendiendo por la calle.


A las 16:30 llegamos a la cima, donde se encontraba el templo. La primera parte es de acceso libre, más adelante están las taquillas con los precios y horarios que cambian según la época. Durante la floración se puede entrar hasta las 17:30 y luego a partir de las 18:00, pero cuando llegamos a las taquillas no nos quedó muy claro si podíamos entrar y quedarnos hasta pasadas las 6 de la tarde. Como queríamos verlo con luz, entramos de todos modos, aunque ya eran las 16:45.
La entrada costaba 400¥.


Aún estando a punto de cerrar aquello estaba llenísimo de gente. Lo peor es cuando te tocan tours guiados con las malditas banderas gigantes que te tiran a la cara en cuanto te descuidas y te arrollan por detrás los seguidores de dichas banderitas.
Apenas se podía ver en detalle con tanta gente, era casi imposible moverse en algunos momentos. Apenas pudimos ver el edificio principal, así que nos dirigimos al santuario Jishu Jinja, subiendo unas escaleritas en la parte norte del templo.


Esta zona, a pesar de estar llena de tiendas de recuerdos y amuletos, era preciosa, con su callejones diminutos, que tampoco pudimos admirar en condiciones por la masa de gente que había.
Al llegar a la cima ya vimos la primera pareja de chicas con los ojos cerrados intentando llegar a una piedra desde la otra 10 metros más allá. Evidentemente, con tal mogollón de gente se hace un poco más complicado.
En Japón no es habitual el contacto físico, mucho menos con extraños, se considera de muy mal gusto invadir el espacio personal tocándo con las manos. Evidentemente mi hermana no tenía ni idea y hasta medio agarró a una señora que no se apartaba del camino y menuda cara le puso. La podría haber matado con la mirada.

 

Si caminas de una piedra a la otra, con los ojos cerrados, se dice que encontrarás el amor, aunque si te guían en tu camino, tendrás que encontrarlo con ayuda. Me temo que tendré que hacer de celestina con mi hermana, porque le fui gritando durante todo el trayecto porque se desviaba cada vez más. Encima le tocó esperar al llegar a la piedra, porque había un turista mirando su cámara justo en el medio y no se dio por aludido ni cuando me planté a grabar en su cara.

Cuando bajamos las escaleras del santuario, a las 17:00, ya habían puesto una barrera para impedir el acceso. habíamos entrado por los pelos. Este tipo de cosas son las que no te avisan y si entras con tiempo justo puede que dentro te encuentres muchas zonas ya cerradas media hora antes del cierre general.


No sabíamos muy bien si teníamos que seguir por la zona elevada o bajar las escaleras hacía la zona donde se encuentra la fuente, ya que había muchísima gente bajando. Pero nos daba miedo no poder ver la zona de arriba y aunque ponía que era de una sola dirección y nos daba cosa que no tuviese de nuevo acceso a la fuente, decidimos meternos y si nos lo encontrábamos cerrado, devolvernos. Por suerte se puede ir por ahí sin problema, para ver el Kiyomizu desde la misma altura pero más lejos.

Estaba complicado acercarse a la barandilla para hacer fotos y ya grabar se hacía casi imposible porque la gente te empuja por todos lados, pero las vistas desde ahí son tremendas y eso que el día estaba nublado, pero los cerezos estaban en flor y los colores resaltaban el marrón oscuro de las construcciones.

Seguimos el camino hacia la pagoda que está sobre la montaña y cuando llegamos resulta que también estaba ya cerrado el paso. De haberlo sabido habríamos retrasado la visita a otro día, ya que nos quedamos con ganas de ver esa parte.


Seguimos bajando la cuesta hasta llegar a la fuente con los tres caños. había una cola para poder pasar, por lo que nos abstuvimos ya que eran casi las 17:30.
No se porqué antes de visitar este templo pensé que la fuente estaba en la parte alta, pero está justo abajo del todo.


Al salir nos quedamos una ratillo en un estanque que había, lleno de pétalos y cerezos en flor alrededor, con montones de parejas y grupos haciéndose fotos con sus mejores galas.

Cuando llegamos a las escaleras de entrada, aquello estaba lleno de gente esperando que abrieran de nuevo en horario de tarde.
Nos habíamos planteado volver a entrar para verlo con más calma y con la iluminación nocturna, pero la cola era tremendamente gigante, llegaba hasta abajo del todo de la calle por la que habíamos subido de acceso, unos 700 metros.
Los primeros en la cola además eran los grupos guiados, con tropecientas banderas en alto.


Si cuando subimos era agobiante por la cantidad de gente, a la bajada, con media calle ocupada por la gente que esperaba entrar y la otra media por los que bajábamos y los que subían, ya era el acabose. Ni modo de pararse a ver las tiendas o detenerse un momento, porque te arrastraban sin contemplaciones.


A las 18:00 conseguimos llegar abajo del todo y nos encaminamos a Gion, ya que estaba cerca y podíamos ir andando, además de que era la hora perfecta para poder ver alguna Maiko o el ambiente más nocturno de la zona.
Llegamos a la altura del Santuario Yasaka a las 18:15 y seguimos por la calle frente a la puerta un poco sin rumbo fijo, dispuestas a callejear por sitios desconocidos.


Por si no queda claro, hay carteles bien grandes en los que indican con dibujitos lo que no se debe hacer por la zona, así que ya sabéis, nada de sentarse a esperar para agarrar a una geisha.
Las calles principales estaban llenas de gente, por lo que al llegar hasta Gion Corner, a eso de las 18:30, regresamos por donde habíamos venido y nos empezamos a meter por callejones pequeños.


En uno de ellos vimos un taxi parado junto a una puerta y algunas personas esperando fuera, por lo que supusimos que saldría alguna maiko. Nos quedamos un poco apartadas, para no resultar molestas, y esperamos. No estuvimos ni 5 minutos cuando se acercó un grupo de maikos con un grupo de señores detrás. Unas siguieron calle abajo y otras se metieron en la casa que teníamos enfrente.
Hubo algún turista que se les puso en toda la cara a hacerles fotos con flash incluido, pero nosotras nos quedamos en nuestro sitio todo lo discretamente que pudimos.
Al rato pasó otra sola bajando la calle, ya más liberada de los turistas que se habían ido tras el grupo.


Mientras estuvimos ahí, que no fueron ni 10 minutos, pasaron varios chicos con bandejas de madera con comida dentro. Salían de una casita y corrían hacia otra. Suponemos que las cocinas las tienen en un sitio y la sirven en otra casa distinta, porque tenían un trajín tremendo.
Cuando ya nos íbamos apareció otra maiko, que es la que estaba esperando el taxista.


Por el camino de salida del callejón vimos a una geiko (o eso dice Laura, porque yo no lo tengo tan claro) esperando en una esquina. Se la veía un poco impaciente, por lo que nos paramos bastante lejos y grabé a petición de Laura, lo más discretamente posible. En seguida llegó un taxi a buscarla. Cuando se fue resulta que Laura no le había hecho ni una sola foto, aunque fuese con el móvil sin flash. Me hizo pasar a mi todo el corte grabando y ella de rositas.


A las 19:10 regresamos a la entrada del santuario Yasaka, para coger un bus a la estación de Kyoto. Había muchísima gente, pero como había varias paradas, pudimos coger uno de los buses que llevaban a la estación.

No salíamos de nuestro asombro con lo llenos que están los buses y lo denso que es el tráfico en Kyoto. Los semáforos eran eternos y la mitad del tiempo estábamos parados en uno. Nos pareció que estaban fatal coordinados.

De nuevo cogimos un shinkansen para regresar a Osaka, a eso de las 19:40 y a las 20:00 ya estábamos camino a casa, esta vez en línea recta según salíamos de la estación, ya que hasta ese día dábamos un poco de vuelta porque no sabíamos que había otro ascensor por el camino más corto.


Entramos en un Lawson pequeñito que hay junto al apartamento donde compramos un zumo de melocotón de litro, un yogur grandote (400gr), una bolsa de cacahuetes (170gr) y un pack con dos melon pan de pepitas de chocolate. Lo que venden en Lawson suele ser a 108¥ cada cosa, por lo que las cuatro cosas nos costaron 432¥.

A las 9 de la noche nos pusimos a hacer la cena y la comida del día siguiente. Mientras hacíamos también el arroz en la arrocera, que nos serviría para varios días.



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