martes, 10 de enero de 2017

Japón - Diario de viaje - Día 10 - Nara y Osaka

Nara - Osaka

De nuevo no dormí más de 6 horas. Nos levantamos a las 7 de la mañana y como el día anterior estábamos muy cansadas nos hicimos la comida por la mañana, con lo que perdimos mucho tiempo.
Nuestro plan era ir a Nara entre semana y después ir a Fushimi Inari, pero no sabíamos muy bien a dónde ir el sábado, ya que cualquier sitio muy turístico estaría lleno de gente. Por lo que pensamos ver Osaka tranquilamente.
Como estaban diciendo que iba a empezar a llover al día siguiente, hasta vete a saber cuando, decidimos ir a Nara, a pesar de ser sábado y ser un día con bastante afluencia, y dejar Osaka para la tarde.




Salimos a las 10:30 hacia el tren, cogimos uno hasta la estación de Osaka y ahí otro de la línea Yamatoji Line, que llegó a la estación de Nara a las 12:10.
Nada más salir de la estación está el centro de información turística, donde además disponen de baños, oficina de cambio y espacios para dejar el equipaje.
Caminamos por Sanjo Dori, una calle con aceras grandes que hay justo en frente de la estación, que lleva hasta el parque. El trayecto es de unos 20 minutos.


De camino entré en una tienda para comprarme alguna chuche baratilla y me hice con una bolsa de algo parecido a rosquillas por 100¥. Mi hermana se compró un poco más adelante un café de máquina.
Pasamos por una tienda de mochis que estaba llena de gente comprando. En el momento no sabíamos muy bien qué era, pero en google aparece como un punto importante de venta de mochis.
Como eran de té verde, algo que no me gusta nada, ni los probamos.

 

Esta zona ya estaba más cercana del parque y por lo tanto más turística, que se notaba por el aumento de puestos con recuerdos. A esas horas aún estaban cerradas la mayoría, pero ya se podía ver que la venta principal está dirigida a todo lo relacionado con los ciervos.


A las 12:35 llegamos al primer templo, el Nanendo. De allí caminamos hasta el templo Kohfukuji, donde vimos los primeros ciervos, ya asediados por los niños. Estos estaban como viejitos y con patas chungas, recibiendo las galletas sin moverse del sitio.



Estaba todo bastante lleno, ya que además de ser sábado hacía un día precioso, con sol y los cerezos florecidos. Sobre todo notábamos que había muchos japoneses, no solo extranjeros.
Al ser primavera, los ciervos están cambiando el pelo y les están creciendo los cuernos, por lo que su aspecto es un poco sarnoso, parecen ciervos medio zombis, a los que se les cae la piel a trozos.


A partir de aquí empecé a perder a mi hermana constantemente. Se alejaba sin previo aviso detrás de los ciervos y se metía entre los mogollones de turistas. Había veces que perdía un montón de tiempo buscándola, incluso me tocó mandarle mensajes al móvil. Menos mal que ella llevaba el wifi y yo tenía la sim de datos.
Ya tengo planificado un artilugio para el próximo viaje. Le regalaré una diadema con antenas de colores para poder encontrarla de un vistazo.


Seguimos caminando hacia el este, desviándonos hacia el norte para ir hacia el Tōdai-ji. A la altura del museo nacional de Nara, cruzando la calle vimos el santuario Narahimuro, con un pequeño jardín que tenía una charca con sapos (o ranas) enormes.
Por esta zona los ciervos no querían comer ni una sola galleta de las que les ofrecían los turistas, solo comían bellotas que les daba un señor mayor o nuestras nueces.


A las 13:50 llegamos a las puertas del templo, llamadas Nandai-mon. Llegamos a las taquillas de Tōdai-ji y compramos nuestras entradas a 500¥ cada una.
El edificio era impresionante, sobre todo con los cerezos en flor y el cielo azul haciendo contraste con la gran construcción de madera, el edificio de madera más grande del mundo.


El gran buda ya se veía enorme antes de entrar. Lo único malo era la cantidad de gente que había, hasta te empujaban mientras intentaba grabar o hacer fotos.
Aun siendo más alto que el buda de Kamakura, en persona parece un poco más pequeño. Quizá fuese impresión mía o que la de decoración que tiene alrededor le hace parecer más pequeño.


Dimos la vuelta entera al interior, empezando por la izquierda y terminamos llegando a la columna de madera con el agujero por el que hay que pasar para conseguir felicidad eterna.
Tenía intención de probar suerte, pero la cola que había era enorme, así que pasamos de largo, eso sí, sin dejar de cotillear que gente pasaba.

 

Salimos del edificio principal del templo, intentando solucionar un problema con la wifi, aunque creemos que al estar en mitad de la nada no había cobertura, ya que más tarde también perdía yo la señal de la sim.
Antes de salir mi hermana dejó una ofrenda y quemó incienso en el espacio que había justo al principio del camino hacia la entrada del templo.
Por supuesto, junto a la salida, teníamos las tiendas de recuerdos. Esta vez sí picamos y nos compramos unos colgantes para móvil de ciervitos kawaii. Veían dos en el paquete, por menos de 400¥, así que perfecto recuerdo para las dos.


Como ya eran casi las tres, nos pusimos a buscar un lugar donde poder comer nuestros bentos.
La zona con más árboles era más bonita, pero estaba el suelo húmedo y los pocos sitios para sentarse estaban ocupados, por lo que fuimos hasta una gran pradera, en la que además no había ciervos, para poder comer sin peligro a hurtos de comida.


La pradera estaba llena de parejas y chicas haciéndose fotos con ropa elegante y de boda. Aquí fue donde nos dimos cuenta que las maletas eran para tener cambios de ropa para las fotos, ya que una chica se estaba haciendo fotos junto a los cerezos y al rato reapareció con otro modelito distinto.


Nos sentamos a comer a las 15:00 en un banco de piedra, ya que todas las mesas estaban ocupadas. Mientras comíamos aproveché para hacer un timelapse de la pradera, aunque no era un punto visualmente especial, había que aprovechar los momentos que pasábamos quietas en un sitio.


A las 15:40 emprendimos de nuevo la marcha camino al santuario Kasuga-taisha. En el camino vimos varias parejas de novios haciéndose fotos con trajes occidentales.
Tras atravesar un poco de bosquecillo, con ciervos ya medio dormidos entre la maleza, dimos con un camino de linternas a ambos lados.

 

Allí mi hermana compró galletas para ciervos por 150¥, ya que en esta zona parecía que los ciervos tenían más hambre, no como los del principio que ya pasaban de los turistas y sus galletas, solo querían cosas distintas, como nuestras nueces o rosquillas.


El camino era precioso. Con los cuervos graznando a pleno pulmón como de costumbre y los ciervos más tímidos que pedían galletas pero se asustaban al acercarse.
También en esta zona había mucha gente, incluso con bicicletas, pero aún así el sitio era tan bonito que se toleraban.
En la zona de Kasuga-taisha no entramos en los sitios de pago, solo vimos el complejo por fuera y paseamos por sus caminos de linternas.


A las 16:30, ya estábamos bastante dentro del bosque, creo que llegamos hasta el Munakata Shrine. El lugar estaba bastante vacío y empezaba a oscurecer, por lo que decidimos emprender el regreso al llegar a un tori que tenía una bajada por un camino totalmente solitario. Nos apetecía alejarnos un poco del gentío.
Parecía que bajábamos, pero al rato volvimos a subir. Ya pensaba que nos estaba adentrando más en el bosque, por lo que tuve que comprobar con el móvil que no estábamos perdidas.


A mitad de camino mi hermana vio una casa y pensó que podíamos atajar por ahí, nos metimos y resultó no tener salida y encontrarnos en medio del patio trasero de alguien.
Continuamos nuestro camino y por fin regresamos al camino por el que iba la gente.


Los ciervos ya estaban casi todos tumbados lejos del camino, pero pudimos ver a uno comiéndose el mapa de algún turista. Los ciervos son como las cabras y se comen el papel, así que no lo dejéis al alcance de sus hocicos.
Cuando de regreso, pasábamos por el Kōfuku-ji, a las 17:00, rodeamos el estanque ya que había leído que el reflejo de la pagoda era precioso, pero estaba un poco turbia el agua y no se veía nada especial.
Pasamos de nuevo por la tienda de mochis y esta vez estaban haciendo una exhibición del proceso de la masa, golpeando con unos mazos enormes.

Llegamos a la estación a las 17:25 totalmente agotadas de la caminata. Menos mal que decidimos ir a Nara y no lo hicimos el día que pensábamos ir a Fushimi-Inari, porque no habríamos podido ver las dos cosas.
Cogimos el tren camino a Osaka, pero nos bajamos en JR-Namba Station, (hicimos trasbordo en (Shin-Imamiya Station o en Tennoji Station) ya que eran las 18:40 y aún teníamos tiempo para ver Dotonbori, aunque estábamos agotadas, era el momento perfecto y no sabíamos si tendríamos otra ocasión. Nos subimos en un vagón solo para mujeres, aunque iba medio vacío.


Según salimos del tren, hay que caminar por una especie de calle subterránea. Menos mal que google maps nos acompañaba, con esto llegamos sin problemas. En la superficie nos encontramos en un parking bajo una carretera elevada, con un paso de cebra que nos condujo hasta la calle junto al canal y a mano derecha ya se veía el luminosos de entrada a Dotombori.

Ya era de noche y la calle no parecía muy habitada, pero echamos a andar hasta que empezó a estar mucho más llena según nos adentrábamos. Pasamos por el hotel Gloria, que tiene en la entrada unas columnas con cabezas gigantes unidas a unos piececitos.
La calle estaba llena de bicis y cuando llegamos al otro luminoso de Dotombori nos encontramos con una gran calle perpendicular. Estaba un poco perdida, porque esperaba encontrar ya los locales famosos con sus luminosos y el cangrejo gigante, y parecía que la calle se acababa, pero al cruzar divisamos el cangrejo y mucha más gente. Aquí ya el ruido y la gente iba en aumento, así como la luz que desprendían los luminosos. 


Al llegar al local del cangrejo giramos a mano izquierda y llegamos al puente sobre el canal desde el que se ve la famosa señal de Glico. Eran las 18:55 y aquello estaba atestado de gente, costaba poder caminar y ya ni te cuento hacerte alguna foto. Estaba todo el mundo haciéndose una foto al estilo Glico y teníamos que ir esquivando los palos selfie.


Nos quedamos allí un rato hipnotizadas por el ambiente, los sonidos y el olor a comida. Hasta mi hermana que no es amante de las ciudades y las aglomeraciones estaba encantada con el lugar. Tiene un encanto especial y a pesar del cansancio nos quedamos un ratillo viendo el ambiente y haciendo un timelapse del canal. Colocamos el trípode, pero agarrándolo por si acaso, porque el puente se movía más de lo esperado.

  
Mi hermana intentó buscar algún restaurante sin gluten en la zonahaciendo uso de Internet y no hubo forma. Tuvimos bastante mala suerte durante el viaje buscando sitios sin gluten, incluso los que teníamos apuntados ya los habían cerrado o cambiado de lugar.
Bajamos al canal y paseamos un poquillo por ahí viendo los locales de takoyakis y locales con música R&B con sus porteros enormes.
Vimos la curiosa noria ovalada que hay en el edificio de Don quijote, que ya no funciona pero que le da un aspecto al edificio de lo más curioso.


Cuando llegamos al siguiente puente cruzamos para pasar por el restaurante de Takoyakis y el de ramen más famoso, que no podríamos catar, ya que todo tiene gluten.
A las 19:45 nos encaminamos de regreso al tren, agotadas perdidas y con hambre, ya que no podía ponerme a comer en cualquier parte dejando a mi hermana mirando.
Saliendo por la misma calle que habíamos entrado pasamos por una especie de teatro en el que debió haber alguna actuación de algún idol, ya que había chicas haciéndose fotos con un cartel en la entrada. Justo en frente había un puesto de takoyakis y de un taiyaki raro llamado tai croissant, en el que compré uno de chocolate con almendras por 250¥
Me comí un trocito en el camino, ya que estaba calentito y el resto me lo guardé para el postre. Muy rico.

Regresamos por la calle del luminoso de Dotonbori, para volver a coger el tren de JR y en el camino pasamos por restaurantes con su comida de plástico expuesta y peceras con peces globo. Además vimos una especie de decorado tipo Halloween entre dos edificios, que no comprendimos bien. La verdad es que había cosas raras en esta calle que la hacían de lo más curiosa.
Justo enfrente del parking por el que se sale de la estación, vimos un edificio super estrechito, con forma triangular, que se elevaba solitario entre la calle y el canal. En Osaka vimos varios edificios que eran de una sola ventana, de lo estrechos que eran.

Llegamos a casa a eso de las 21:00 y cocinamos el arroz en la arrocera, que nos serviría para varios días y nos hicimos la cena y la comida del día siguiente.


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