domingo, 7 de agosto de 2022

Japón 2019 - Diario de viaje - Día 18 - Regreso a casa

 

Martes 26 de noviembre de 2019

Me desperté antes de que me sonara el despertador. No pude dormir ni 5 horas y a las 7 ya había dejado todo recogido, me había duchado y arreglado y estaba desayunando todo lo que me quedaba, yogur, plátano y jamón cocido.

A las 7:27 ya tenía todo listo para salir, pero como hasta las 7:30 no abrían recepción, al bajar les pillé apenas abriendo y les pregunté si les podía dejar las llaves, que ya me tenía que ir.

Tenía el vuelo a las 11:55, con salida del aeropuerto de Narita. 
Había mirado varias opciones de transporte y tenía pensado ir en bus, que me resultaba más cómodo desde donde estaba alojada y eran solo 1000¥, pero como solo permiten una maleta, al final opté por la opción más económica del tren, en la Keisei Line Limited Express Narita, con salida desde Nippori.
Este tren cuesta 1050¥ y tarta un poco más de una hora, ya que realiza bastantes paradas.
La otra opción era el Skyliner, que tardaba solo 40 minutos y costaba 2520¥.
Como salía con bastante tiempo, no me importaba ir en el más económico.

Fui andando hasta la estación de Minami Senju, con las dos maletas. La mochila la había metido en la maleta nueva, que tenía espacio, y así iba más cómoda. Al conocerme los ascensores de la estación, no se me hizo muy complicado. Lo único que a la hora de subirme al tren, a una hora que aún está bastante lleno, me agobie un poco para entrar y poder sujetar ambas maletas y a mi misma a la vez.
Llegué a Nippori tras 15 minutos de trayecto desde el hotel, a las 7:57.
Seguí las indicaciones de Google Maps y esperé en el andén. Pasaron unos cuantos trenes hasta que finalmente llegó el mio, un poco más tarde de la hora que ponía en Google y ya me estaba agobiando por si lo había perdido o si era uno de los que había parado, pero finalmente llegó el que tenía que coger.

 

El vagón era bastante amplio y no estaba muy lleno, pude sentarme junto a la puerta y como el pasillo era amplio, podía tener delante las dos maletas sin entorpecer. Aún así no fui muy cómoda porque tenía que estar sujetándolas. A mi lado estaba sentada una japonesa que hablaba en sueños. estaba completamente dormida casi recostada sobre mi.
Fui todo el camino asándome, ya que era un tren de esos que llevan la calefacción debajo de los asientos.

Salí de Nippori a las 8:16 y llegué al aeropuerto a las 9:30. Como pagué con la pasmo el trayecto, no pude comprobar lo que me cobraron realmente. De hecho para salir, tuve que pasar por dos tornos, uno justo después del otro, me resultó muy extraño. Todo sea que cuando regrese a Japón tenga un viaje abierto sin cerrar o algo parecido.

A las 9:37 estaba ya en el aeropuerto. Fui directa a facturar las maletas y mientras espero mi turno, saco la mochila de la maleta y la reorganizo un poco junto con el bolso. Había bastante cola y justo en frente una pareja de argentinos se tiró un buen rato intentado dar solución a su equipaje. Llevaban solo una maleta pero se pasaba del peso máximo y además llevaban una guitarra que no querían facturarla y les estaban poniendo problemas.
Cuando me tocó el turno facturé sin problema y me confirmaron el menú sin gluten.
El vuelo lo habían retrasado 15 minutos y estaba previsto para salir a las 12:10. El embarque era a las 11:40.

 

Ya sin maletas me dirigí a la zona de tiendas y restaurantes para hacer tiempo. Tenían las Tokyo banana, un poco más caras, eso sí, 8 unidades 1050¥. Tras darme un vuelta, pasé por el 7 eleven para comprar un onigiri de salmón y uno de atún, que llegaron a casa enteros.
Eran ya las 10:30 pero como no tenía nada más que hacer, me encaminé a inmigración para pasar los controles con tiempo.

 

Tras pasar el control de equipaje, solo tuve que pasar por unos tornos donde te hacen una foto y escaneas tu mismo el pasaporte, por lo que nadie me pidió el papel de las tasas. El proceso fue súper rápido.

Una vez dentro ya había menos tiendas. Alguna cafetería y una tienda tipo Akihabara, con cosas frikeras y más enfocadas en los turistas, donde vendían también los Tokyo banana. Podía haberlos comprado aquí y ahorrarme estar cargándolos, pero lo de ir en el vuelo con bolsitas de compra tampoco me mola. La caja de 12 unidades, especial de los juegos olímpicos, de arroz, estaba a 1550¥


A las 11:10 estaba ya en mi puerta de embarque, la 94. Aproveché para comerme una barrita soyjoy y al pasar por el wc vi que tenía un amago de la regla, que en teoría no me tenía que venir hasta dentro de 5 días. Tomé precauciones y me tomé un ibuprofeno para todos los dolores juntos. Supongo que del golpe o el cansancio había decidido adelantarse.

La comida del viaje de ida no había estado mal, pero me gusta prevenir, así que iba surtida con los onigiris, barritas, frutos secos, conguitos y unos mochis que aún me quedaban, de los que compré en el Fuji.
Cuando estaba hablando con la familia, me di cuenta que la sim española la tenía guardada en la maleta facturada, por lo que solo podría conectarme a través de la wifi del aeropuerto una vez en Helsinki y en Madrid.

A las 11:53 ya estaba embarcando y tardé poco en sentarme. Como siempre, elegí un asiento casi al final del todo, en pasillo.
Al lado tenía a la pareja de argentinos que había visto en la facturación. Debíamos ser los únicos hablando español en todo el vuelo y estábamos todos juntos.

El vuelo despegó a las 12:26, las 4 de la mañana en España. Tenía una duración de 10:47 horas, hasta Helshinki, por lo que no tardé en mirar que películas tenían, que eran prácticamente las mismas que en el vuelo de ida, con pocos estrenos.
Me quité el calzado y me puse las pantuflas que llevaba del hotel de Kanazawa, que no ocupan nada y son las que utilizan los japoneses en los vuelos. La mayoría de los japoneses ya estaban descalzos o con este tipo de zapatilla de viaje.

A la hora de despegar, nos pusieron la primera comida. En esta ocasión trajeron primero las opciones especiales y después repartieron el resto.
A las 13:30 ya estaba comiendo uno de los mejores menús sin gluten que he probado en un vuelo. Hasta venía con un pan de arroz. Todo muy bien etiquetado para no quedarte con la duda de si es realmente un menú sin gluten o no.


Pasé ratos estirando las piernas en la parte de los baños, donde estaba casi todo el tiempo la pareja argentina con su mate, que hasta ofrecieron a las asistentes de vuelo. Nos llamaron la atención por estar allí tanto tiempo, así que yo me fui a sentar y me puse la peli del Rey león. Como estaba en el pasillo, podía levantarme sin problemas al wc las veces que fueran necesarias.

A las 20:40 sirvieron la cena. Esta vez no estaba tan buena, pero se dejaba comer, era tipo hospital, pero al menos no llevaba nada picante ni cosas incomibles. Justo la típica comida que siempre digo que deben dar en menús para alergia e intolerancias; pescado, pollo, verduras, fruta... No hace falta inventarse cosas con salsas raras para que esté bueno y sea comestible.
Fue con diferencia mucho mejor menú que en el vuelo de ida.



Llegamos a Helshinki a las 15:30 (las 14:30 en España) y me fui directa a la sala de embarque del siguiente vuelo.
Como tuve que pasar por otro control me quitaron el agua y me tocó comprar una en una máquina. No llevaba euros, así que me tocó pagar con tarjeta.
Atravesé lo que me pareció medio aeropuerto, a paso ligero tardé como 15 minutos y no estuvimos esperando ni 20 minutos para abordar.
Aproveché para escribir a la familia, con el wifi del aeropuerto, pasé por el wc y cuando me quise dar cuenta ya estábamos subiendo al avión.

Mi asiento en teoría era en pasillo, pero al llegar resultó ser ventanilla. No se si abrían cambiado de avión qué pasó, pero tampoco me vino mal, porque estaba tan agotada, que al poco de emprender el vuelo, me puse la serie de Glee en el móvil y me quedé frita. Me despertaba intermitentemente, pero al menos conseguí dormir algo. Como no ofrecían comidas, me despreocupé totalmente.
Al despertarme, poco antes de aterrizar, me puse de nuevo las botas y noté mucha presión y dificultad para ponérmelas.

Este vuelo era de 5 horas, salió a las 16:40 y llegó a España a las 20:35. Llegué a la zona de recogida de maletas sin pasar ni un solo control ni personal de seguridad. Simplemente pasamos por unas puertas automáticas de no retorno.
Mientras esperaba las maletas escribí a la familia, que me iban a buscar, conectándome a la wifi del aeropuerto.

A las 9 de la noche ya estaba fuera, camino a casa, a la que llegué una hora más tarde con los tobillos tan hinchados que no podía ni ponerme de nuevo el calzado. Nunca me había visto los tobillos tan hinchados. Tenía unos moratones enormes de la caída y se ve que no moverme nada en el último vuelo me pasó factura.
A día de hoy, aún tengo una marca en uno de los tobillos, que nunca se fue. Debía hacerme puré parte del músculo de esa zona.

Regresé pensando en volver de nuevo a Japón en breve, pero esta vez solo a Tokio, ya que no había podido disfrutarlo debidamente entre la lluvia y el accidente. Pero como todos sabéis, llegó el covid y aún estamos esperando que Japón abra sus fronteras al turismo, dos años después.

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