domingo, 23 de marzo de 2025

Japón 2023 - Diario de viaje - Día 14 - Koishikawa Kōrakuen, Sakura Jingu Shrine y Godzilla

 

Martes 7 de marzo de 2023

Por fin conseguí dormir 8 horas, levantándome a las 8 de la mañana. Tras ducharme preparé un bocadillo con el pan que traje de España, que lo tenía entero, y el jamón que había comprado. Probé un trocito y sabía como a jamón cocido, super extraño. Y eso que era de origen español, debe ser que lo curan de otro modo para las exportaciones de este tipo.
Desayuné un gofre con fresas, arándanos y un zumo de melocotón y sobre las 9:30 salí del hotel hacia el metro.
Justo a esa hora estaban recogiendo las bolsas de basura que había por toda la acera. Me resulta extraño que no tengan contenedores y que pasen a recoger la basura tan tarde.

 

Llegué a la estación de Lidabashi a las 9:50 y caminé unos 10 minutos hasta la entrada oeste del jardín Koishikawa Kōrakuen.
La entrada se podía comprar en taquilla o en unas máquinas que había para pagos con tarjeta de crédito o tarjeta IC.
La entrada me costó 300¥, que pagué con la pasmo en una máquina. Me extrañó que no dieran ningún tipo de folleto con información, pero al iniciar el recorrido, vi una mesa con sellos y folletos en varios idiomas.
El sello me dejó un poco descolocada al principio, ya que al usarlo vi que era de un color y que quedaba incompleto, hasta que me fijé en un cartel, en el que indicaba los puntos donde tenias el resto de sellos para completarlo y que se viera en color. No me fijé mucho en el mapa, ya que como tenía intención de ver todo el jardín, pensé que me los iría encontrando en el camino.

El día estaba soleado y aún así el jardín parecía bastante solitario. Apenas había gente en la entrada y en los alrededores.
Caminé por los senderos, pasando un gran estanque con un islote donde se veía una lámpara de piedra y solo se escuchaba el ruido de los pajaritos.  Atravesé algunos puentecitos y caminos de piedra, llegando hasta una puerta de madera, llamada Kara-mon, una reconstrucción de lo que en el período Edo era la entrada principal a los jardines. Es solo la estructura de la puerta, pero se ve preciosa en este jardín.
Había señales indicando un camino hasta los arces, por lo que supongo que este jardín debe ser más visitado en otoño que ahora.


Rodeé la puerta para descubrir un estanque más pequeño donde descansaban unas tortugas, tomando el sol en una de las rocas que había en el centro. Los pinos aún tenían su estructura de cuerdas en cono, que los protege de las nevadas, pero ya había algunos ciruelos dando el toque de color con sus flores en diferentes tonos de rosa.
La puerta al fondo del estanque, se ve preciosa y había montones de patos durmiendo en las orillas.


Siguiendo el camino llegué a otra puerta de entrada al jardín, donde tenían otro de los sellos. Parecía menos concurrida que por la que entré, pero tenían toda la información y los folletos más a la vista.

Desde allí seguí caminando entre árboles frondosos hasta llegar de nuevo al estanque más grande, el de la lámpara de piedra. Había una especie de altar de un rojo intenso, en el interior del islote.
El camino me hizo atravesar un arrozal, en ese momento bastante seco, y unos arubustos de flores en ramilletes blancos, que desprendían un fuerte olor que no supe identificar.
Había ciruelos en flor, entre otros árboles aún sin vegetación, que  alargaban sus ramas horizontalmente sobre una estructura formada con palos de madera y al lado, una especie de puente de tablas en zig zag.


Cuando llegué al puente "de la luna llena", Engetsu-kyo, había un grupo de señoras haciendo fotos con sus tablets y me toco esperar un ratillo que terminaran.
El río, que transcurría bajo el arco, caía en una pequeña cascada tras una compuerta de madera junto al camino.


Seguí caminando entre árboles hasta una explanada donde había unos bancos de madera, unos carteles con un QR, conos y una escalerita. Dos chicas se tomaban un batido mientras un mono, sujetado por una corra, chillaba mirando la bebida de una de ellas. 

No me paré a averiguar de qué se trataba, porque me ponía nerviosa ver al pobre mono chillando y la indiferencia de la chica, que no se dignaba a mirarlo, con la mirada perdida al infinito.
En mis viajes por Japón, me he cruzado con algunos de estos espectáculos con monos.

Llegué a un espacio elevado desde donde se veía la cúpula del tokyo Dome y una panorámica de una parte del jardín. Seguía sin haber apenas gente en el jardín, por lo que estaba muy tranquilo y apenas se escuchaba el murmullo del tráfico en la lejanía.


Eran las 11 cuando llegué al puente bermellón, Tsuten-kyo, rodeado de árboles, uno de los puntos llamativos de este jardín. En ese momento no había apenas agua. Las piedras que estaban en el lecho del estanque estaban en medio de una explanada de tierra, ya que estaba completamente seco.

Llegué a la puerta de entrada y me dirigí hacia la salida, confusa porque no había completado los sellos. Me paré a mirar el mapa y me di cuenta que estaban alrededor del jardín, no dentro. Me quedaría sin completarlo, porque no iba a recorrer el barrio entero para buscar los sellos.

Caminé hasta la estación por la que llegué, Iidabashi Station, e hice trasbordo en Tameike Station, para ir hasta Shibuya. El trayecto fue de una media hora, llegando a Shibuya a las 12 de la mañana.
Como siempre, había cola para hacerse fotos con la estatua de Hachiko, que en esta ocasión vestía una banda blanca con un texto. Al verlo después en las fotos, con el traductor, era algo relacionado con la prevención del suicidio.

Me dispuse a buscar Miyashita Park, un centro comercial que habían abierto hace poco, que tiene en la azotea una terraza con canchas de deporte y skate y donde supuestamente hay una tienda con cosas de casa tipo Ghibli.
La zona estaba en obras y se complicaba para cruzar de una acera a la otra, pero terminé encontrando la calle de acceso, donde había un gran cartel en la esquina, que dirigía hacia el sitio.


El centro comercial se ve ya de lejos, porque lo rodea montones de izakayas, con farolillos rojos y mesas a lo largo de la calle, junto a los bares. 
En ese momento estaba todo vacío. Cada sitio tenía una banderola con el nombre, un cartel con fotos de sus productos y torres calefactoras.
En el frente, por donde llegaba, tiene unas escaleras enormes, con escaleras mecánicas al lado.
Caminé mirando los izakayas hasta que llegué a un ascensor de acceso al centro comercial. Aproveché para subir al último piso, que es lo que más me interesaba de este centro comercial.

Había un parque de skate, un espacio multideporte y un muro de escalada.
Además había un starbucks y maquinitas de bebidas, con cubos de basura, al lado de los baños.
Es como un parque, con un camino, espacios verdes y montones de bancos donde sentarse.
En ese momento había bastante gente paseando, sentados en los bancos comiendo o mirando el móvil.
Desde ahí se ven las vías del tren y la calle desde poca altura, ya que son solo unos 3 pisos.


Hay una estatua de Doraemon con una puerta enorme, sobre lo que parecía césped artificial. En ese momento había unos niños jugando ahí y se me hizo difícil hacer una foto sin que se les viera las caras. 
Aproveché para comprar una botella de agua pequeña. Aunque tienen el mismo precio que las grandes, las prefiero porque así llevo menos peso en la mochila y no termino con tanto dolor de espalda.

Como eran ya las 12:30, me senté en un banco libre, casi al lado de las escaleras de salida, a comer el bocadillo de "jamón" tranquilamente. Con el solecito se estaba genial.
Curiosamente, los bancos estaban ocupados con gente durmiendo, en las posturas más extrañas. No se podían tumbar del todo porque eran bancos de 3 asientos, así que estaban hechos bolita o medio tirados, con las chaquetas sobre la cabeza. Parecían indigentes, pero eran todo chavales jóvenes que vestían el uniforme escolar.

Bajé en el ascensor un piso, para ver las tiendas. Había leído que había una especial de Ghibli, donde vendían cosas más adultas, pero no la encontré. Lo que sí vi fue un restaurante con una bandera de españa en la puerta, llamado Gran sol.


Había una exposición de one Piece, con una gran barco inflable y una figura a tamaño real del protagonista, junto a otras miniaturas expuestas.
Tras dar una vuelta, salí del centro comercial sobre la 1 y caminé hacia Shibuya, por la calle paralela por la que había llegado, con más izakayas, pero en este caso más viejitos, también adornados con farolillos rojos.


Me habían recomendado un santuario que en ese momento estaba con los cerezos en plena floración, así que aunque me pillaba un poco lejos, tras pensarlo un poco, decidí ir.
Este viaje parecía que iba sobre flores de cerezo y ciruelos y así podría sumar unas más a la experiencia.
Tenía que coger un tren hasta Sakura-shimmachi. 
Con eso de estar usando el metro, no caí en mirar si era un tren local y terminé en un exprés que se saltó mi parada y me tocó devolverme desde Futako-tamagawa. Menos mal que pude cambiar de vía sin pagar extra. 
El trayecto me costó 157¥  pagando con la pasmo.
Desde la estación caminé 5 minutos hasta Sakura Jingu Shrine. Estaba bastante cerca y aunque era un barrio residencial, se veía bastante movimiento.


Desde el tori de la entrada ya ves todo el santuario. Es muy pequeñito.
A la derecha había una cola enorme hasta donde vendían los goshuin. Justo en frente, se veían los dos árboles de kawazu sakura, enmarcando el acceso al santuario, donde los visitantes tocaban la campana y rezaban sus oraciones.
Los cerezos estaban en su máxima floración, con todas las flores abiertas y las cintitas rosas atadas a las ramas, que es lo que ha hecho popular este lugar.
El santuario es muy bonito en esta época, pero hay demasiada gente.


Bajo los cerezos, les hacían sesiones de fotos a las mascotas, con lo que esto conlleva, los cochecitos de los perretes, el banco donde les hacen las fotos y un equipo fotográfico bastante voluminoso, que hacían casi imposible moverse y hacer fotos sin gente alrededor. En el rato que estuve allí, estuvieron las mismas mascotas de sesión fotográfica, en ambos árboles.
Al lado hay un colegio, desde el que se escuchaban gritos de niños. Así que entre la cantidad de gente y el ruido que había, el ambiente muy tranquilo no era.
Hice unas cuantas fotos y videos y salí de ahí sobre las 14:30. Estuve poco más de media hora.

Me subí de nuevo al tren desde Sakura-shimmachi Station hasta Shibuya, pagando 157¥ con la pasmo, donde hice trasbordo en metro hasta Shinjuku, utilizando el pase diario.
Eran ya las 3 de la tarde cuando empecé a caminar por el barrio. Tenía anotado un local de estilo retro, con un montón de izakayas, llamado ryu no miyako inshokugai.
Bajé las escaleras de acceso, pero no le vi la gracia al sitio. Tenía música a todo trapo, luces tipo discoteca y muchas mesas y bancos en el centro, tipo carretillas con tejadito, rodeado por algunos locales con farolillos. Di una vuelta y salí rápidamente, porque estaba medio vacío y los dependientes se me quedaban mirando extrañados.
No tenía nada que ver con lo que había visto en redes, parecía más una trampa para turistas.


De camino al Hotel Gracery, para ver a Godzila, vi la pantalla 3D con el famoso gatito y una nave espacial y me crucé con unos gachapon a 100¥ que me atrajeron al instante, ya que ahora todos están a más de 300¥. Había uno de Jujutsu kaisen, por lo que probé suerte.
Terminé comprando 4 porque los 3 primeros fueron del mismo personaje. Por suerte 2 de ellos en diferentes posturas. El último ya me salió uno de Gojo y decidí parar, no fuera que me juntara con 4 iguales.


Nunca había subido a ver el godzilla, así que este año quería ver si era posible. Había leído que se podía subir en ese momento, pero no siempre se puede. De hecho en 2024 hubo un accidente y volvieron a cerrar el acceso.
Busqué la entrada y como no la vi, me guié por google maps, que me llevó a la parte trasera, por donde se accede al garaje.
En la entrada, le pregunté a la recepcionista, si se podía subir a ver el godzilla, porque me sentía como si me estuviera colando. Me respondió que sí, indicándome qué ascensor tenía que tomar, un ascensor directo a la planta 8, donde está la cafetería y el godzilla.
Nada más salir del ascensor, te encuentras una maqueta de una ciudad con un godzilla más grande que una persona, en el medio. En la pared de camino al restaurante hay carteles de películas de godzilla, con el año de estreno. Eran muchísimas, desde 1954.

En la salida a la terraza donde está el Godzilla, hay un cartel con el horario de cuando se activa. Es a cada hora en punto, entre las 12 y las 8 de la tarde.
Eran las 15:40 y el sol estaba justo detrás y se veía a contraluz. Un poco mal para hacer fotos, pero ya que estaba allí, quería ver el espectáculo.


Mientras esperaba, llegaron unas chicas que empezaron a intentar hacerse unas fotos saltando, con la cámara en remoto. Iba a ser casi imposible que lograran el efecto, así que me ofrecí a hacerles la foto y aceptaron sin dudar.
Desde alli hay vistas geniales, pero hay un cristal muy alto que dificulta la vision entre reflejos y suciedad. 

A las 4 en punto, empezaron a sonar los truenos de los efectos especiales y al rato las luces estroboscópicas y el humo salían de la boca. Éramos unos pocos los que esperábamos impacientes que empezara, así que nos quedamos en silencio expectantes. No duró ni 2 minutos y cuando acabó nos miramos sonriendo, seguramente todos pensando en si merecía la pena por lo cutre que había sido. Supongo que de día luce menos que por la noche.


Bajé de nuevo en el mismo ascensor y caminé en dirección al santuario Hanazono, que estaba a unos 5 minutos andando de allí.
Las calles traseras del hotel eran de lo más curiosas, vi un king kong en pantalones de boxeo, colgando en una fachada y montones de carteles de chicos y chicas anunciando sus rankings de popularidad.

 

Entré al santuario por la puerta de atrás, cruzando un pequeño tori de piedra, que estaba en la cima de unas escaleras. Ya estaba anocheciendo cuando llegué y el sol se ponía detrás del santuario. Apenas había gente y di una vuelta tranquilamente. Había un ciruelo en flor y un santuario inari con un pequeño camino de toris rojos.
Atravesé el santuario y salí por la entrada principal, cruzando el gran tori rojo de la entrada.


Caminé unos 10 minutos hasta la estación de metro de Shinjuku-sanchome Station y fui hasta Ikebukuro para acercarme al centro comercial Sunshine City.
Quería haber ido desde el primer viaje, ya que había un sitio dedicado a Naruto. Nunca fui y ya lo habían quitado, pero aún tenía curiosidad por ver una planta enorme que habían puesto de máquinas de gashapon.


Desde Ikebukuro había que caminar 20 minutos, aunque en google maps ponía que eran solo 10. Me pareció que estaba bastante lejos, sobre todo porque había que cruzar avenidas principales y los semáforos eran un poco lentos.
El centro comercial desde fuera, parecía más un edificio de apartamentos que otra cosa, algo que me pareció un poco confuso y no hubiera sabido que era ahí si no es por el nombre que había en la entrada.

Me costó un poco encontrar la zona de los gashas, porque no había un plano entendible, así que intenté ubicarme por google maps. Están en la planta 3F y se llama Capsule toy store. Es una tienda enorme, con dos espacios con montones de maquinas con figuritas de todo tipo. Lo gracioso es que justo las que me gustaban, de Naruto y Harry Potter estilo chibi, costaban 800¥, así que tras mirar todas, no me decidí por ninguna y me fui de vacío.

 

Había una especie de estantería con un escenario en cada espacio, para hacer fotos a las figuritas de las máquinas, y hasta unas expendedoras de macarons, 3 a 850¥, y de ramen y gyozas a 1000¥.
Podías sentarte tranquilamente a ver lo que te había tocado, en unas mesitas que había por toda la tienda.
Como ya eran las 18:00 y estaba agotada, regresé caminando hasta Ikebukuro y para no dar mucha vuelta, me subí en la Yamanote, que me dejaba directa en Ueno, aunque tuve que pagar 168¥ con la pasmo. Hay veces que hay que decidir entre viajar gratis o rápido.

 

Llegué al hotel a las 19:00, haciendo una parada en el Mini stop que tenía de camino, para comprar una botella de 2 litros de agua a 105¥.
Nada más llegar me puse a preparame la cena, una ensalada completa, con espinacas, atún, maíz, zanahoria y aguacate y el pollo que ya tenía cocinado, con brotes de soja, zanahorias y setas.
Cuando terminé, a  eso de las 8 de la tarde, me puse a preparar los pancakes para el dia siguiente, con la sorpresa de que al traducir las instrucciones, vi que no necesitaba huevos. Y yo buscando huevos por todas partes para los pancakes. 
Ponía que salían 4 pancakes, pero me salieron 6 bien grandotes.

 

Estuve un rato hablando con la familia y después me acosté para estirar las piernas y relajarme un poco viendo Instagram, hasta que empezó a hacerme efecto el diazepam y me fui a dormir sobre las 12 de la noche.

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