martes, 27 de diciembre de 2016

Japón - Diario de viaje - Día 8 - Takayama

Tokyo - Takayama

A las 10:33 teníamos nuestro shinkansen hacia Takayama. Nos levantamos prontito para poder ir con calma y que mi hermana pudiera estirarse. Llegamos sin problemas y más de media hora antes a la estación de Tokyo.
Justo por donde teníamos que subir al andén había una tienda con un montón de bentos para llevar en el tren, aunque la mayoría superaban los 1000¥




El tren llegó unos 10 minutos antes y vimos como entraba el equipo de limpieza que no solo recogía la basurita y limpiaba los asientos de migas, sino que hasta cambiaban la tela del reposacabezas. Teníamos que coger el Hikari 509 hacia Shin-Osaka, con parada en Nagoya a las 12:17. Y de ahí, a las 12:48, el tren Hida 11 a Takayama que llegaría a las 15:05.

En los paneles electrónicos van poniendo los siguientes trenes por orden, en japonés y en caracteres romanos, en los que se indica el tipo de tren, el número, la hora, hasta donde llega y los números de los vagones que no requieren reserva.
Los números de los vagones están pintados en el suelo del andén, para que puedas hacer fila en el que te corresponde.

Como había leído en foros y diarios que las maletas no se podían colocar en la parte de arriba, solo en la parte trasera de cada vagón, en un espacio que hay entre asiento y pared, nos metimos directamente con nuestra maleta grande en el asiento y pusimos la mochila arriba.


Justo delante de mi hermana había un hombre con el asiento totalmente reclinado, por lo que el espacio era mínimo. Como era un bloque de tres asientos y no había nadie en el tercero, aproveché para poner ahí mi maleta para que pudiésemos estar un poco más cómodas.
Lo único que estábamos pendientes en cada parada por si entraba alguien, pero al final fuimos solas todo el trayecto.

Al rato pasó el carrito de comidas y Laura pidió un café por 320¥ Pensábamos que sería el café más caro de todo el viaje, pero días más tarde pudimos comprobar que es el precio medio del café en cafeterías. Aunque parece ser que con el mismo sabor y calidad que el de las máquinas a 100¥


A las 11:20 pasamos por el monte Fuji. Como estábamos en el otro lado, en la parte derecha del tren, me levanté y fuí a la puerta para poder verlo bien desde la ventanilla. Llamé a mi hermana y como dejó las maletas sueltas, cuando regresamos a los asientos estaba el del asiento de al lado recolocándolas porque habían salido rodando.
No habíamos podido hacer la excursión a Fujiyoshida-shi, para disfrutar de las vistas del monte, como tenía planeado, pero al menos lo veíamos desde el tren. Nos lo habríamos perdido si hubiésemos ido por Toyama.
Estaba rodeado de nubes, pero se veía justo la cima nevada, por lo que disfrutamos viéndolo, aunque fuese unos minutitos. No dura mucho la vista, ya que el tren va muy rápido y entre túneles y vallas, es complicado poder admirarlo durante mucho tiempo.

  

Mi hermana hizo uso de la salita de fumadores y yo de los baños, que tenían justo a la salida un par de lavabos. Todo muy moderno y nuevo.
El trayecto se nos hizo bastante corto y ni me dio tiempo a ponerme a escuchar un audiolibro ni nada parecido.
Según nos íbamos acercando a Nagoya, empezamos a ver cerezos en flor.
Llegamos justo en hora y nos dirigimos al andén correspondiente sin mayor problema. Está todo muy bien indicado.
El tren no tardó en llegar, aunque quedaba un cuarto de hora y ya teníamos dudas de si era ese o no, porque nos dejaron subirnos demasiado pronto.


Este tren no es un tren bala, por lo que su aspecto era más modesto. Aquí es donde vimos que la gente ponía las maletas grandes en la parte de arriba, por lo que hicimos lo mismo. A pesar de que nos daba un poco de miedito que no aguantara el peso, si el resto de gente lo hacía, con maletas más grandes, es que no había problema.
Más tarde vimos que en los shinkansen también colocaban las maletas grandes en los portaequipajes.
El tren no iba lleno, pero aún así nuestros asientos estaban separados, Laura estaba sentada en ventanilla y yo en pasillo al lado de otra persona. Me da que el hombre que nos hizo las reservas, se puso tan nervioso que, cuando le di la opción de Nagoya, ni miró que los asientos estuvieran juntos y nos asignó el primero que vio. 


Me senté junto a mi hermana, porque si venía otra persona suponíamos que no le importaría ponerse en el mío, que estaba justo delante. Aún así, ya fui un poco incomoda todo el viaje, pendiente por si venía alguien.
Ni comimos por este mismo tema, así que llegamos a Takayama sin haber comido y con bastante hambre. Laura se comió una barrita sin gluten, pero yo no recuerdo haber comido nada.
Hasta que llegamos a eso de las 13:00 a Gifu, el tren fue hacia atrás. Es decir, nuestros asientos estaban a contra marcha. Pero a partir de ahí ya fuimos en la dirección correcta. Nos había parecido extraño, porque estas cosas las suelen tener en cuenta y preparan los asientos para que estén en el sentido de la marcha.

El trayecto fue bastante bonito, ya que nos acercábamos poco a poco a zonas más montañosas, con más vegetación. Aunque según avanzábamos había menos árboles con flor.
Hacia las 14:00 pasó un revisor sellando los billetes, algo que hasta ese momento no habíamos visto. Los únicos que veíamos saludaban al entrar y al salir del vagón, pero nunca nos habían pedido billete. Dudé en cambiarme de asiento, pero como estaba medio vacío, no pensé que tuviera mucha importancia.
Supongo que al ser un tren en el que todos los asientos son con reserva, funciona distinto que el resto.

Llegamos a Takayama y para nuestra sorpresa no parecía un pueblo en las montañas, como lo que habíamos visto en el camino hasta allí. Encima la estación estaba en obras, por lo que no ayudaba nada. Nos sacaron directamente a la calle desde los andenes de las vías de tren.
Nos dirigimos al ryokan que teníamos reservado, Hodakaso Yamano Iori. Esta fue una de las habitaciones más baratas, nos costó 6480¥. No tenía baño privado, y eso era lo malo, ya que aunque no lo indicaba en la descripción, supusimos que no había duchas comunes, solo el onsen.


A las 15:15 llegamos al hotel. Con el google maps no tiene pérdida, además de que estaba bastante cerca. El hotel está cerca de una de las calles comerciales grandes que van hacia el río, en una calle con casas tradicionales. La entrada fue un poco tremenda con las maletas, ya que es de piedras grandes, tipo jardín zen, por lo que tuvimos que pasar con las maletas a pulso. Nada más entrar vimos que había que quitarse las zapatillas y ponerse unas que tenían allí. Nos las empezamos a quitar porque vimos que teníamos asignado un trocito con mi nombre y cuando estábamos en ello vino la recepcionista a indicarnos.


Pagamos la noche en recepción y nos acompañó otra señora que hablaba fatal inglés, apenas le entendí los horarios del baño, pero más o menos nos hicimos entender. Nos llevó hasta la habitación que estaba en la primera planta, por lo que tuvimos que subir dos tramos de escaleras con el peso de las maletas. A mi hermana le ayudó una japonesa que pasaba por allí y le vió la cara de sufrimiento.
Dejamos las maletas y estuvimos un ratillo dando una vuelta por el hotel. La habitación no era como en la imagen de la web, que tiene vistas a un jardín, sino que tiene las vistas a las entrada, que también es bonita, porque es todo tradicional. Nada más entrar había un lavabo, como en el descasillo, a continuación había una mesa con sillas sin patas y al fondo los futones. Era bastante espaciosa. Como hacía bastante calor buscamos la fuente para poder apagarlo y hasta tuvimos que abrir las ventanas para refrescar la habitación, resultó ser una especie de estufa extraña que no se apagaba del todo.


Las camas eran de futones de verdad, no con colchones como había leído en algunos comentarios y las almohadas tenían alubias. Una era completa de alubias y la otra mitad y mitad. Una habitación totalmente tradicional, como queríamos nosotras. Tenía tv, caja fuerte, nevera y una cajita con las tazas de té, el té de bienvenida y un termo de agua. Teníamos Yukata y una chaquetilla.
Lo único malo era el baño. Lo teníamos justo en la puerta, pero al entrar, resulta que era estilo japonés, es decir, una abertura en el suelo.
Nos recorrimos el piso entero buscando otro y no había más, el occidental estaba en la planta baja y con mandos solo en japonés que no entendíamos.


Para entrar al baño había que cambiarse de zapatillas y en el japonés el suelo como que no parecía del todo limpio y no es de extrañar. Había estado todo el viaje evitando utilizar este tipo de baño, pero hasta aquí llegó mi intento. Ni que decir que no solo es complicado atinar al agujerito, sino que las rodillas sufren un montón.
Fuimos a explorar el onsen, que según el horario de la puerta está abierto de 6:30 a 10:00 y de 15:00 a 23:30. Para entrar hay que descalzarse y dejar las zapatillas en una casilla. Como no había nadie en ese momento, aproveché para grabar un segundito dentro.


A las 16:00 salimos del hotel para explorar Takayama. Aunque ya estaba atardeciendo y sabíamos que todo lo cierran pronto, queríamos aprovechar el máximo tiempo posible, ya que por la mañana tampoco nos daría tiempo a ver todo.
Al salir nos dimos cuenta que mi nombre estaba escrito en un cartel de la entrada, donde estaban los nombres de todos los huéspedes. Había sólo 9, por lo que suponemos que ese es el número de habitaciones que tienen en total.


Nos dirigimos hacia el río para ver Takayama dando un paseo. Vimos las calles antiguas, las tiendas de sake y continuamos el camino hacia el este. Las calles tradicionales que tanto llaman la atención de Takayama tampoco eran muy extensas, por lo que se recorren en un suspiro.
Las vending machines que veíamos por el camino nos parecieron carísimas. En general el pueblo estaba más lleno de turistas que otra cosa y todas las tiendas estaban enfocadas en vender al turista.


Nuestra intención era ir al parque Shiroyama, en el que está el castillo y hay varios templos, pero no sabíamos que esa zona era una pequeña montaña hasta que ya estábamos allí y estaba cayendo la tarde. Nada más empezar a subir, vimos un cartel de precaución por osos en la zona. Nuestro primer pensamiento fue; “Bien, vamos a ver osos”. Todo lo que sean animalitos...


El primer sitio al que llegamos fue el santuario Shōren-ji, que estaba cerrado. Tenía la puerta abierta así que nos asomamos un poco a mirar y no parecía haber nadie.
Tras 10 minutos subiendo por un camino de cabras, decidimos volvernos porque parecía que todo estaba un poco lejos y no era cuestión de que nos pillase la noche en un monte con osos. Eran las 17:00 y empezamos a escuchar una música que creemos venía del templo cercano. Aunque ahora que sé que suelen poner estas músicas en los parques, o zonas con horarios, para avisar del cierre, quizá fuese eso.


La bajada la hicimos por otro lado, en lugar de por la carretera fuimos por unas escaleras que habíamos visto a la subida, que atajaban un poco. Según bajábamos subían unos extranjeros que estaban ya asfixiados. Pues acababan de empezar a subir. Iban igual de perdidos que nosotras.

 

Nos dirigimos al museo de historia y arte de Takayama, que es gratuito. Cerraba a las 19:00 y aún estábamos en tiempo. Ya de camino las calles estaban más solitarias, se notaba que la vida de esta zona cae cuando se pone el sol.
En el museo no se podía grabar ni hacer fotos, pero estaba bastante bien. Al ser gratuito es un extra para el viajero.
Algo que también tenían aquí es sellos para poder estampar en el folleto del museo o en un libro. Ya había leído que hay sellos en las estaciones de tren, de cada ciudad, lugar de interés... Pero al final no me acordé de llevarme una pequeña libreta para esto y tampoco buscamos los sellos, pero cuando los veíamos los poníamos sobre cualquier cosa que tuviésemos a mano, de recuerdo.

A las 18:15 entramos en un Family Mart para comprarnos algo de comida y el desayuno. Compramos un zumo de frutas y verduras, un melon pan, tres oniguiris y un yogurt grandote. Nos costó 659¥
Como justo en la puerta había una zona de fumadores, mi hermana aprovechó para fumar ahí, ya que está prohibido en muchas zonas por ser todo de madera.
A las 18:20 pasamos de nuevo por la calle antigua y aquello estaba desértico y eso que aún no era noche cerrada.

Me quedé sin batería en el móvil según regresábamos, por lo que tuvimos que tirar de mapa para llegar a nuestro destino. Lo bueno es que no es un sitio muy grande y por mucho que quieras perderte es bastante difícil.
Pasamos por delante de Takayama Jinya, que estaba cerrado, y lo rodeamos para ver la zona. Ya era totalmente de noche y las calles estaban oscuras y silenciosas.


Llegamos al hotel a las 18:50 y como estaba ya todo cerrado, nos dispusimos a cenar y a relajarnos un poco. Laura se tomó un té y yo me puse un rato la tele con sus programas extraños de investigación de cámara oculta y recreaciones de hechos policíacos.
Cenamos en la habitación y preparamos las cosas para el día siguiente. Mi hermana se fue un rato al onsen mientras yo cenaba, y mientras volcaba las fotos y vídeos en el portátil. Que por cierto, muchas de la imágenes de este diario son del vídeo, ya que algunas veces no tenía manos para hacer fotos y vídeos.


A las 22:00 nos pusimos a hacer un poco el tonto con el time lapse las dos con el yukata y el batín incluido.
Nos fuimos a dormir pronto, ya que queríamos madrugar para que nos diese tiempo a ver más cosas al día siguiente.


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