domingo, 16 de julio de 2023

Japón 2023 - Diario de viaje - Día 4 - Hanegi, Nakai y Toyokawa Inari Betsuin

 

Sábado 25 de febrero de 2023

Me había acostado tarde y sobre la 1 aún había ruido de los vecinos y no podía dormirme, así que me levanté y busqué el reproductor de ruido marrón que llevé, por si era necesario, y al poco me quedé dormida. Me desperté justo cuando terminó la grabación, a las 8 horas.
Eran las 9:30, un poco tarde, pero como seguía fatal con el jet lag, no quería tener hora de despertarme y por fin pude dormir en condiciones.
Desayuné sobre las 10:20, cereales con fresas y arándanos.

Quería ir al festival de la ciruela de Setagaya, en el parque Hanegi, donde además había un espectáculo de tambores que empezaba a mediodía.
Busqué la ruta más cómoda, en la que pudiera utilizar el pase de metro hasta la mitad del camino, y llegar hasta el destino en un tren de otra compañía, que pagaría aparte.
Me subí al metro en Inaricho y me bajé en Shibuya, donde hice trasbordo a la línea Inokashira hasta Higashi-Matsubara Station. Casi me subo a un tren exprés, por no estar pendiente de los carteles. Menos mal que me di cuenta, porque no tenía parada en mi estación.
Este último trayecto me costó 126¥ que pagué con la pasmo.
El metro desde Inaricho siempre va lleno de gente, pero lo bueno es que en Ueno, que son solo dos paradas, se baja casi todo el mundo y es fácil encontrar asiento. El resto de líneas de otras compañías suelen ir bastante vacías, así que no suele haber problemas para sentarse.
En esta estación había ascensor en un tramo, pero para salir no lo encontré y me tocó bajar escaleras.

El parque estaba a menos de 5 minutos andando. Había unas pequeñas escaleras por un camino al que llegabas a una zona con unos cuantos ciruelos y cerezos tempranos, donde no me paré mucho, ya que escuchaba los tambores a lo lejos y quería llegar a ver el espectáculo de tambores.
Llegué a las 12:30 y justo estaban terminando de tocar un grupo de niños. Estaban tocando en un espacio que parecía una cancha de baloncesto, ya que tenía una verja bastante alta, pero con un árbol enorme en todo el centro.
Había mucha gente de pie arremolinada, pero en cuanto terminaron, se dispersaron, y pude acercarme para ver la siguiente actuación desde primera fila. Lo malo es que alguien se había dejado un trípode en todo el medio, que ni se estaba usando y molestaba a la hora de hacer fotos.
Llegué para ver justo el último número, en el que un grupo numeroso permanecía sentado con tambores en el suelo, y a ambos lados, dos personas tocaban en tambores colocados en alto.


No parecía haber turistas extranjeros y tampoco parecían acostumbrados a que asistan muchos. 
Cuando terminó me acerqué a un puesto de información y solo tenían el folleto del festival en japonés, aunque al menos tenían el mapa en inglés, donde indicaba la localización del campo de ciruelos.
En el folleto se podían ver las actividades de cada día e incluso un listado de los productos de ciruela disponibles para comprar.
Desde ahí se vislumbraba alguna flor, pero para cerciorarme de ir en la dirección correcta, le pregunté a la chica, señalando en el mapa, por dónde tenía que dirigirme al campo de ciruelos.
No tenía ni idea de inglés, pero con señalar bastaba para que pudiera confirmar mi suposición.
Justo al lado había un pequeño escenario con bancos, donde en ese momento había gente comiendo y más allá, al inicio de la zona de ciruelos, unas casetas con los productos de ciruelas y otras cosas típicas de los festivales, como mazorcas de maíz, patatas, pollo frito y plátanos con chocolate.

 

Me puse a mirar qué podría comer. Las patatas las hacían en la misma freidora que el pollo rebozado, por lo que quedaban descartadas. 
En principio las mazorcas a la parrilla serían aptas, hasta que vi que le ponían algo por encima algo de un color demasiado oscuro para ser aceite. Me pareció curioso que las entregan envueltas en una bolsa de plástico.
No me vi con el ánimo de preguntar con el traductor de google, así que fui a lo que más seguridad me daba, el ume daifuku, un mochi con alubias blancas dulces y ciruela confitada.
Costaba 200¥, así que tampoco era mucha pérdida si resultaba no estar bueno.
Había una persona atendiendo en cada producto, por lo que aunque había cola, avanzaba muy rápido.
Pagué en efectivo y vi que en el envoltorio ponía los ingredientes. A simple vista parecía no contener gluten.


Antes de pararme a comer, recorrí la zona de los ciruelos. Era un pequeño parque, situado en una colina, con un camino principal de baldosas, que llevaba hasta la otra salida del parque y caminitos de tierra forrados con esterillas, que serpenteaban entre los ciruelos.
Había bastante gente, pero tampoco de manera agobiante. No parece un lugar muy turístico, por lo que la mayoría eran locales y se notaba un ambiente tranquilo a pesar de no estar vacío.


Es un parque que tiene más de 700 ciruelos de varios tipos. Había variedad de colores en las flores, que iban desde blanco al rosa intenso. 
El día estaba nublado, pero los árboles estaban bastante florecidos en su mayoría.
Había algunos bancos para sentarse, todos ocupados en ese momento, la mayoría comiendo algo. Muchos estaban haciendo fotos de las flores y paseando tranquilamente. 
La verdad es que aunque era fin de semana, no me resultó agobiante, ni me pareció que estuviese muy saturado de gente.


Di una vuelta completa y regresé a la zona de puestos, para ir hacia la salida, parándome antes a comer el daifuku.
Se parecía al que suelo comprar de fresa con alubias rojas, pero este era menos dulce, con las alubias blancas y la ciruela ni ácida ni dulce. No sabía si la ciruela sería tipo umeboshi, como la que lleva el onigiri, pero no, el sabor era más parecido al de una ciruela fresca, con su toque acidito y dulce al mismo tiempo.
Al segundo bocado casi me quedo sin dientes, al encontrarme con el hueso de la ciruela. Menos mal que iba despacio, que si no habría tenido un problema.
Al mirar detenidamente el envoltorio, con el traductor de Google, lo primero que se lee es una advertencia de cuidado con el hueso de la ciruela, que está entera. En los ingredientes no figuraba ningún alérgeno, solo arroz glutinoso, frijoles, azúcar y ciruela confitada.
Como me gustó bastante y no lo había visto en venta en ninguna parte, antes de irme compré dos más para llevar y comer más tarde.
Ya había algunos productos que estaban agotados y eso que apenas eran las 13:30.

  

Pensaba salir por el mismo sitio por el que había entrado, así que fui mirando los puestos que había en una de las avenidas dirección a la estación. Cuando miré el móvil para ver la hora a la que salía el tren, me di cuenta que para ir al próximo destino me indicaba salir desde otra estación, la de Umegaoka, que estaba atravesando el jardín de los ciruelos.
Bajé de nuevo por el camino principal y tras unas escaleras de bajada, me encontré fuera del parque. En esta entrada había un altavoz anunciando el festival, junto a un cartel.
La estación estaba a poco más de 2 minutos, por lo que este parque está muy bien comunicado. Eso sí, el trayecto no está cubierto por JR ni por Metro o Toei, por lo que hay que pagarlo con la pasmo o suica, ya que no entra en ningún pase turístico.

Mi siguiente destino era el festival Some no Komichi, un festival dedicado a las telas de kimono que se celebra en el río Myoshoji, en el barrio de Nakai.
Para ir hasta allí tenía que hacer trasbordo en Shinjuku y cambiar a una de las líneas de metro, por lo que aproveché para pasarme por el Ninja Exchange, que ahora está Shinjuku.
El trayecto hasta allí me costó 189¥, que pagué con la pasmo.


No me costó encontrar la oficina nueva. En esta misma calle hay más casas de cambio y había leído que alguna era más económica, así que antes comprobé los tipo de cambio que tenían.
Ciertamente había una que ofrecía mejor cambio, aunque era de decimales, pero no incluía las tasas y en ninja exchange sí, así que decidí hacerlo en el Ninja, que ponía claramente que ya estaba incluido todo en el cambio.
Cambié 300€ a 142, por lo que me dieron 42.600¥. Bastante bien el cambio comparado a los viajes anteriores y muy parecido a lo que me daría el cambio sacando con la tarjeta Revolut.
Siempre viajo con efectivo a Japón, porque nunca se sabe lo que puede pasar, así que ya que lo llevaba prefería cambiarlo para no estar dependiendo tanto de la tarjeta.
Había dos personas esperando, pero aún así el proceso fue bastante rápido.
A las 14:45 me subí al metro hasta Nakano-Sakaue Station, donde hice trasbordo a otra línea de la Toei hasta la estación de Nakai.
Llegué a las 3 de la tarde y como no había mucha información del festival, fui directamente al río. 
En este festival, cuelgan tiras de tela de kimono a lo largo del río, formando ondas de colores, y los comercios sacan sus productos a la calle.
Caminé primero hacia el lado oeste de la estación y cuando acabaron, retrocedí para ver las del lado este.
El día estaba nublado y las telas no se veían tan espectaculares como las que vi en fotos de otros días en los que hizo sol. Pero era curioso ver el río de telas de todos los colores, gente paseando con kimonos y puestos de artesanías aquí y allá.
Hasta había una mujer tocando una flauta en la ventana, en uno de los talleres de la zona, que tenía una ventana en la parte del río.


Lo curioso es que los puestos de venta eran más de cerámicas y accesorios que de telas de kimonos. Al menos los que se veían junto al río.
Supuestamente el festival era hasta el domingo, de 10 a 5 de la tarde, pero cuando llegué al final del recorrido, había un grupo recogiendo el tendido de telas y enrollándolas para guardarlas.
No se si es porque iba a llover o que las recogían cada día. Aún así me pareció extraño ya que era demasiado pronto.
Eran casi las 4 cuando llegué a la entrada sur de la estación, junto al río, donde tenían un puesto con información del festival y algunas telas pequeñas de kimono, con patrones tradicionales especiales para el evento, por 1500¥. En ese momento se puso a soplar un aire tremendo y se les empezaron a volar todas las cosas, por lo que algunos transeúntes y yo misma, nos pusimos a recoger todo lo que se les estaba cayendo de la mesa. Parecían estar recogiendo ya las cosas, por lo que esto les hizo acelerar un poco el proceso.


Decidí callejear un poco a ver si encontraba algo. Entré a alguna tienda de kimonos, pero no vi cosas de segunda mano y era todo bastante caro, pero tras pasar varias callecitas con algún puesto desperdigado de artesanías, di con uno de kimonos usados. 
Tenían retales desde 300¥ y kimonos a 1000-2000¥. Estuve ojeando y estaban bastante maltrechos, pero como mi madre me había pedido tela de kimono, decidí llevarme uno morado que tenía unas manchas en el cuello, por 1000¥, que al cambio eran menos de 8€. Los precios no estaban en cada prenda, así que me tocó hacer uso el traductor para preguntar el precio. 
En otros mercados me he sentido totalmente ignorada cuando quería preguntar precios, así que ya directamente ni preguntaba si no tenían los precios escritos. Pero por suerte la señora que atendía era bastante amable, por lo que no fue tan agobio preguntar.


Cuando regresaba hacia la estación, empezó a caer agua nieve. Hacía mucho frío y el viento era bastante desagradable, así que decidí regresar al hotel, pasando antes por un santuario que me pillaba de camino.
Regresé a la entrada por la que había salido, ya que es donde tenía el letrero de la Oedo line, de la Toei, para ir hasta la estación de Aoyama-Itchome.
Justo en frente de la estación había una tienda de frutas y verduras en la que estaba todo a muy buen precio. Se nota que esto es un barrio más residencial y alejado del centro.


En el metro me puse a escribir en el diario de viaje y cuando quise darme cuenta, levanté la cabeza, vi el nombre de mi estación en la pared y me bajé corriendo. Cuando buscaba el ascensor de salida me di cuenta que no era mi estación. En las vías siempre pone el nombre de la siguiente parada y no el de la estación y como te despistes la lías. Me tocó esperar al siguiente tren y perder unos 5 minutos.
Salí del metro a las 16:50 y ya estaba anocheciendo. Tenía que caminar 800 metros, que se me hicieron eternos, para llegar al santuario Toyokawa Inari Betsuin. El trayecto estaba ligeramente cuesta arriba y se notaba. Tardé 10 minutos en llegar, a paso ligero.


Todos los santuarios Inari me parecen interesantes y de este había leído que era poco turístico, por lo que era interesante visitarlo. Es bastante pequeño, por lo que se ve en poco tiempo. A esas horas apenas había gente, una o dos personas, a parte de mi.
Como ya estaba bastante oscuro, no podía hacer muchas fotos, así que di una vuelta y a los 20 minutos emprendí de nuevo el camino hacia la estación más cercana, Akasaka-Mitsuke, que estaba a 10 minutos, pero esta vez cuesta abajo, que me llevaba directa a hotel.


Llegué al hotel a las 18:10 y tras hacerle una foto al kimono, para mandarselo a mi madre, me puse a organizar la cena y comidas para el día siguiente.
Puse a hervir agua en el calentador para hacerme una sopa instantánea casera. Era como un termo y era más lento calentando, por lo que terminé de cocinar antes el salmón, que me comí primero, mientras los fideos se hacían y mientras se cocinaba una sopa de verduras. De postre me comí uno de los daifukus de ciruela y tras limpiar la sartén, hice también la carne con verduras y setas.


Al tener un solo fuego, todo se hacía más lento el proceso y me hacía perder mucho tiempo.
Todo lo que cocinaba lo guardaba en tapers, en la nevera, para poder llevarlo conmigo o comerlo al llegar por la noche. 
En este viaje me pareció más práctico hacer la comida fuerte por la noche en el hotel e improvisar en la hora de la comida.
Entre hacer las comidas, hablar con la familia y pasar los archivos al disco duro, al final me acosté pasadas las 12:30.

No hay comentarios:

Publicar un comentario